La batalla por el poder en el Banco Central Europeo
Los directivos del BCE y los gobernadores de los bancos de pa¨ªses euro gozar¨¢n de un poder formidable, el mayor que ha tenido nunca un grupo no elegido democr¨¢ticamente
A mediados de 1998 seis personas se convertir¨¢n en las m¨¢s influyentes de Europa: el presidente, vicepresidente y cuatro vocales (como m¨¢ximo) del Comit¨¦ Ejecutivo del Banco Central Europeo. De ellos depender¨¢ en la pr¨¢ctica cu¨¢nto pagaremos por la hipoteca del piso o el precio al que las empresas obtendr¨¢n cr¨¦dito. La batalla por esos selectos puestos de direcci¨®n ya ha comenzado en los medios pol¨ªticos y financieros europeos, aunque, si todo se desarrolla como est¨¢ previsto, lo m¨¢s probable es que el cargo de presidente del Banco ya tenga nombre: Willem (Wim) Frederick Duisenberg, un gigant¨®n holand¨¦s de 62 a?os, mata ingobernable de pelo blanco y fama de ultraduro. "Es como si fuera alem¨¢n, pero sin coraz¨®n", le describen dos economistas espa?oles que trabajaron bajo su mando.El Banco Central Europeo arrancar¨¢ a funcionar inmediatamente despu¨¦s del 1 de julio de 1998, una vez conocidos los pa¨ªses que formar¨¢n parte de la moneda ¨²nica. El Tratado dice que los gobiernos de esos pa¨ªses nombrar¨¢n, "de entre personas de reconocido prestigio y gran experiencia en asuntos monetarios y bancarios", al presidente, vicepresidente y como m¨¢ximo cuatro miembros m¨¢s del llamado Comit¨¦ Ejecutivo del Banco. Ellos ser¨¢n quienes mandar¨¢n de verdad en el euro. Luego se crear¨¢ el consejo de gobierno, al que pertenecer¨¢n los miembros de ese comit¨¦ ejecutivo Y los gobernadores de los bancos nacionales de los pa¨ªses que hayan entrado en el euro, y el consejo general. (v¨¦ase recuadro).
Los seis magn¨ªficos y los gobernadores de esos bancos centrales nacionales gozar¨¢n de un poder formidable, el mayor que ha tenido nunca un grupo de personas que no han sido elegidas democr¨¢ticamente, que no dependen de nadie, que tienen asegurado su puesto por ocho a?os (el presidente) o por cinco a?os m¨ªnimo (los gobernadores) y que adem¨¢s est¨¢n obligadas a ser independientes de sus respectivos gobiernos y a luchar, por encima de todo, por mantener baja la inflaci¨®n. Un poder as¨ª ha despertado ya cr¨ªticas, sobre todo en medios franceses, que claman por un contrapeso pol¨ªtico a las decisiones de los dirigentes del Banco Central Europeo.
No es extra?o pues que la biograf¨ªa de Duisenberg y de los actuales gobernadores de los bancos nacionales se haya convertido en objeto de estudio y que se hayan sacado ya algunas conclusiones: ser¨¢ un grupo de personas de distinta procedencia social, y con distintas historias detr¨¢s, pero que ha llegado a poseer caracter¨ªsticas muy parecidas. Se acabaron ya, incluso en el Reino Unido, personajes como el aristocr¨¢tico Robin LeightPemberton, del que se dec¨ªa que no pod¨ªa soportar una entrevista en televisi¨®n no s¨®lo porque no ten¨ªa ni idea de pol¨ªtica monetaria, sino, sobre todo, porque sus exquisitos modales le hac¨ªan aborrecer un medio tan plebeyo.
Los futuros responsables de la pol¨ªtica monetaria europea pueden ser hijos de un funcionario municipal, de labradores o de profesionales liberales, pero todos ellos ser¨¢n personas que han desarrollado una dura carrera en el mundo de la banca o la econom¨ªa y que ya son conocidos por su defensa de una l¨ªnea ortodoxa, cercana, todo lo m¨¢s con matices, a la concepci¨®n del Bundesbank.
Hasta el momento, en todas las apuestas aparece como candidato mejor situado para presidente Wim Duisenberg. Por dos motivos. Primero, porque ha aceptado dejar de ser gobernador del banco central de Holanda para hacerse cargo del Instituto Monetario Europeo (precursor del BCE) y porque nadie cree que lo haya hecho sin garant¨ªas de pasar luego al plato fuerte. Y segundo, porque Alemania ya ha conseguido que la sede del banco est¨¦ en Francfort y parece haber renunciado a que, adem¨¢s, el presidente sea uno de sus ciudadanos. Y si Bonn cree que no puede colocar a un hombre suyo, por el desastroso efecto que tendr¨ªa sobre la opini¨®n p¨²blica de los otros pa¨ªses, siempre apoyar¨¢ a este duro holand¨¦s.
