Don Miguel Indur¨¢in, embajador
Ya amaina el repique de campanas; ha hecho el hist¨®rico camino de Pamplona-Villava; continuar¨¢n los festejos para celebrar al mito de la sonrisa de h¨¦roe con la que se abanderaba cuando atisbaba las metas de las etapas de la gloria en la carretera.Ahora don Miguel (lo de Miguel, Miguel¨®n y el tuteo confianzudo tambi¨¦n son historia, como lo es el pelda?o m¨¢s alto del podio de los Campos El¨ªseos de Par¨ªs), ahora, repito, de sobra lo sabe usted, le ofrecer¨¢n todo: anunciar barras de labios para se?oras con su dedo me?ique izquierdo; por el me?ique derecho alguna marca le firmar¨¢ cheques en blanco; su sonrisa de dios griego en la intimidad puede volver loca a una multinacional de s¨¢banas; Leche Pascual, porque usted diga una vez al mes, "mi saliva es Leche Pascual", le regalar¨¢ acciones en el negocio; alg¨²n guerrero, si usted proclama en la tele de vez en cuando, "este puerro soy yo", lo enterrar¨¢ en billetes verdes o multicolores, como a usted le cumpla. ?Qu¨¦ no le ofrecer¨¢n a usted, don Miguel, en estos tiempos de la comunicaci¨®n?: todo lo que usted toque ser¨¢ bueno, ser¨¢ divino, ser¨¢ virgen, ir¨¢ a los cielos despu¨¦s de la muerte e incluso no ir¨¢ a los cielos, porque todo lo que don Miguel santifique ser¨¢ inmoral: para que as¨ª sea estamos los periodistas y los fabricantes de cosas... Y los pol¨ªticos profesionales, porque, para ellos, ser¨ªa una manera de distraer al pueblo llano y, as¨ª, podr¨ªan volver a las andadas con m¨¢s tranquilidad y ah¨ªnco, que es lo suyo.
Y ya que han salido a husmear los pol¨ªticos, no se descuide por nada del mundo, porque esta gente, a grosso modo, sin escr¨²pulos que valgan, puede nombrarle ministro de la bicicleta; y, adem¨¢s, ellos o sus adl¨¢teres montar¨¢n negocios de manillares-Indur¨¢in, y dem¨¢s...
Yo, don Miguel, ver¨¢ lo que pienso. En un primer tiempo, como dice desear, que la familia y allegados le ocupen. Pero es inimaginable un don Miguel Indur¨¢in inactivo toda su vida, so?ando desde los 32 a?os con la grandeza del Tour. En primer lugar quiero recordarle algo; un d¨ªa de verano, hace cuatro a?os si no yerro, le conoc¨ª personalmente en un hotel de Pamplona; lleg¨® un tanto insignificante con retraso y apareci¨® sudoroso y se deshizo en disculpas sin perder la compostura, claro, que es lo suyo. Hablamos para el peri¨®dico y, luego, un ratito, dialogamos un tanto as¨ª de Navarra y del Pa¨ªs Vasco. Usted no se explicit¨® gran cosa, pero sus silencios, medias sonrisas y monos¨ªlabos me hablaron algo, o quiz¨¢ lo imagin¨¦.
Pues ver¨¢, otra vez: me permito recordarle que, desde hace 20 a?os, uno tras otro, todos los pol¨ªticos espa?oles profesionales han sido absolutamente incapaces de hacer algo v¨¢lido para encarrilar el final de la historia que protagonizan los vascos, los navarros y ETA con sus ideas y sus bombas. Usted bastante ten¨ªa con la subida del Tourmalet. ?Y ahora?
Su discreci¨®n, su temperamento, su sencillez, su talento, su parquedad, su amor a la vida, comenzando por la vida de los suyos, su capacidad de comunicaci¨®n con todo bicho viviente, la seguridad de que le abrir¨¢n las puertas, Para hablar, incluso en los infiernos, ?no le servir¨ªan de alg¨²n modo a la causa vasca? ?Y la grandeza del empe?o no es equiparable a la del Tour? Pel¨¦, aquel futbolista, m¨ªtico tambi¨¦n, ahora es ministro en Brasil.
Usted, no. Usted, embajador secreto de la paz en Euskadi.
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