Los cuarenta a?os
Acabo de leer con provecho una de las publicaciones que promociona la Fundaci¨®n del Banco Bilbao Vizcaya que lleva por t¨ªtulo Capitalizaci¨®n y crecimiento en Espa?a y sus regiones 1955-1995. Lo saco a colaci¨®n porque tal vez su mayor acierto haya consistido en partir de los a?os cincuenta, es decir, del momento en que recuperada Espa?a de los estragos de la guerra civil -los niveles de industrializaci¨®n por habitante alcanzados en 1930 no se volvieron a obtener hasta 1952- comienza su vertiginosa transformaci¨®n de un pa¨ªs agr¨ªcola subdesarrollado en uno industrial moderno. Claro que si en la v¨ªa de la industrializaci¨®n, por causas que vienen de lejos y con consecuencias que influyen hasta nuestros d¨ªas, el siglo XIX fue un colosal fracaso, empero, desde comienzos del XX podr¨ªan se?alarse despegues muy dignos de consideraci¨®n -el de mayor alcance ocurre en los a?os veinte y el m¨¢s controvertido se debe sin duda a la creaci¨®n del INI en 194 1 - de modo que la industrializaci¨®n modernizadora de Espa?a, evidentemente, no empieza de cero con el plan de estabilizaci¨®n de 1959. Pero, si la apertura al exterior -en los m¨¢s diversos sentidos, desde el comercial y financiero al ideol¨®gico- se considera el factor principal que explica crecimiento econ¨®mico y cambios de formas de vida y de mentalidad, entonces muy bien puede establecerse a mediados de los cincuenta el inicio del proceso de modernizaci¨®n que ha conseguido transformar a Espa?a por completo.En efecto, los resultados de estos cuarenta a?os son impresionantes: en 1995, la producci¨®n de la econom¨ªa espa?ola era cinco veces superior a la de mediados de los cincuenta; en este plazo, la renta per c¨¢pita se ha m¨¢s que triplicado, las infraestructuras p¨²blicas se han multiplicado casi por seis y el volumen de la producci¨®n industrial por m¨¢s de siete. Dif¨ªcilmente los j¨®venes de hoy pueden hacerse una idea de, las condiciones de vida de sus padres o abuelos. Pero, para completar el cuadro de manera realista, evitando cualquier forma de triunfalismo, conviene poner estas cifras en relaci¨®n con otras negativas que, claro, tambi¨¦n existen. La m¨¢s dura se refiere a la alt¨ªsima cota de paro que ha acompa?ado a este crecimiento, pese a que haya provocado, o por lo menos coincidido, con un rapid¨ªsimo descenso de la natalidad, hasta llegar a ser una de las m¨¢s bajas del mundo. Entre 1964 y 1974, con un crecimiento econ¨®mico alto y contin¨²o, apenas se crearon un mill¨®n y medio de empleos que se perdieron en la d¨¦cada siguiente, de modo que al final del periodo la ocupaci¨®n en n¨²meros absolutos es la misma de 1964. El descenso en vertical del empleo agrario hasta un cuarto de la poblaci¨®n que estaba ocupada en el campo en 1964 en buena parte explica, aunque no suficientemente, esa capacidad casi patol¨®gica, por extendida que tambi¨¦n est¨¦ en otros pa¨ªses, de crecer sin crear empleo. Desde comienzos de los setenta a los noventa, pese a que el porcentaje de la poblaci¨®n activa es de los m¨¢s bajos de Europa, el desempleo ha ido en aumento, conb tasas muy altas que han sobrepasado en ocasiones el 20%.
Un segundo factor nada positivo, en el que se centra el estudio citado de la Fundaci¨®n BBV, es la enorme desigualdad en las din¨¢micas econ¨®micas de las regiones, dato que habr¨¢ que analizar en sus implicaciones pol¨ªticas con alg¨²n detenimiento: ?c¨®mo crear una cohesi¨®n nacional entre regiones que marchan a ritmos tan distintos? La integraci¨®n europea, al favorecer a algunas regiones y perjudicar a otras, refuerza a¨²n m¨¢s esta tendencia. Los conflictos crecientes entre las regiones, y sobre todo el que no logremos cerrar el modelo de organizaci¨®n territorial del Estado, tendr¨ªan su base real en la divergencia creciente de las econom¨ªas regionales.
A¨²n cabr¨ªa mencionar un tercer factor, la desigualdad en aumento entre las diversas capas sociales a la hora de distribuir la renta. Lamentablemente, en el libro que comentamos faltan los datos para poder exponer la evoluci¨®n de la distribuci¨®n social de la renta nacional en estos cuarenta a?os. En este punto, aunque s¨®lo aporten datos para los ¨²ltimos a?os, dependemos de las publicaciones del Instituto de Estudios Sindicales.
