El legado hist¨®rico del presidente Aza?a
Cuando el ministro del Interior, a la saz¨®n, Jos¨¦ Barrionuevo, me telefone¨® el jueves 26 de enero de 1984 -me encontraba en mi entonces domicilio habitual en Cambridge (EE UU)- recib¨ª una de las mayores alegr¨ªas de mi vida: me comunicaba que se acababa de hallar en la Escuela Superior de Polic¨ªa (hoy Direcci¨®n General), en la madrile?a calle de Miguel ?ngel, n¨²mero 5, el archivo del presidente Aza?a que, en julio de 1940, la Gestapo nazi hab¨ªa confiscado en su residencia de Pylasur-Mer, junto a Arcachon, en la costa atl¨¢ntica meridional francesa (recordemos que el presidente y su esposa, do?a Dolores Rivas-Cherif, hab¨ªan sido evacuados en una ambulancia por las autoridades francesas que les hab¨ªan trasladado primero a Vichy y luego a Montauban donde falleci¨® la noche del 3 de noviembre de 1940). El archivo de Aza?a hab¨ªa sido ocultado all¨ª por un director de la Escuela de Polic¨ªa, Eduardo Com¨ªn Colomer (paranoico autor de panfletos y libros persecutorios), que utiliz¨® seguramente para sus siniestras acusaciones. Mas, milagrosamente, gracias a dicho inquisidor, se conservaron los papeles del presidente.Mi propuesta inmediata al ministro Barrionuevo fue muy clara: los papeles de Aza?a pertenec¨ªan al patrimonio hist¨®rico de Espa?a y deber¨ªan depositarse sin demora alguna en el Archivo Hist¨®rico Nacional. Porque as¨ª ser¨ªan ordenados y clasificados por personal competente, ofreciendo posibilidades de investigaci¨®n a los j¨®venes aza?istas que deseaban trabajar (o estaban haci¨¦ndolo). sobre el presidente. El Gobierno espa?ol -contrariamente a mi propuesta (repetida por telegrama al ministro de Cultura, Javier Solana)- opt¨® por "devolver" a la viuda del presidente -representada por su sobrino, Enrique Rivas-Cherif- la totalidad del archivo hallado en Madrid. No es ahora la ocasi¨®n para mostrar la patente arbitrariedad de tal decisi¨®n gubernamental: baste se?alar que (tras el deceso de la se?ora de Aza?a) el se?or Rivas-Cherif ha guardado el archivo del presidente como si fuera una propiedad particular para su personal usufructo.
Y tras la alegr¨ªa que a todos los admiradores de Manuel Aza?a ha tra¨ªdo este a?o nuevo la noticia -que conoc¨ª en Nueva York justamente el 1 de enero pasado- de haber sido entregados a la ministra de Educaci¨®n y Cultura, por un familiar del general Franco, los cuadernos robados en 1937 en Ginebra por un diplom¨¢tico espa?ol (Antonio Espinosa, que los utiliz¨® como aval para atenuar la fecha tard¨ªa de su deserci¨®n e incorporaci¨®n a la Espa?a caudillista). All¨ª, en Ginebra, en el consulado regentado por el cu?ado del presidente, Cipriano Rivas-Cherif, se hallaban, desde principios de 1937, los diarios personales de Aza?a (1931-1933) que su esposa hab¨ªa llevado a Suiza. Recordemos que el presidente Aza?a hab¨ªa abandonado Madrid en octubre de 1936, cuando la situaci¨®n militar al oeste de la capital hac¨ªa temer que los ej¨¦rcitos rebeldes pudieran capturarla. Mientras el Gobierno republicano, encabezado por Francisco Largo Caballero, fij¨® en Valencia su sede temporal, el presidente Aza?a se instal¨® en Barcelona. A la capital catalana llev¨® Aza?a una parte de sus papeles personales y, sobre todo, el presidente cuid¨® muy particularmente de salvar los cuadernos de sus diarios, destinados a permitirle redactar unas eventuales memorias. Y, m¨¢s tarde, temeroso de que algo pudiera suceder a dichos documentos, decidi¨® enviarlos a un lugar seguro fuera de Espa?a, concretamente a Ginebra, donde estaba su antiguo amigo y cu?ado, Rivas-Cherif. Tal fue el relato que me hizo en M¨¦xico la se?ora de Aza?a, en 1960: que difiere de lo narrado por su hermano, quien asegur¨® que Aza?a se los hab¨ªa confiado al salir de Espa?a para ocupar el cargo de c¨®nsul en Ginebra.
