M¨¦xico fin de siglo y la supervivencia del PRI
Si no fuera porque a este desdichado pa¨ªs le han sucedido tantas desgracias en tiempos recientes, el saldo del a?o mexicano que ha concluido y las perspectivas para el que comienza ser¨¢n verdaderamente aterradoras. Pero todo por servir se acaba, y la capacidad de asombro del M¨¦xico de fin de siglo parece haberse agotado: de ah¨ª que el c¨²mulo de contratiempos que asuela la poblaci¨®n s¨®lo enfrente resignaci¨®n, indiferencia o un miedo paralizante. Por algo el r¨¦gimen pri¨ªsta, que avanza inexorablemente hacia un siglo de vida, conserva sus esperanzas de perdurar y triunfar: m¨¢s all¨¢ del pesimismo de la coyuntura, no carece de fundamentos para enfrentar el futuro con sincera seguridad.Es cierto que casi todo pareciera apuntar hacia una debacle para el sistema autoritario mexicano en 1997 y, de manera m¨¢s contundente, en el a?o 2000. La econom¨ªa goza de una recuperaci¨®n raqu¨ªtica, selectiva y precaria; la violencia y la inseguridad se han apoderado de la capital y de muchas provincias; la corrupci¨®n de reg¨ªmenes anteriores y la pasividad frente a ella del Gobierno actual desesperan a los mexicanos. Ha surgido un nuevo, enigm¨¢tico y ubicuo grupo guerrillero, y el anteriormente aparecido se ve enfrascado en un interminable proceso negociador en el que quienes desean un desenlace no lo pueden imponer, y quienes pueden lograr un acuerdo no lo quieren. Las ancestrales desigualdades mexicanas se agudizan; a los abismos que separan regiones, etnias y clases se suman ahora las nuevas brechas entre enchufados a Estados Unidos y los vastos sectores empresariales, obreros, consumidores y marginados que viven sin el amparo de esta conexi¨®n vital. Finalmente, se rompen los ¨²ltimos eslabones del pacto entre gobernados y gobernantes: los mexicanos dejan de pagar incluso los magros impuestos (piensen lo que piensen los panistas, los ricos y los, ignorantes) que les arrancaba el Estado; el desplome de la recaudaci¨®n es quiz¨¢ el da?o m¨¢s duradero que los esc¨¢ndalos del salinismo le infligieron al pa¨ªs.
Pero aun con este panorama desolado, el sistema encierra enormes reservas de fuerza y ma?a que le auguran una sobrevivencia factible. Tres factores son dignos de mencionar, no necesariamente en orden de importancia. El primero es el firme y perenne apoyo de Estados Unidos; pase lo que pase, Ernesto Zedillo sabe que cuenta con el respaldo de Washington. A pesar del coste creciente de su ayuda, sigue siendo menor que el coste -impagable- de perder el poder. Un segundo elemento que puede garantizar la vigencia de lo que hoy es el r¨¦gimen unipartidista m¨¢s antiguo del mundo estriba en el miedo de los mexicanos al cambio ordenado, que temen porque sencillamente no lo conocen. El PRI hace bien en recurrir al chantaje del miedo -o nosotros o el caos- porque sabe que la poblaci¨®n as¨ª piensa. El pavor ante el enfrentamiento,, o frente a la contradicci¨®n y a la noci¨®n misma de discrepancia, paraliza al mexicano; ha preferido una continuidad abominable a una mudanza turbulenta, y muy posiblemente siga haci¨¦ndolo.
El tercer ingrediente reside en la divisi¨®n de los opositores, condici¨®n sine qua non de cualquier triunfo pri¨ªsta y garant¨ªa de la derrota de la oposici¨®n. Ah¨ª donde M¨¦xico posee en los hechos un esquema bipartidista, el Gobierno pierde: ya sea con el PAN, en la mayor¨ªa de los casos, ya sea con el PRD, en una minor¨ªa creciente. Pero donde rige un tripartidismo efectivo, es decir, a nivel nacional y en el Distrito Federal, la fragmentaci¨®n puede desembocar en una victoria pri¨ªsta, incluso con mucho menos que el 50% del voto.
La l¨®gica de la unidad se estrella contra la din¨¢mica de las desconfianzas, de las vanidades y de las ilusiones, Si entre 1988 y 1994 la izquierda desisti¨® de buscar una convergencia con el PAN por creer que Cuauht¨¦moc C¨¢rdenas ten¨ªa asegurado el triunfo en 1994, ahora el PAN rechaza un acuerdo con el PRD por las mismas razones, pero a la inversa. El pa¨ªs va a la deriva, pero el precio de una uni¨®n opositora resulta excesivo para todos los directamente interesados, o choca con la indiferencia de los espectadores lejanos.
. En el fondo, el sistema pol¨ªtico mexicano enfrenta un solo peligro real: la divisi¨®n o la enajenaci¨®n de sus ¨¦lites. Desde los a?os treinta, empresarios, curas, militares, ex presidentes y pol¨ªticos profesionales, americanos e intelectuales se avinieron a un sistema pol¨ªtico que resguardaba cabalmente sus intereses y les permit¨ªa dirimir pac¨ªficamente sus diferencias. Su disgusto fugaz ante tal o cual gobernante o medida ced¨ªa siempre ante la coincidencia estrat¨¦gica de opiniones e intereses. Nadie pateaba el pesebre, y todos se beneficiaban de los tesoros del arc¨®n reencontrado.
Hoy, en cenas y columnas, en disidencias y represalias, en 'decisiones personales y colectivas, se vislumbra una distancia pre?ada de incertidumbres. El desprecio generalizado por la persona de los gobernantes actuales, en un pa¨ªs donde el respeto a las figuras y autoridades es legendario; el recurso a la sa?a y el dolor para castigar deslealtades o desacuerdos; la separaci¨®n tajante entre la conveniencia individual y la cooperaci¨®n de clase; la impericia y estrechez del c¨ªrculo gobernante, son todos ellos ingredientes potenciales de una descomposici¨®n paulatina. Disgregaci¨®n gradual de un sistema que siempre descans¨® en la anuencia de las ¨¦lites, y que probablemente no podr¨¢ perdurar sin ella. -
Los ¨²ltimos en abandonar el barco ser¨¢n los que m¨¢s cuentan: los militares y los americanos. Pero hasta ellos tienen un umbral de tolerancia. ?Cu¨¢ndo lo cruzaremos?
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