Una pedrada en el estanque
La reacci¨®n de la conciencia moral internacional, casi universal, a la tragedia de los Grandes Lagos, ha sido como una pedrada de indignaci¨®n que ha agitado un momento un espejo de agua verdioscuro y en sus orillas pestilente. La miseria, el crimen, la sinraz¨®n, la profunda alienaci¨®n de los refugiados sobrenada las aguas. Todas las excrecencias del desorden han penetrado en nuestros hogares por las pantallas televisivas. Pero el zapping nos permite olvidar el dolor y el reto del desorden. Pero esta roca moral levanta en la opini¨®n mundial unos c¨ªrculos que se propagan cabalgando sobre el l¨ªquido azul hasta chocar con los juncos en la orilla, abrazarlos en peque?os y transparentes anillos y luego integrarse en las aguas reposadas y estancadas de las m¨¢rgenes pantanosas.La pedrada moral en los Grandes Lagos tiene, carente de instrumentaci¨®n pol¨ªtica internacional, solamente el efecto de manifestar que nuestra conciencia est¨¢ viva.
La contradicci¨®n esencial en el mundo de hoy es que existe cada vez m¨¢s una econom¨ªa globalizada de manera que, de una u otra forma, m¨¢s pronto o m¨¢s aplazada, pero nunca lejana, sentimos los efectos de todas las decisiones importantes; que nos acercamos a la informaci¨®n casi inmediata y en directo de casi todo lo que ocurre (la CNN ha transmitido 24 horas al d¨ªa la guerra del Golfo y muchas los Grandes Lagos) y que, en consecuencia, apunta una conciencia moral universal y bastante homog¨¦nea; pero que los efectos de las operaciones burs¨¢tiles no se ajustan a una regulaci¨®n tambi¨¦n universal; que la marea encrespada de informaci¨®n no encuentra referencias en el encuadre del comentario neutral y universal; y que la simultaneidad de escenarios no se ordena en unas ideas que nos permitan alcanzar un verdadero conocimiento.
No nos insertamos en un verdadero orden mundial; ni en la econom¨ªa, ni en la informaci¨®n, ni en el orden pol¨ªtico. Estamos en el fin de un periodo, el de los bloques y la bipolaridad imperfecta entre los mismos, apuntando a una multitud de escenarios liberados por el fin del reparto bipolar, ante una hegemon¨ªa -renuente a ratos- de una sola superpotencia, con una revisi¨®n de los valores e instrumentos de la ¨¦poca pasada en una inercia de, la clarificaci¨®n de lo central y lo marginal; apuntando principios que corresponden a la universalidad y operan en las conciencias pero sin regulaci¨®n general y sin medios, definici¨®n, fines, ni estructuras para llevarlos a cabo con eficacia y con certidumbre (por ejemplo, el principio de la legitimidad de la injerencia por razones humanitarias).
Cuando una ¨¦poca est¨¢ definida con claridad en lo esencial -aun con brutalidad-, sigue una regulaci¨®n internacional aceptada. As¨ª la pol¨ªtica de poder nacida de la conjunci¨®n de nacionalismo y de industrialismo, y la racionalizaci¨®n del imperialismo (pa¨ªses "civilizados" y otros culturalmente nullius) condujo a la Conferencia de Berl¨ªn, a la regulaci¨®n del Derecho de Guerra y a la codificaci¨®n iusprivatista intemacional que correspond¨ªa a la consagraci¨®n de mercados que rebasaban al Estado nacional. Estamos ante la necesidad de sacar las consecuencias de la globalizaci¨®n y la aceptaci¨®n de las diferencias culturales y religiosas en un mundo uno culturalmente, ante el fin de las versiones ideol¨®gicas que descalifican al antagonista. Pero estamos muy lejos de emprender estas tareas.
Nuestro desorden nace de que estamos ante la necesidad de definir un orden general y de las inercias de la ¨¦poca anterior.
La tragedia de los Grandes Lagos tiene causas concretas que un orden mundial claro no puede eliminar por la mera existencia de una definici¨®n congruente. Pero se enmarca y se convierte, como tantos otros conflictos end¨¦micos o recurrentes, por, la carencia de este orden. La conciencia exige intervenir, pero ?c¨®mo?, ?con qu¨¦ mandato?, ?con qu¨¦ objetivo? ?facilitar solamente la vuelta de los refugiados, o garantizar ¨®rdenes internos que eliminen los conflictos externos?, ?con qu¨¦ autoridad?
De manera que tantas preguntas con escasas respuestas justifican las dudas de quienes no quieren intervenir y obligan a los que s¨ª est¨¢n -o estaban decididos- a definir un consenso que no reposa en algo -un orden claro- anterior a la necesidad concreta, temporal, coyuntural y que como tal es interpretable.En las tragedias de los Grandes Lagos -en la de 1994, en las recientes, en las que amenazan- aparecen: a) la discrepancia entre conciencia moral muy extendida si no universal, y la estructura internacional general; b) en consecuencia, la funci¨®n necesaria de las Naciones Unidas y su estado actual; c) la lectura que de sus responsabilidades e intereses tiene la potencia hegem¨®nica; y los m¨¢s pr¨®ximos al escenario, y d) una fase del periodo postcolonial en ?frica.
