Lorito real
Guardias civiles de paisano entraron en Navidad en el Museo Reina Sof?a y recomendaron a los responsables de la instalaci¨®n del artista griego Jannis Kounellis que retiraran de ella un papagayo. La Guardia Civil atend¨ªa los requerimientos de grupos ecologistas espa?oles que consideraban "indignante" la presencia del animalito en la citada instalaci¨®n. El loro fue retirado.Hasta aqu¨ª la historia. Una lamentable historia, aunque no ha faltado alg¨²n admirado colega que ha salido en defensa de esta tan verde Guardia Civil. Es un s¨ªntoma m¨¢s de la plaga de lo pol¨ªticamente correcto, que es una peligros¨ªsima y privilegiada expresi¨®n de ese fascismo blanco que galopa por Europa y Am¨¦rica. Los loros han sido de siempre animalitos decorativos, una vez, eso s¨ª, que se les arranc¨® de la selva donde estaban tan felices, seg¨²n los ecologistas, para pas¨¢rselo pipa en compa?¨ªa de los humanos. Por eso, porque se acomodaron admirablemente a nuestra indeseable compa?¨ªa y dec¨ªan palabrotas o imitaban el rezo de las beatas, los vio Garc¨ªa Lorca por los patios de Andaluc¨ªa gritando en uni¨®n de surtidores y planetas. Pero qu¨¦ poco correcto Lorca, ?verdad? ?Un loro gritando? Qu¨¦ ordinariez. Y qu¨¦ poco correcto Rafael Alberti cuando evocaba el pasado fin de siglo con un lorito al piano que "quer¨ªa hacer de tenor".
El "lorito real" de nuestra infancia tiene que ser protegido de los artistas que, con los debidos permisos y con la debida alimentaci¨®n, lo exhiben sobre su palito y encima de un inocente campo de cactus, como hac¨ªa Kounellis en su instalaci¨®n (aunque ahora se busquen excusas para lo inexcusable y se diga que el papagayo estaba disgustado). Por este camino se puede. ya pedir la supresi¨®n de las carreras de caballos. Particularmente, no me interesan demasiado este tipo de experimentos art¨ªsticos, pero estoy dispuesto a creer que algo pueden tener de valiosos cuando suscitan tales reacciones. Ardientes dem¨®cratas llamando a la Guardia Civil para entrar en un museo y desmantelar una exposici¨®n: la paradoja es fascinante. Pues eso es lo que han hecho los ultras toda la vida. Claro que a lo mejor la cosa va de ultras.
Los pol¨ªticamente correctos est¨¢n dispuestos a acabar con cuanto se les ponga por delante. El creyente correcto tiene que rezar a Dios todos los d¨ªas con un delicioso "padre-madre que est¨¢s en los cielos", si es que es de verdad correcto. En un plano m¨¢s laico, los correctos se quieren cargar la gram¨¢tica espa?ola comenzando por los plurales, y as¨ª nuestro ayatol¨¢ nacional habla siempre de los "compa?eros y compa?eras" (que no deben ser, desde luego, los / las del partido de Almeida y L¨®pez Garrido), en fiel eco de las consignas que dict¨® cuando era ministra la socialista Cristina Alberdi, que hizo imprimir un inefable folleto contra el uso sexista de la lengua. Para no ser sexistas se violenta la econom¨ªa ling¨¹¨ªstica y la raz¨®n misma de los g¨¦neros en castellano, pero eso qu¨¦ m¨¢s da. No s¨¦ si lo saben: Miguel ?ngel no representa al hombre del Renacimiento, sino al ser humano. Aqu¨ª, s¨¦panlo tambi¨¦n, no se puede discriminar a nadie, salvo cuando se hace positivamente, que es una magn¨ªfica demostraci¨®n de igualdad. Los holandeses ya la tienen, la discriminaci¨®n positiva; es cuesti¨®n de esperar. En realidad es cuesti¨®n de hacerse la v¨ªctima.
Hazte v¨ªctima y ver¨¢s, es decir, hazte minor¨ªa marginada -no elitista, eso no-, hazte lorito real de instalaci¨®n o corzo de bosque animado, que como v¨ªctima siempre tendr¨¢s raz¨®n. Por eso, los escritores, tan verdugos ellos, no deben escribir sobre las mujeres: sobre las mujeres quienes saben son ellas y solamente ellas. ?Y Gald¨®s? ?Y Tolst¨®i? ?Y Shakespeare? Esos eran unos machistas de no te menees, proclama la ardiente partidaria de la literatura femenina. Otro d¨ªa escucharemos lo que dicen los de la literatura gay o de la subesquimal, que tambi¨¦n da mucho de s¨ª, pues ya est¨¢ bien de tanto eurocentrismo opresor y colonialista.
Entran en el Reina Sof¨ªa y se llevan al loro. Y es para re¨ªrse, as¨ª a la primera, pero no deja de ser una curiosa manera de restablecer la censura. Cuidado, pues, con el uso que se da a los loros, cuidado con el uso de los caballos, cuidado con el uso de los g¨¦neros. Cuidado con llamar a las cosas por su nombre. Un asesino, un secuestrador, un ladr¨®n -lo o¨ªmos tristemente todos los d¨ªas- es s¨®lo... un violento... Lo dicho fascismo blanco, pero fascismo al fin.
Babelia
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