Rey Ra¨²l
El delantero de 19 a?os, h¨¦roe de la goleada que endos¨® al Atl¨¦tico un Real Madrid con 10 jugadores
En la memoria del madridismo y del f¨²tbol quedar¨¢ una jugada conocida como el raulazo: por Ra¨²l y por golazo. De la nada, sometido al acoso de una red de defensas, lejos de su punto de destino, que por supuesto es la porter¨ªa Ra¨²l tom¨® como pudo un pase de Redondo, un bal¨®n aparentemente inocuo, dif¨ªcil de controlar y de hacerlo prosperar. Pero Ra¨²l lo recogi¨® y se lanz¨® de manera inpinada a una aventura hermos¨ªsima: regate¨® a Geli en la raya del ¨¢rea y se dirigi¨® con los ojos abiertos hacia la porter¨ªa. De frente le esperaba L¨®pez, que se comi¨® un amague hacia adentro y luego otro hacia afuera. El central qued¨® dos veces tirado en el suelo, indefenso ante las habilidades del chico, que coron¨® su jugada con un tiro cruzado, de, delantero grande. Un gol enorme, el raulazo inolvidable que translada directamente al muchacho (19 a?os) a la jefatura moral del Madrid. Porque todo eso ocurri¨® en un momento que parec¨ªa cr¨ªtico para su equipo tras la expulsado de Mijatovic (en el minuto 67, por insultar a un juez de l¨ªnea) y despu¨¦s de una sobresaliente reacci¨®n que hab¨ªa llevado al equipo hasta el empate. Reacci¨®n que naturalmente descans¨® sobre el talento y el coraje de Ra¨²l, que revent¨® el derby en una segunda parte memorable. Marc¨® el tanto del empate, se ocup¨® personalmente de desbaratar al Atl¨¦tico y marc¨® su c¨¦lebre gol, ese raulazo que dispar¨® a su equipo hacia la victoria sobre el campe¨®n y mat¨® al Atl¨¦tico, derribado por la tremenda actuaci¨®n de, Ra¨²l, autor de un partido que marcar¨¢ una l¨ªnea divisoria en el madridismo. Desde ayer, Ra¨²l es el rey.Mucho antes de que Ra¨²l decidiera conquistar la noche, el partido tuvo los tr¨¢mites normales del juego: dos equipos que se arman para batir t¨¢cticamente al rival. Las caracter¨ªsticas de los dos equipos animaron durante la primera parte a un juego de tendencia evidente a achicar y tirar el fuera del juego. De esta manera, el tr¨¢fico se volvi¨® muy complicado en el medio, donde el juego se colaps¨® a la espera de que los dos equipos perdieran frescura y cedieran espacios. Como -el encuentro sali¨® tan combatido, el Madrid se sinti¨® en su entorno natural. Durante el primer tiempo tuvo m¨¢s y mejores soluciones a los problemas del partido. Fue superior en el medio campo, donde el Atl¨¦tico actu¨® con incomodidad, en buena medida porque Paunovic se emple¨® inicialmente con timidez, porque Caminero estuvo fuera de sitio y porque Pantic tuvo poco peso en el juego de su equipo.
Hasta que el Atl¨¦tico puso la casa en orden, y eso ocurri¨® tras el primer cuarto del partido, el Madrid funcion¨® con m¨¢s equilibrio y autoridad. Incluso practic¨® un juego menos nervioso de lo. habitual. Dispon¨ªa del bal¨®n, abr¨ªa el campo y descolocaba a la defensa rojiblanca cuando Mijatovic y Suker se tiraban atr¨¢s. Mientras tanto, el Atl¨¦tico achicaba agua como pod¨ªa, con las l¨ªneas rotas y demasiado expuesto a las oportunidades del Madrid, que encaden¨® cuatro ocasiones, casi todas protagonizadas por Mijatovic y Suker.
En ese estado de cosas, el Madrid se manejaba con cierta comodidad y el Atl¨¦tico pasaba por una crisis. Al Madrid s¨®lo le falt¨® punter¨ªa en aquellos momentos, un poblerna que arregl¨® Ra¨²l en la segunda parte. Quiz¨¢ el desperdicio de las oportunidades provoc¨® la frustraci¨®n de los jugadores. De repente, el Madrid perdi¨® manejo y sitio. En la misma medida, el Atl¨¦tico comenz¨® a reflotarse, a salir del barullo y a buscar. las soluciones correctas. Por ejemplo, el buen uso de la banda derecha, por don de el Atl¨¦tico se enganch¨® al partido.
Primero se produjo el equilibr¨ªo; luego, el Atl¨¦tico consigui¨® tocar la pelota, y finalmente se abri¨® el boquete para Paunovic y Geli. No le hizo falta mucho tiempo al equipo rojiblanco para sacar beneficio de su recuperaci¨®n. El gol reprodujo perfectamente la situaci¨®n que atravesaba el partido y manifest¨® un viejo defecto del Madrid. Con espacio y tiempo, Paunovic pudo largar un centro espl¨¦ndido, de esos que tienen elegido el destinatario, en este caso Kiko, que cabece¨® a gol con limpieza entre los dos centrales madridistas. Pero cualquiera que fuera la perfecci¨®n del centro y del cabezazo, el tanto vuelve a levantar sospechas sobre el poder¨ªo de la defensa del Madrid en el juego alto, donde sufre demasiado.
Fue interesante lo que sucedi¨® tras el gol. El Atl¨¦tico jug¨® su mejor f¨²tbol, pero el Madrid tuvo car¨¢cter y oficio. No se desarm¨® por el impacto y se mantuvo como un equipo de una pieza. En el otro lado, el Atl¨¦tico se recuper¨® visiblemente. Continu¨® su tenaz trabajo por la banda derecha, donde Gel? y Paunovic metieron en problemas a Roberto Carlos.
El Atl¨¦tico no tuvo la oportunidad de manejar apropiadamente la ventaja. El segundo tiempo arranc¨® con el gol de Ra¨²l, que se aprovech¨® de un rechace para dejar la pelota en la red, porque ni siquiera se puede interpretar como un remate. Fue un acto de frialdad y clase, dos cualidades que distinguen a los grandes jugadores. sea, Ra¨²l, que modific¨® el partido descaradamente. Se traslad¨® a la banda derecha y desde all¨ª gener¨® una sucesi¨®n interminable de conflictos para la defensa del Atl¨¦tico. Result¨® admirable su capacidad para entender lo que ped¨ªa el partido y lo que necesitaba su equipo. Frente a su agigantada figura, todo se empeque?eci¨®. En primer lugar, el Atl¨¦tico de Madrid: no consigui¨® una ocasi¨®n de gol en todo el segundo tiempo. Pero tambi¨¦n sus compa?eros, que cumplieron un papel subsidiario frente al jugador que protagoniz¨® la noche, que la conquist¨® con un gol formidable, que ayud¨® en los otros dos, que se resisti¨® a admitir la ausencia de Mijatovic como decisiva, que lanz¨® al Madrid a una victoria en un derby que se anunciaba igualado y que no lo fue porque en el Manzanares hubo un futbolista imponente: Ra¨²l, rey del madridismo.
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