Dos palabras nada m¨¢s sobre estos factores, cada uno de ellos de m¨¢xima importancia. Existe en embri¨®n una conciencia moral general. En cada una de las unidades internacionales esta conciencia ni se limita ni incardina en la conciencia nacional, en la del Estado Naci¨®n. Esta aparici¨®n de ideales extraestatales se manifiesta al interior de cada naci¨®n en la p¨¦rdida del monopolio de la acci¨®n pol¨ªtica y social del Estado y de los partidos pol¨ªticos. Las ONGs, las asociaciones, tienen protagonismo parcial porque a diferencia de los partidos no tienen vocaci¨®n de dar soluci¨®n a todos los problemas, sino que son selectivas. Pero la imputaci¨®n ante instancias internacionales o no est¨¢ definida o pasa, en ¨²ltima instancia, por los Estados. Carecen las ONGs del poder coercitivo que es elemento esencial de los Estados y que es necesario a la Comunidad Internacional organizada.
Las Naciones Unidas est¨¢n sometidas a una profunda y larga crisis que se manifiesta en su situaci¨®n financiera, en su ausencia, directa y con el control suficiente, en los grandes conflictos; en su deslegitimaci¨®n relativa ante las opiniones p¨²blicas y en el estancamiento de lo que pudo ser una construcci¨®n ideol¨®gica de la Organizaci¨®n Internacional organizada conforme a derecho. Las Naciones Unidas tal y como se crearon eran un compromiso hacia el establecimiento de la Comunidad Universal organizada conforme a derecho y el respeto a la no injerencia en asuntos internos (Pre¨¢mbulo, art¨ªculo 2.7); y entre universalidad y realidad pol¨ªtica e ideol¨®gica de los vencedores (Naciones Unidas desde el Pacto del Atl¨¢ntico); entre el principio de igualdad de los miembros y la realidad del poder y responsabilidad hist¨®rica de los grandes (Consejo de Seguridad, miembros permanentes, veto). La Carta conten¨ªa (Cap¨ªtulos VI y VII) funciones a desarrollar para poder mantener e imponer la paz y la seguridad.
La guerra fr¨ªa, la descolonizaci¨®n, la pol¨ªtica de poder a escala individual o de bloque, la formulaci¨®n jur¨ªdica de las hegemon¨ªas (OTAN, Pacto de Varsovia) van reduciendo la capacidad expansiva hacia lo universal de la Organizaci¨®n. La convierten en una estructura complementaria y accesoria a la verdadera estructura de poder bipolar. La capacidad del Consejo de Seguridad para creaci¨®n de la paz se paraliza con el veto. El Estado Mayor bajo el Consejo y el secretario general no se forma; los cascos azules son espor¨¢dicos; el recurso a la Asamblea General para desempantanar al Consejo paralizado por el veto (1950, Resoluci¨®n "United for peace" de 1950 sobre Corea) se obstruye para Estados Unidos cuando el n¨²mero de pa¨ªses afroasi¨¢ticos hace temer a Washington una inclinaci¨®n izquierdista y demag¨®gica de la Asamblea. En cuanto al secretario general, va desapareciendo su vocaci¨®n de actor pol¨ªtico. Cuando un secretario general, Ham
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Una pedrada en el estanque
Viene de la p¨¢gina anteriormerskjoed, rompe dependencias en el caso de Katanga, muere en accidente de avi¨®n; otros como U Thant, tienen dificultades; el pasado de alguno como Waldheim les convierte en previsible reh¨¦n de una o de las dos superpotencias.
Naciones Unidas, su sistema (agencias especializadas, regionales) han realizado una obra ingente sin la cual no comprender¨ªamos la acci¨®n civilizatoria en el mundo moderno. Pero, como estructura definitoria del orden mundial, las Naciones Unidas son complementarias de lo esencial. El fin de la guerra fr¨ªa hizo pensar que uno de los dividendos de la paz iba a ser la revitalizaci¨®n de la Organizaci¨®n. No ha sido as¨ª: los ataques y marginaci¨®n continuaron.
Desde la estructura mundial vigente es inevitable decir que esta revitalizaci¨®n no se producir¨¢ si los Estados Unidos no la ven compatible y beneficiosa para sus intereses nacionales.