Lo sucedido en 1937 a los diarios de Aza?a podr¨ªa calificarse de episodio esperpentico si no fuera por todas las consecuencias que tuvo el notable hurto en la misma Ginebra, donde la pat¨¦tica Sociedad de las Naciones escuchaba (paralizada por muy diversos factores) las s¨²plicas de la Segunda Rep¨²blica de Espa?a para alertarla ante las crecientes amenazas de la Alemania hitleriana. Tras la llegada del presidente y su familia a Francia, al principio de 1939, los diarios correspondientes a 1936-1939 -junto con los de 1931-1933 salvados del robo de 1937- fueron finalmente entregados a la legaci¨®n de M¨¦xico en Vichy, y all¨ª (y luego en el Par¨ªs liberado) permanecieron hasta que la se?ora de Aza?a regres¨® a Europa para llevarlos consigo a la capital mexicana. All¨ª fueron cuidadosamente fotografiados -en su presencia y en la de varios testigos- para su transcripci¨®n y publicaci¨®n en el volumen IV de las Obras completas de Manuel Aza?a editadas por m¨ª y publicadas por Ediciones Oasis (1966-1968). Hubo, por supuesto, un hueco considerable en dicho tomo cuarto: el de los cuadernos robados en 1937, cuyo paradero se ignoraba. Sin embargo, el director de la Academia de la Historia se comunic¨® conmigo para relatarme que se hab¨ªa entrevistado con el general Casta?¨®n de Mena (entonces ministro del Ej¨¦rcito) -Y anteriormente alto funcionario en El Pardo-, quien, tras una indignada referencia al hurto de 1937: "?Que un subordinado se haya atrevido a robar a un superior!", asegur¨® a Pab¨®n que los diarios de Aza?a hab¨ªan estado en El Pardo y supon¨ªa que all¨ª seguir¨ªan.
Poco despu¨¦s, Pab¨®n visit¨® al general Franco (a quien conoc¨ªa desde sus comunes d¨ªas de Zaragoza) para pedirle que los diarios de Aza?a, dada su gran importancia para la historia de Espa?a, fueran depositados en la Academia de la Historia. La respuesta del general fue una enigm¨¢tica pregunta: "?Es usted Pab¨®n?". Pab¨®n me relat¨® el episodio verdaderamente esperp¨¦ntico que hab¨ªa vivido, aunque hab¨ªa en su consternaci¨®n una divertida serie de posibles interpretaciones a la pregunta caudillista. Finalmente, Pab¨®n la traduc¨ªa as¨ª: "?Es posible que el muy mon¨¢rquico Pab¨®n que yo conoc¨ªa en Zaragoza venga a ponderar tan altamente los diarios de Aza?a?". Pab¨®n participaba de la misma admiraci¨®n que yo ten¨ªa por la pluma memorialista de Aza?a. Porque, sin duda, Aza?a es el ¨²nico espa?ol -?de todos los tiempos!- que al asumir poderes ejecutivos en el Gobierno de su pa¨ªs simult¨¢nea los papeles de "actor" y "cronista". ?En sus primeros 500 d¨ªas ministeriales escribi¨® 500.000 palabras! Lo que hab¨ªa apuntado en un cuadernillo ¨ªntimo de 1912 -"La escritura: lucha de la inteligencia contra el tiempo"- se realiz¨® singularmente en sus a?os de estadista. Para el quim¨¦rico designio de Aza?a -"?sobre esto podr¨¢ levantarse una historia nueva?" (20 de marzo de 1932)-, la atencion memorialista no se reduc¨ªa a una ulterior finalidad literaria, pues marcaba en s¨ª misa el despliegue, de la capacidad ejecutiva del estadista. En suma, en los diarios del presidente Azala se transparenta aquella Espa?a que est¨¢ ya en la historia perenne del siglo XX europeo. De ah¨ª que los diarios reci¨¦n hallados constituyan un patrimonio nacional indudable que sobrepasa "propiedades" familiares y corresponde al Archivo Hist¨®rico del Estado su custodia, facilitando as¨ª su acceso a todos los investigadores del pasado espa?ol. Por lo mismo, los cuadernos originales de los diarios de 1931-1939, retenidos a¨²n por la familia Rivas-Cherif, deber¨ªan ser reclamados por el Gobierno de Espa?a, para as¨ª restaurar su unidad y cerrar para siempre un episodio de la tragedia patria. Al patriotismo del gesto de la donante actual corresponder¨ªa el de los posesores de los dem¨¢s diarios manuscritos originales de 1931-1939 (ya publicados en 1968).
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