A vista de p¨¢jaro
Versos de Rosales revolotean sobre este mont¨ªculo al este de Cercedilla, el mejor mirador del Guadarrama
En los pueblos de las serran¨ªas, escarmentados como es t¨¢n del comercio con las altas cumbres, perdura la costumbre ancestral de mirar a las monta?as cual si fueran seres caprichosos, mayormente hembras. Dos Hermanas, la Maliciosa y la Mujer Muerta son top¨®nimos evocadores de esta vieja usanza en la sierra del Guadarrama, pero lo mismo podr¨ªa decirse de la Galana en Gredos, la Maladeta en el Pirineo o la Jungfrau en los Alpes suizos. Ariscas y altaneras, ce?idos de nieblas invernales sus cabellos canos, tienen todas en com¨²n el perder a los hombres con artes de brujer¨ªa; llenas est¨¢n de cruces sus faldas y de viudas los pueblos de las serran¨ªas. No es ¨¦ste, ciertamente, el caso de la Golondrina, se?ora de tan bajos vuelos -1.395 metros- que no podr¨ªa matar a un hombre aunque se tirara de cabeza desde su cima. M¨¢s que monta?a, la Golondrina es una loma de andar por casa, un punto sin nombre en muchos mapas topogr¨¢ficos, un alto enano, un cerro a la izquierda, pero un cerro con suerte. Suerte que todos en Cercedilla saben que el sol sale por la Golondrina. Y que Luis Rosales, el m¨¢s preclaro vecino del lugar, lo dejara por escrito antes de partir: "Para volver a ver a ver s¨®lo es preciso / que el lucero del alba empiece el vuelo / sobre la Golondrina, y en el cielo / haya un lento deshielo circunciso".
Suerte tambi¨¦n que otro poeta local, Francisco Acaso, haya urdido una leyenda que hermana al monte m¨¢s infame de la creaci¨®n con el menos famoso de los montes madrile?os. Seg¨²n esta conseja, una piadosa golondrina, aqu¨¦lla que arranc¨® la primera espina de la frente del Crucificado, habr¨ªa volado luego sin rumbo desde el G¨®lgota hasta caer ex¨¢nime sobre el cerro que nos ocupa. Acaso no aclara las razones de aquel irrepetible vuelo Jerusal¨¦n-Cercedilla; acaso -puestos a fabular- el avecica siguiera el rumbo del sol tom¨¢ndolo por el m¨¢s espl¨¦ndido de los relicarios, el m¨¢s a prop¨®sito para custodiar el sagrado trofeo que portaba en su pico.
Suerte, y van tres, que la Golondrina est¨¢ posada en el extremo meridional de la cuerda de las Cabrillas, contrafuerte gran¨ªtico que mantiene firme la Bola del Mundo, pues nadie hallar¨¢ una atalaya mejor que ¨¦sta -sobre la divisoria de aguas de los l¨ªos Manzanares, al este, y Guadarrama, al oeste- para aprender de un solo vistazo la trilog¨ªa paisaj¨ªstica madrile?a: sierra, rampa y llanura. -
Dos son las rutas que cabe seguir para coronar el cerro de la Golondrina. La primera -para caminantes con poco fuelle o ninguna paciencia- consiste en bajar cerca de un kil¨®metro por la carretera de Navacerrada a Guadarrama (M-614) hasta topar, a mano derecha, con el desv¨ªo a Cercedillia, y a mano contraria, una cancela met¨¢lica que habr¨¢ que sortear para echarse a andar monte arriba. En un cuarto de hora, el excursionista se hallar¨¢ en el collado del Buey, rellano desde el que atacar¨¢ la cumbre buscando paso a la izquierda entre el melojar. En total, menos de una hora de paseo facil¨®n.
Otro camino, mucho m¨¢s gratificante que el anterior, es el que asciende desde la localidad de Collado Mediano hacia el norte, col¨¢ndose por entre las m¨ªnimas alturas de la sierra del Castillo a trav¨¦s de un collado que custodia un solitario chopo, visible desde casi cualquier punto del pueblo. Desde este paso, el excursionista salvar¨¢ la amplia vaguada que lo separa del vecino cerro de Jarahonda -a dos kil¨®metros de distancia, ligeramente a la izquierda- y, remont¨¢ndolo en zigzag por una pista jalonada de cedros, enfilar¨¢ ya sin m¨¢s demora hacia la Golondrina, que es el mayor de los mont¨ªculos que se alzan a septentri¨®n, en l¨ªnea con la Bola del Mundo.
Vistas de p¨¢jaro son las que se ofrecen al caminante desde el cerro de la Golondrina. A levante, la Maliciosa, madre del Manzanares; a poniente, el curso alto r¨ªo Guadarrama; enfrente, Siete Picos y Cercedilla, donde el sol sale cada ma?ana pasando por la Golondrina. Y all¨¢ que baja, siguiendo sus rayos, el excursionista.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.