Muertes en Ruanda
TRES COOPERANTES espa?oles de la organizaci¨®n no gubernamental M¨¦dicos del Mundo murieron ayer en Ruanda, en una m¨¢s de las matanzas que se est¨¢n convirtiendo en habituales en aquella zona desgraciada de ?frica. El m¨¦dico Manuel Madrazo, la enfermera Mar¨ªa Flors Sirera y el logista y fot¨®grafo Luis Mar¨ªa Valtue?a fueron brutalmente ejecutados, presumiblemente por bandas de milicianos hutus que han regresado al pa¨ªs al mismo tiempo que una gran parte de los refugiados civiles. Son ya ocho los cooperantes espa?oles que han muerto en la ¨²ltima explosi¨®n del conflicto centroafricano, a los que recientemente se sum¨® una enfermera que trabajaba con la Cruz Roja en Chechenia.Las ONG est¨¢n pagando un precio muy alto en vidas de sus colaboradores por sus tareas de ayuda en las ¨¢reas m¨¢s castigadas, ca¨®ticas y peligrosas. Los asesinatos de ayer en Ruanda, especialmente dolorosos para los ciudadanos espa?oles, revelan contundentemente que el sangriento conflicto en aquel pa¨ªs no ha terminado. Aunque la preocupaci¨®n de Occidente se haya desviado hacia otras ¨¢reas, la herida de Ruanda sigue tan abierta como cuando era primera noticia mundial. Aunque sea anecd¨®tico, hay que recordar que mientras los focos informativos iluminan una zona determinada, act¨²an como leve protecci¨®n para las organizaciones que desarrollan tareas humanitarias. Pero cuando la atenci¨®n se desv¨ªa hacia otros puntos, los riesgos de matanzas y caos se multiplican. Ruanda hab¨ªa sido relega da como punto preferente de atenci¨®n durante las ¨²ltimas semanas.
Pero los asesinatos de ayer demuestran principalmente, con la peor de las crudezas, que si la comunidad internacional ya tiene graves dificultades para solucionar conflagraciones civiles y de alto riesgo en todas las zonas del mundo -el ejemplo de Yugoslavia es definitivo-, las dificultades se convierten pr¨¢cticamente en humillante imposibilidad en zonas de bajo inter¨¦s geoestrat¨¦gico. ?frica acumula un n¨²mero elevado de territorios de este tipo que, como mucho, concitan sentimientos de conmiseraci¨®n en la opini¨®n p¨²blica de los pa¨ªses desarrollados. Es precisamente en esas zonas donde las organizaciones no gubernamentales tienen que suplir la ausencia de estructuras p¨²blicas con su participaci¨®n en tareas sanitarias y humanitarias a menudo mal entendidas y que generan un riesgo ¨ªisico evidente. Finalmente, estos voluntarios parchean trabajosamente los enormes vac¨ªos que las organizaciones internacionales p¨²blicas son incapaces de cubrir.
Es evidente que la actividad de los cooperantes que trabajan en el ojo del hurac¨¢n de los conflictos b¨¦licos no puede ser protegida -directamente. Quienes optan libremente por desarrollar actividades de alto riesgo en ?frica, los Balcanes o alguna rep¨²blica ex sovi¨¦tica conocen el riesgo que asumen y que ese riesgo es en ocasiones de vida o muerte. Precisamente en eso estriba la grandeza de aquellos ciudadanos que deciden poner sus capacidades profesionales al servicio de quienes las necesitan en zonas de agudo peligro y por esa raz¨®n son m¨¢s dignos de elogio quienes optan libremente por tales destinos. Por eso es tambi¨¦n necesario que los Estados refuercen las garant¨ªas de control sobre este tipo de organizaciones, para que el riesgo que corren los cooperantes., sus miembros m¨¢s valiosos, no sea empa?ado por actitudes equ¨ªvocas.
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