En los Grandes Lagos la intervenci¨®n no ha tenido lugar -lo bien fundada log¨ªstica, operacional y pol¨ªticamente, es otra cuesti¨®n- porque Washington no encontr¨®, es poco decir, inter¨¦s en ella. Los Estados Unidos son la ¨²nica superpotencia, pero son una superpotencia renuente. Una larga tradici¨®n de no intervenci¨®n -salvo en su coto americano- desde la formulaci¨®n de la doctrina Monroe en 1824-, el papel del Senado en pol¨ªtica exterior, el trauma del Vietnam y de la operaci¨®n rescate en Ir¨¢n, convierten el mover la opini¨®n en operaciones que no aparezcan como decisivas para sus intereses en algo dif¨ªcil y arriesgado. De ah¨ª doctrinas sobre la intervenci¨®n como la de Colin Powell -claro fundamento pol¨ªtico, car¨¢cter decisivo de la acci¨®n militar, no limitaci¨®n en el uso de armas, aplastante superioridad militar, previsible peque?o n¨²mero de bajas- o la actual de la Administraci¨®n Clinton que a?ade la percepci¨®n indudable del inter¨¦s nacional.
Las intervenciones por razones de humanidad son por definici¨®n coyunturales, de resultados concretos pero dif¨ªcilmente traducibles en prestigio pol¨ªtico, y tienen un l¨ªmite en el uso de la fuerza. Acerc¨¢ndonos un poco m¨¢s a los Grandes Lagos. Otros tipos de intervenciones hubiesen podido ser las multilaterales o bilaterales. Tradicionalmente de las potencias con zonas de inter¨¦s reconocidas. Una de las realidades m¨¢s evidentes, en la actual situaci¨®n, es el fin del reconocimiento por Estados Unidos de la zona de influencia francesa en la forma del subsistema franc¨¦s. Esta hegemon¨ªa parcial e indirecta, pero muy operante, se basaba en una moneda base com¨²n, el franco CFA, y en la intervenci¨®n militar, concreta y limitada en los conflictos entablados en diversas partes. Mientras dur¨® la guerra fr¨ªa, los Estados Unidos aceptaron que Francia' se encargase de mantener el sistema. Pero la retirada de los cubanos de Angola tiene dos efectos esenciales: la posibilidad de la evoluci¨®n multirracial en Sur¨¢frica, el fin de la necesidad del subsistema franc¨¦s.
El mapa colonial de ?frica se estableci¨® mediante una demarcaci¨®n cartogr¨¢fica que no tuvo en cuenta si elementos de una misma tribu quedaban separados por las fronteras: sin consideraciones ling¨¹¨ªsticas, ¨¦tnicas, ni incluso autonom¨ªas geogr¨¢ficas. Los criterios de los que part¨ªan las potencias europeas en su reparto fueron la ocupaci¨®n efectiva (definida con extensi¨®n muy ben¨¦vola) y la consideraci¨®n de los territorios como no integrados en autoridad reconocida (res nullius). El sistema se consagr¨®, como se sabe, en la Conferencia de Berl¨ªn en 1884. Las potencias coloniales lo mantuvieron. Los conflictos territoriales se zanjaban en las mesas de negociaci¨®n de las metr¨®polis. Los habitantes originarios no eran parte en ellos; s¨ª objeto.
Al proclamarse la descolonizaci¨®n y establecerse la Organizaci¨®n para la Unidad Africana en 1963, todos los fundadores est¨¢n de acuerdo en mantener la divisi¨®n de 1884. Fue a corto y medio plazo una decisi¨®n prudente. Pero, una ratificaci¨®n que no tiene en cuenta muchas realidades, y sobre todo la posibilidad del cambio pol¨ªtico.
De la misma manera, en los a?os sesenta parec¨ªa imprescindible importar sin adaptaciones el Estado Naci¨®n europeo; y en cuanto a la organizaci¨®n interna, el sistema de partidos,. con la conclusi¨®n, basada en la observaci¨®n de lo que ocurr¨ªa, del car¨¢cter inevitable de la implantaci¨®n del partido ¨²nico o preponderante. Se admitia que el caudillaje del l¨ªder de la lucha anticolonial y el partido preponderante ser¨ªa un factor de modernizaci¨®n frente a la divisi¨®n tribal y la resistencia fragmentaria. Casi todos hac¨ªamos este an¨¢lisis (por ejemplo, F. Mor¨¢n Naci¨®n y alienaci¨®n en la literatura negroafricana, Madrid 1964); pero tambi¨¦n algunos se?al¨¢bamos que este Estado Nacional importado necesitar¨ªa ajustes con la realidad (Revoluci¨®n y tradici¨®n en ?frica Negra, Madrid 1971). En Zaire, el Kasai, y Shaba (Katanga) est¨¢n en proceso de secesi¨®n desde los sesenta. Y en el Este se configura un complejo swahili angl¨®fono.
Un sistema internacional exige estabilidad, pero tambi¨¦n procedimientos para el cambio pac¨ªfico y los ajustes intervencionales pactados. ?Qui¨¦n facilitar¨¢ estos cambios, arbitrar¨¢ laudos y servir¨¢ de mediador en una situaci¨®n africana que rebasa la inmediata a la descolonizaci¨®n y en el marco de una sociedad de naciones que a¨²n no ha superado las secuelas de la estructura de bloques?
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