Si el actual presidente del Bundesbank, Hans Tietmeyer, es la pesadilla de quienes creen que la pol¨ªtica monetaria alemana es responsable de parte de las dificultades que sufren otros pa¨ªses europeos, Duisemberg no carrera, sin embargo, no fue siempre la de un ultraortodoxo seguidor del Buba. Bien al contrario, este economista fue ministro de Finanzas del Gobierno socialista de Joop den Uyl entre 1973 y 1977, y desarroll¨® una decidida pol¨ªtica de gasto keynessiano para hacer frente a la crisis del petr¨®leo. Es decir, ampli¨® el d¨¦ficit holand¨¦s, algo por lo que ahora es el primero en exigir que se impongan duras multas.
Wim Duisenberg es conocido en el mundo financiero europeo por sus comentarios coloridos y directos y por ser el responsable de que el flor¨ªn holand¨¦s lleve 15 a?os ligado al marco. Fue el autor de la famosa frase "el Bundesbank es como un tarro de crema, cuanto m¨¢s la bates, m¨¢s espesa se pone", y ha sido uno de los mayores defensores de que el plan de estabilidad aprobado en la ¨²ltima cumbre de Dubl¨ªn fuera duro, para impedir que los pa¨ªses "poco serios" pongan en peligro la futura moneda europea.
En sus ratos libres se declara aficionado al golf, a la m¨²sica country norteamericana y a charlar con los tres hijos que tiene de su primer matrimonio. Admite que resulta raro que siga pagando su cuota como militante del Partido Socialista holand¨¦s, y no tiene empacho en reconocer que en su propio partido le consideran "el ala extrema derecha". "Eso le pasa a todo el que tiene que v¨¦rselas con el dinero", asegur¨® en una reciente entrevista.
Su sentido del humor y f¨¢cil sonrisa no impiden que cada vez que habla, pa¨ªses como Espa?a o Italia se remuevan inc¨®modos. En 1995 dej¨® claro su pensamiento: consider¨® muy probable que el euro comenzar¨¢ s¨®lo con Alemania, Francia, Holanda, B¨¦lgica, Luxemburgo y Austria. Las cosas han cambiado desde entonces, pero a¨²n hace poco confes¨® que puede imaginarse una primera etapa del euro sin Italia: "Puedo imagin¨¢rmelo sin Italia, pero no sin Francia", precis¨®. Su sinceridad tampoco le hace ser muy querido en ambientes sindicales: defiende a capa y espada la moderaci¨®n salarial, la movilidad laboral y los recortes en los programas de seguridad social.
La misma sinceridad llev¨® a Duisenberg a reconocer cuando era gobernador del Banco de Holanda: "No cambiar¨ªa este trabajo por ning¨²n otro". Si todo le sale bien, lo habr¨¢ cambiado nada menos que por el de gobernador del Banco Central Europeo y habr¨¢ dado la raz¨®n al semanario norteamericano Times que en 1974 le incluy¨® en la lista de 150 personas menores de 45 a?os que ser¨ªan "los l¨ªderes de ma?ana".
Francia, el enemigo
El mayor enemigo de Duisenberg ser¨¢ Francia. Medios econ¨®micos franceses llegaron incluso hace unos d¨ªas a lanzar el rumor de que exist¨ªa un acuerdo secreto entre Par¨ªs y Bonn para que el primer presidente del BCE fuera un franc¨¦s. El rumor fue desmentido inmediatamente en Bruselas para desesperaci¨®n del gobernador del Banco de Francia, Jean-Claude Trichet, que no oculta su ambici¨®n de ser tambi¨¦n candidato.Trichet, un enarca (licenciado por la famosa escuela de Administraci¨®n ENA) de, 54 a?os, casado, con dos hijos, cuyo ¨²nico hobby es leer poes¨ªa, ha servido bajo todos los pr¨ªncipes: consejero de Giscard, director de gabinete de Balladur, director del Tesoro con el socialista Beregovoy y gobernador del Banco de Francia desde 1993, con Mitterrand. Una carrera solvente, con un gran problema: no se entiende con Jacques Chirac. Sus malas relaciones con el presidente de la Rep¨²blica son tan notorias que un comentarista galo escribi¨® hace poco: "Trichet se equivoca si cree que los alemanes le pueden votar. M¨¢s aun, Francia tampoco le apoyar¨¢".
Su gran error parece haber sido lanzar un informe del Banco de Francia en plena campa?a electoral respaldando un franco fuerte y una gran moderaci¨®n salarial. Las cr¨ªticas del candidato Chirac llovieron sin disimulo: para ¨¦l, Trichet era un funcionario sin altura, empe?ado en tener siempre raz¨®n y a las ¨®rdenes de Tietmeyer. Como dijo un d¨ªa el propio Trichet: "conducir la pol¨ªtica monetaria es como conducir un coche. Un segundo de distracci¨®n y est¨¢s en la cuneta".
Que Trichet no sea el candidato de Chirac no quiere decir que Francia haya renunciado ya a la presidencia de ese Comit¨¦ Ejecutivo del BCE, en el que, en cualquier caso, tiene asegurada una plaza. La batalla no est¨¢ completamente terminada porque para Alemania el problema no ser¨¢ tanto la nacionalidad del presidente del BCE como los intentos de Par¨ªs de imponer alg¨²n tipo de contrapoder pol¨ªtico sobre las decisiones monetarias europeas. Las cr¨ªticas a la excesiva independencia del Banco Europeo por parte de intelectuales, pol¨ªticos y sindicalistas franceses provocaron un aluvi¨®n de respuestas por parte alemana: desde Tietmeyer, hasta Karl Otto Pok, ex gobernador que sali¨® de su retiro para acusar a Francia de destruir al BCE antes de nacer.
