La lucha firmada
Los manifiestos firmados por profesores, escritores, artistas, profesionales y ciudadanos del com¨²n para protestar contra las decisiones de la dictadura y para denunciar sus abusos fueron moneda corriente durante el franquismo. Esos escritos circulaban de forma clandestina: no eran reproducidos informativamente por una prensa bajo control del Gobierno mediante la censura previa hasta 1966 (y a trav¨¦s de mecanismos indirectos hasta 1975) y tampoco pod¨ªan ser insertados como publicidad pagada en los medios de comunicaci¨®n. Adem¨¢s, los firmantes se arriesgaban a ser procesados, multados, privados del pasaporte, expedientados si eran funcionarios p¨²blicos o desterrados; la protesta por el corte de pelo de que hab¨ªan sido v¨ªctimas algunas mujeres de la cuenca minera asturiana le cost¨® a Jos¨¦ Bergam¨ªn en 1963 su segundo exilio. Esa forma de oponerse al franquismo sol¨ªa ser denominada humor¨ªsticamente lucha firmada; pese a su aparente inocuidad, fue un j arma eficaz para la deslegitimaci¨®n de la dictadura.Desde el restablecimiento de la democracia, la militancia partidista y sindical, el ejercicio del sufragio y el derecho de manifestaci¨®n y reuni¨®n son el lecho principal que sirve de cauce a las protestas y a las denuncias ciudadanas. La libertad de expresi¨®n y el pluralismo efectivo dentro del mundo de los medios de comunicaci¨®n (desde las revistas de ultraderecha hasta el diario Egin) aseguran una tribuna o un altavoz a cualquier opini¨®n. La lucha firmada, sin embargo, no ha desaparecido, con la ventaja a?adida de que su difusi¨®n ahora es legal y puede recurrir a su inserci¨®n pagada en los peri¨®dicos (lo que los argentinos llaman solicitadas): las tomas de posici¨®n respecto a determinados acontecimientos (como el refer¨¦ndum de la OTAN en 1986 o la huelga general del 14-D) y la petici¨®n del voto para los partidos suelen servir de motivo a esos llamamientos.
La vista oral se?alada por la Audiencia Nacional para juzgar a Ruiz-Mateos por dos delitos de falsedad ha dado lugar a un pintoresco anuncio publicado la semana pasada en algunos diarios para solicitar la celebraci¨®n del "verdadero y aut¨¦ntico juicio de Rumasa": el acad¨¦mico Torcuato Luca de Tena, el notario Blas Pi?ar, los novelistas Fernando Vizca¨ªno Casas y ?ngel Palomino, los cantantes Bet¨ªn Osborne y Raphael, el periodista Antonio Izquierdo y la dise?adora Agatha Ruiz de la Prada figuran en esa lista de firmantes dominada por los nost¨¢lgicos del franquismo y la ultraderecha. Tras mezclar y confundir torticeramente el juicio penal contra Ruiz Mateos, todav¨ªa pendiente, y el pleito contencioso-administrativo sobre la expropiaci¨®n de Rumasa, resuelto hace mas de diez a?os por el Tribunal Constitucional, el llamamiento pronuncia por adelantado su veredicto: "Como es p¨²blico y notorio", la intervenci¨®n de Rumasa fue "innecesaria" y fruto de una incautaci¨®n "cuasi dictatorial" adoptada "manu militari".
Dejando a un lado esa mascarada (?alguno de los firmantes hubiese pedido en 1963 un juicio justo para Juli¨¢n Grimau, condenado a muerte por un Consejo de Guerra cuyo vocal ponente hab¨ªa falsificado su t¨ªtulo de licenciado en derecho?), el anuncio insertado el pasado domingo en diferentes peri¨®dicos por veinte editores para expresar su solidaridad con la librer¨ªa Lagun, de San Sebasti¨¢n, asaltada varias veces por grupos violentos simpatizantes de ETA, devuelve su antiguo significado y su pleno sentido a la lucha firmada en defensa de las libertades frente a los movimientos autoritarios, est¨¦n en el poder (como el franquismo) o traten de conquistarlo mediante la ocupaci¨®n de las calles (como el nacionalismo radical vasco); mientras los diarios que publicaban ese gesto de apoyo se estaban imprimiendo, los b¨¢rbaros volv¨ªan a romper los escaparates de la librer¨ªa donostiarra (fundada en 1968 y represaliada durante la dictadura) el s¨¢bado por la noche y a quemar en una pira inquisitorial sus libros en la plaza de la Constituci¨®n -precisamente- de la capital guipuzcoana.
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