?Cuidado con el taxi!
La denuncia de los asaltos en el transporte p¨²blico mexicano genera una guerra diplom¨¢tica
"?Cuidado con el taxi!". ?sta es la primera recomendaci¨®n que los residentes del Distrito Federal, la capital de M¨¦xico, hacen a quienes vienen de visita. La proliferaci¨®n de asaltos en estos veh¨ªculos se ha disparado de tal manera en el ¨²ltimo a?o que echar mano de los radiotaxis se ha convertido en una precauci¨®n b¨¢sica para moverse por esta gigantesca urbe.Pues bien, la inclusi¨®n de este sencillo consejo en la lista de las recomendaciones que las embajadas de Estados Unidos, Canad¨¢, el Reino Unido, Alemania y Jap¨®n hacen a sus connacionales ha generado una aut¨¦ntica tormenta en el pa¨ªs. El aviso, recogido en la prensa nacional, ha puesto en pie de guerra a las autoridades mexicanas. " ?No es para tanto!", clama el Gobierno capitalino. " ?Es una campa?a de desprestigio!", ruge el Gobierno federal. "?Fuera los gringos!" braman los taxistas agraviados, que este pasado fin de semana se han manifestado en el Z¨®calo, el coraz¨®n de la ciudad. La Secretar¨ªa (Ministerio) de Relaciones Exteriores ya ha girado instrucciones a todas las representaciones diplom¨¢ticas de M¨¦xico "para revertir los efectos negativos" de estos mensajes.
El asunto, tarde o temprano, iba a estallar. Hasta hace poco, subir a esos simp¨¢ticos Volkswagen escarabajo (llamados Vochitos) pintados llamativamente de color amarillo o verde -si usan gasolina supuestamente ecol¨®gica- entra?aba dos pel¨ªgros. Uno, dejarse la crisma en el parabrisas en un frenazo (el asiento delantero derecho se ha retirado para permitir el acceso a la parte posterior y no hay donde agarrarse); dos, no llegar jam¨¢s. La corrupci¨®n administrativa en materia de licencias ha dado cabida a conductores sin ninguna capacitaci¨®n. Con lo cual, o el usuario sabe exactamente c¨®mo llegar a su destino o se puede pasar el d¨ªa dando vueltas. Porque, adem¨¢s, los taxistas suelen ser al¨¦rgicos a la famosa Gu¨ªa Roji, imprescindible para moverse en esta ciudad de 17 millones de habitantes.
Estos avatares, tomados con buen humor, pod¨ªan incluirse en los episodios ca¨®tico-anecd¨®ticos del d¨ªa. El problema es que desde el estallido de la crisis econ¨®mica, en diciembre de 1994, el vochito se ha convertido en instrumento de atraco. Ahora, subirse a uno de estos taxis ha dejado de tener su gracia para convertirse en un juego de ruleta rusa.
El patr¨®n es m¨¢s o menos el mismo: los asaltos suelen pro ducirse cuando ya ha oscurecido, y sobre todo en zonas c¨¦ntricas y en las proximidades de hoteles, estaciones o aeropuerto. Los delincuentes, compinchados con el taxista, siguen al veh¨ªculo o bien esperan en un punto acordado. Luego lo abordan, pasean a la v¨ªctima por la ciudad, parando en los cajeros autom¨¢ticos para vaciarle la cuenta bancaria, y finalmente la abandonan en un paraje desconocido. Eso si todo va bien y no ofrece resistencia.
En los ¨²ltimos meses, las secciones de cartas al director de los diarios capitalinos se han llenado de denuncias de usuarios atracados en los taxis. A veces son extranjeros, como los tres empresarios japoneses que la semana pasada perdieron varios miles de d¨®lares y la inevitable c¨¢mara de v¨ªdeo. A veces son nacionales, como los tres dirigentes del izquierdista Partido de la Revoluci¨®n Democr¨¢tica asaltados en lugares diferentes. A veces son los propios redactores del peri¨®dico. De hecho, las embajadas de Estados Unidos y el Reino Unido han emitido las recomendaciones despu¨¦s de que varios de sus funcionarios pasaran por ese trance. Cuatro de los nueve empleados en la delegaci¨®n de EL PA?S han sufrido estos asaltos.
Es cierto que es muy dif¨ªcil combatir este tipo de delito. Los esfuerzos del Gobierno capitalino por regular las licencias de unos 80.000 taxis no evitan que el pirateo est¨¦ a la orden del d¨ªa. Pero la mayor¨ªa de los atracos no viene de los ilegales: se trata m¨¢s bien de delincuentes que roban los coches (al menos 1.500 taxis fueron sustra¨ªdos el a?o pasado) y con ellos realizan sus trabajos antes de abandonarlos o desguazarlos. En ocasiones, estas redes cuentan con el apoyo de polic¨ªas y funcionarios. "Algunos empleados de servicios p¨²blicos dan permisos temporales a los ladrones a cambio de dinero", dice Rolando, que lleva 35 a?os al volante. "Nosotros somos la primera v¨ªctima".
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