Francia no encontrar¨¢ apoyo en ning¨²n gobernador de los bancos nacionales de la Uni¨®n Europea. Todos ellos comparten expl¨ªcitamente la defensa de un banco independiente. La posici¨®n del alem¨¢n Hans Tietmeyer es de sobra conocida. Para Tietmeyer, viudo con dos hijos vuelto a casar, procedente de una familia tan cat¨®lica que dos de sus diez hermanos estudiaron para ser sacerdotes, se trata casi de un dogma de fe. Con todo, ha sido siempre m¨¢s cuidadoso que D¨¹isenberg a la hora de expresar sus preferencias por una Uni¨®n Europea con n¨²cleo duro. "Si Italia cumple las condiciones deforma duradera, ser¨¢ bienvenida en el euro". "Quiz¨¢s admitir¨¢ una cierta flexibilidad a la hora de interpretar los criterios de convergencia, pero jam¨¢s, al igual que Duisenberg, un banco con control pol¨ªtico", asegura un alto funcionario espa?ol especializado en cuestiones monetarias.
Pero no es s¨®lo Tietmeyer. El gobernador del Banco de Austria, otro de los pa¨ªses en primera fila, Klaus Liebscher, ha sido siempre un duro defensor de la vinculaci¨®n del chel¨ªn y el marco y un r¨ªgido predicador de su independencia. Como el belga Alfons Verplaetse, un economista de 66 a?os que ha dedicado casi toda su vida a la banca privada y p¨²blica, y que a principios de este invierno se escandaliz¨® ante la mera posibilidad de un banco europeo sometido a control de un consejo de ministros. Verplaetse ha sido otro de los; escasos gobernadores que no ha tenido empacho en anunciar su criterio: "Creo que habr¨¢ una primera fase del euro en la que s¨®lo participar¨¢n siete u ocho pa¨ªses, B¨¦lgica incluida".
Incluso Antonio Fazio, el gobernador del Banco de Italia, que ha hecho expresamente declaraciones contra quienes creen que la estabilidad de una moneda es un bien en s¨ª mismo, pone cara seria cuando se habla de control del futuro BCE.
S¨ªndrome de gobernador
Facio, casado con cinco hijos, cat¨®lico practicante que es capaz de asombrar a los cardenales del Vaticano que frecuenta con amplias citas en lat¨ªn y que ha tenido que desmentir que pertenezca al Opus Dei, es uno de los casos m¨¢s evidentes del "s¨ªndrome de gobernador". Fue alumno de Samuelson y del premio Nobel Franco Modigliani y desarroll¨® toda su carrera en el Banco de Italia. Cuando le nombraron gobernador, muchos especialistas consideraron que ser¨ªa un, hombre d¨¦bil frente a las demandas del Gobierno. En menos de tres a?os hab¨ªa demostrado que era un hueso duro de roer.Los ¨²nicos que, tal vez, no se han pronunciado expresamente sobre la excesiva independencia del futuro BCE son el gobernador del Banco de Suecia, Urban B?ckstr?m, y el del Banco de Inglaterra, Edward George. El sueco, un economista que trabaj¨® en Asuntos Exteriores, mantiene una estricta posici¨®n neutral ante las dudas de su gobierno, y de sus compatriotas, sobre la conveniencia de entrar en el euro en una primera fase, aun cuando se cumplan las condiciones.
"Creo que Suecia tiene una buena oportunidad de cumplir los criterios de convergencia desde un primer momento", explic¨® B?ckstr??m, en una reciente, conferencia, "el debate se plantea sobre si la situaci¨®n pol¨ªtica nos lleva a esperar. El Parlamento tomar¨¢ una decisi¨®n en oto?o. Mientras, el Banco de Suecia hace activamente preparativos para que nuestro Parlamento est¨¦ en posici¨®n de elegir cualquiera de las dos posibilidades".En el caso del ingl¨¦s, su silencio es comprensible. El propio Banco de Inglaterra no tiene un estatuto de absoluta independencia y, adem¨¢s, el Reino Unido permanecer¨¢ fuera del euro muy probablemente por propia voluntad. George, conocido como "el seguro Eddie" es uno de los primeros plebeyos, hijo de un funcionario de Correos, que ha llegado a dirigir el Banco nacional brit¨¢nico y ha demostrado ser capaz de nadar y guardar la ropa en su dif¨ªcil posici¨®n. "No soy euroesc¨¦ptico -declar¨® un d¨ªa- Soy simplemente pragm¨¢tico". Por eso est¨¢ m¨¢s preocupado por las normas que se establezcan entre los paises "in" (lo que arranquen con el euro) y lo pa¨ªses "out" (los que queden fuera por cualquier motivo).
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