Estuario
Una de las aportaciones m¨¢s se?eras de los asendereados dise?adores de la extinta movida madrile?a fue cambiar los iconos tradicionales de la imagen capitalina y elegir como t¨®tem de la ciudad renacida el edificio Capitol de la plaza del Callao. Ni la puerta de Alcal¨¢, privada de horizonte por la ominosa silueta de la Torre de Valencia, ni la Cibeles, ni la plaza Mayor se correspond¨ªan con la nueva visi¨®n de la ciudad renacida. El singular edificio del cine Capitol, el edificio Carri¨®n, con sus airosas curvas, era el paradigma buscado, el monolito alrededor del cual danzar¨ªan las nuevas tribus enamoradas de la moda juvenil. Fue una acertada elecci¨®n. El edificio, obra de los arquitectos Luis Mart¨ªnez Feduchi y Vicente Eced y Eced, erigido en 1931, es un edificio posmoderno malgr¨¦ lu¨ª, una obra ecl¨¦ctica que, seg¨²n los expertos, recoge influencias del expresionismo alem¨¢n y de los rascacielos neoyorquinos. Para completar su caleidosc¨®pica imagen, los neones publicitarios le dan un definitivo aire londinense a lo Piccadilly Circus.La plaza del Callao posee otros inmuebles notables: el que alberga el cine del mismo nombre, el de la Adri¨¢tica y el Palacio de la Prensa -obra de 1924 firmada por Pedro Muguruza-, que fue el rascacielos m¨¢s alto de Madrid hasta que se levant¨® en sus proximidades la mole de la Telef¨®nica, un edificio peculiar de ladrillo visto, con claras influencias de la escuela de Chicago, seg¨²n doctas opiniones. Peculiar es tambi¨¦n la aplastada torre rectangular que separa las calles del Carmen y Preciados, que hasta hace poco albergara las galer¨ªas comerciales de su nombre y ahora es la sede de un h¨ªper cultural y audiovisual.
A ras de tierra, la plaza del Callao pasa por ser una de las m¨¢s populosas y bulliciosas de la ciudad, un puerto donde confluyen y refluyen los visitantes for¨¢neos y los hijos del foro en sus ajetreos cotidianos. ?gora y mentidero amenazados por la desaparici¨®n de las terrazas de las cafeter¨ªas, y, por supuesto, de las cafeter¨ªas mismas. La plaza del Callao es un lugar de paso cuando antes era un remanso, una playa, una isla en la que repon¨ªan fuerzas turistas de pies fatigados, compradoras de grandes almacenes sobrecargadas de bolsas, familias numerosas que hab¨ªan salido de excursi¨®n desde el extrarradio y grupos de adolescentes camino de una tarde de cine; alguno siempre con la preocupaci¨®n a cuestas de que el portero de la sala le pida el carn¨¦ y luego le expulse a las tinieblas exteriores.
Cerraron el Fuyma y Manila, caf¨¦ y cafeter¨ªa, respectivamente, instituciones que cohesionaban y remansaban a la multitud itinerante en sus veladores. El Fuyma resist¨ªa ofreciendo cocidos y paellas de men¨² ante la invasi¨®n de los bocatas r¨¢pidos, las pizzas de serie y los burgers encadenados. El Fuyma fue uno de los locales m¨¢s chic de las grises noches madrile?as de la posguerra, respetable de d¨ªa, golfo de noche, estrat¨¦gicamente situado frente a Pasapoga -"Pasa y paga", rebautizaron los madrile?os a este casi cabar¨¦ tolerado y tutelado por la rigurosa censura franquista- El historiador Federico Bravo Morata explica la mayor tolerancia de las autoridades de la ¨¦poca, la vista gorda de los polic¨ªas de la brigada ante las actividades er¨®tico-nocturnas d¨¦ la Gran V¨ªa, aduciendo que buena parte de los due?os de los establecimientos a tales menesteres dedicados eran antiguos h¨¦roes de guerra, un salvoconducto de primera para acceder tanto a una licencia para abrir un local licencioso como para obtener la concesi¨®n de un estrat¨¦gico puesto callejero para vender pipas y caramelos. Hasta tal punto imperaba la corrupci¨®n en aquellos a?os imperiales que, cuentan las cr¨®nicas, muchos "h¨¦roes de guerra" se alquilaban como intermediarios ante los organismos correspondientes.
Los salones de Fuyma, siguiendo una pauta mil veces repetida en la historia reciente de la ciudad, han sido tomados por las oficinas de una entidad de cr¨¦dito. No se sabe a¨²n que ser¨¢ de las instalaciones de la cafeter¨ªa Manila, observatorio privilegiado en la proa del edificio Capitol, escaparate con vistas a la plaza y al inicio del tramo final de la Gran V¨ªa, la bullidora rambla que desemboca en la plaza de Espa?a. La terraza de Manila, en forma de herradura, siguiendo la curva del edificio, era probablemente la mas emblem¨¢tica y concurrida de la zona. En la acera de enfrente, puestos de casta?eras y churrer¨ªas bajo la silueta recortada de alguna vedette en cartel en el Xenon, sala de fiestas y discoteca.
A finales de los a?os sesenta la discoteca JJ, situada en los bajos del Palacio de la Prensa, era el templo del naciente pop espa?ol, el primero entre varios locales de la zona que trataban de hacer de Madrid un poco Londres entre las penumbras rotas por luces psicod¨¦licas y animadas por ritmos de importaci¨®n y modernas melod¨ªas locales, frutos generalmente inmaduros de los rockeros aut¨®ctonos. Muy cerca, en los s¨®tanos del hotel Rex, el Royal Bus mimetizaba un autob¨²s londinense con t¨¦rmino en Carnaby Street, y en la peluquer¨ªa del mismo edificio se ensayaban cortes beatleanos y de moderna fantas¨ªa.
El ¨²ltimo director del Fuyma, guardi¨¢n de la tradici¨®n en estos ¨²ltimos a?os, mostraba orgulloso un libro de firmas en el que varias generaciones de turistas latinoamericanos, especialmente portorrique?os, hab¨ªan reflejado sus opiniones sobre la ciudad y sobre el establecimiento. Cabe pensar que esos turistas despistados y fatigados con acento carib¨¦?o que hoy deambulan como zombies por Callao son herederos de los firmantes que han perdido el rumbo y buscan un lugar de imposible descanso. El nombre de la plaza es americano, El Callao es el nombre del puerto peruano, testigo de la mayor y m¨¢s famosa derrota naval de la Armada Espa?ola despu¨¦s de aquella de la Invencible. En la batalla de El Callao las fuerzas navales peruano-chilenas destrozaron la escuadra del almirante espa?ol M¨¦ndez N¨²?ez, al que dieron, eso s¨ª, la oportunidad de acu?ar su hist¨®rica frase, su heterodoxa ecuaci¨®n entre los barcos y la honra.
La plaza del Callao ya no es un lugar de reposo, sino de paso, comidas r¨¢pidas y sexo r¨¢pido en los sex shops, cambio-exchange-wechsel y en los rincones oscuros vagabundos de tez oscura durmiendo acartonados, y sobre improvisados podios, impasibles hombres estatua o gesticulantes mimos de la Corte de los Milagros, acosados peri¨®dicamente por el celo de los poli-chinelas municipales.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.