Frente a los cuarenta a?os de sumisi¨®n, esa larga noche del franquismo, los datos econ¨®micos nos invitan a hablar tambi¨¦n de los cuarenta a?os de crecimiento. Por los famosos cuarenta a?os podr¨ªamos terminar entendiendo los de desarrollo y modernizaci¨®n. Periodo que suele dividirse en tres etapas: una primera, de 1960 a 1973, de r¨¢pido crecimiento, a la que sigue una d¨¦cada de crisis que termina en 1985 con un nuevo periodo de crecimiento que dura hasta 199 1, interrumpido por una fuerte, aunque corta, recesi¨®n, de la que se empieza a salir en 1994. Desde el punto de vista del desarrollo econ¨®mico, los sesenta constituyen el decenio fundamental, hasta el punto de que el conocido historiador de nuestra econom¨ªa, Gabriel Tortella, ha llegado a escribir: "Si hay un decenio que pueda identificarse como el de la revoluci¨®n industrial espa?ola es ¨¦ste". La ¨¦poca del Gobierno socialista corresponde al segundo periodo de crecimiento, con la particularidad de que aprovecha la coyuntura para extender a la sociedad todos los beneficios del Estado social: educaci¨®n, seguro de enfermedad y pensiones de vejez. Los dos decenios, el de los sesenta y el de los ochenta, han marcado fuertemente el cariz econ¨®mico y social de nuestra modernizaci¨®n. Estudiar sus muchos puntos de contacto, al haberse apoyado en los dos casos en el tir¨®n del turismo y la construcci¨®n, a lo que se a?ade la inversi¨®n extranjera, es una labor todav¨ªa por hacer que presumo harto fructuosa.
No es balad¨ª lo que se esconde en el hecho, aparentemente trivial, de que los famosos cuarenta a?os puedan pasar a significar la modernizaci¨®n de Espa?a, sobre todo porque veinte a?os coinciden en los dos c¨®mputos. Desde el punto de vista pol¨ªtico, social y cultural no cabe exaltar la d¨¦cada de los sesenta; en cambio, desde una perspectiva econ¨®mica se presenta como el momento culminante en el que se realiza "nuestra revoluci¨®n industrial". De este cotejo del curso econ¨®mico con el pol¨ªtico se desprenden dos corolarios, de los que importa dejar por lo menos constancia.
Uno respecto a cuesti¨®n tan primordial como es la periodizaci¨®n que se adopte. Hacer inteligible el pasado se consigue eligiendo los grandes hitos que marcan los ciclos hist¨®ricos. Es muy distinta la interpretaci¨®n de nuestra historia contempor¨¢nea si se describe el franquismo como una ¨¦poca hist¨®rica por s¨ª, los famosos cuarenta a?os (1936-1976), o bien, se abre una a partir de 1936 -la guerra civil representa la gran ruptura en la Espa?a contempor¨¢nea- que no habr¨ªa acabado todav¨ªa. Dentro de ella se diferencian algunas etapas -1945, 1959, 1966- entre las que 1976 marcar¨ªa tan s¨®lo una,
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tal vez ni siquiera la m¨¢s importante, equiparable a otras del mismo ciclo hist¨®rico, como las que empiezan en 1981 o en 1996.
El segundo corolario hace hincapi¨¦ en la discrepancia, si se quiere, m¨¢s prudentemente, la descoordinaci¨®n entre crecimieNto econ¨®mico y desarrollo pol¨ªtico, aunque nadie dude de que de alguna forma est¨¦n interrelacionados. Los sesenta son una etapa de congelaci¨®n pol¨ªtica, con un alto grado de represi¨®n social y cultural, a la vez que constituyen el momento decisivo en el despegue industrial de Espa?a. Los a?os que van de 1976 a 1985 han sido de lo m¨¢s din¨¢micos y creadores pol¨ªticamente y, en cambio, se caracterizaron por una grave crisis econ¨®mica que, ciertamente, tuvo un origen externo, la llamada crisis del petr¨®leo de 1973, pero que se agrava por la forma de tratarla en sus comienzos y luego por la incertidumbre que conlleva la transici¨®n pol¨ªtica. La recesi¨®n que se inicia en 1991 empieza a remitir en 1994, precisamente cuando, estamos pasando la crisis pol¨ªtica m¨¢s grave del periodo democr¨¢tico.
Se imponen algunas conclusiones que, aunque Precisen de una ulterior reflexi¨®n que las matice, quiero exponer con la mayor brevedad y contundencia. La primera hace referencia a que los factores ex¨®genos influyen en el origen y fin de las crisis econ¨®micas mucho m¨¢s que los. internos, tendencia que con la internacionalizaci¨®n de la econom¨ªa indudablemente va en aumento.. Los Gobiernos se encuentran con las consecuencias favorables o desfavorables de la coyuntura econ¨®mica, sin poder hacer mucho al respecto, aunque luego no habIen de otra cosa y se atribuyan los m¨¦ritos si las cosas salen medianamente bien.
Una segunda conclusi¨®n provisional consiste en subrayar que un factor importante de legitimaci¨®n de un Gobierno, al margen de lo que haya hecho en otros campos, es el bienestar que reciba la poblaci¨®n durante s u permanencia en el poder. Pese a la falta de libertades y la dura represi¨®n pol¨ªtica y cultural el franquismo, como insist¨ªan los ide¨®logos del r¨¦gimen, se legitim¨® por el crecimiento econ¨®mico sostenido de los sesenta. El crecimiento econ¨®mico de la segunda mitad de los ochenta, pese al GAL y a los grav¨ªsimos casos de corrupci¨®n, sostuvo a Gonz¨¢lez. La pervivencia del actual Gobierno depende de que se mantenga el crecimiento, junto con los ¨ªndices macroecon¨®micos que, nos permitan entrar en la uni¨®n monetaria. Los pron¨®sticos de los expertos auguran que saldr¨¢n bien las cosas.
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