?H¨¢gase la luz!
La energ¨ªa el¨¦ctrica, en sus comienzos, suscitaba poco inter¨¦s a los madrile?os
, La principal atracci¨®n que presentaba el se?or Vert en el Circo Madrid, de la calle del Barquillo, no era la exhibici¨®n de la mujer barbuda, el hombre elefante, los funambulistas suicidas o cualquier fiera extra?a y desconocida. Era algo que en aquel julio de 1852 dejaba boquiabiertos a cuantos lo contemplaban: la luz el¨¦ctrica.Cuenta Jos¨¦ Garc¨ªa de la Infanta, autor del libro Primeros pasos de la luz el¨¦ctrica en Madrid, que pese a la propaganda de Vert montando proyectores hacia el exterior que reflejaban el arco iris, el espect¨¢culo fue retirado al poco tiempo, dado el escaso ¨¦xito. Para De la Infanta, perito industrial, de Uni¨®n Fenosa, ya jubilado, la electricidad tiene pocos secretos. Pas¨® m¨¢s de treinta a?os de su vida al frente de la central de Bolarque, construida en 1910 para traer a Madrid los primeros kilovatios procedentes de la energ¨ªa hidr¨¢ulica, y que a ¨¦l mismo le toc¨® desmantelar en 1954, cuando se construyeron los embalses de Entr¨¦pe?as y Buend¨ªa. Con los restos de la primitiva central mont¨® el museo de Uni¨®n Fenosa que hoy se puede visitar en la presa.
La primera farola se instal¨® en la madrile?a plaza de la Armer¨ªa el 29 de enero de 1852. Seg¨²n el diario El Clamor P¨²blico, "prestaba una luz clara y hermosa, superior en mucho a la de gas". A partir de entonces se sucedieron los ensayos, coincidiendo con acontecimientos reales: la salida al templo de Isabel II tras dar a luz a la infanta Isabel; la restauraci¨®n mon¨¢rquica, o la boda de Alfonso XII con su prima Mar¨ªa de las Mercedes en enero de 1878, que fue el pretexto para iluminar la Puerta del Sol.
En general, estas pruebas eran s¨®lo eso, pruebas con m¨¢s o menos fortuna que despertaban cierta curiosidad, pero poca convicci¨®n. Y en muchos casos con raz¨®n como en julio de 1879, cuando se celebr¨® en los Campos El¨ªseos -zona de recreo frente al Retiro- la primera corrida nocturna gracias al nuevo invento. El resultado no fue muy alentador. "?Qui¨¦nes lidiaron aquella noche? ?De qu¨¦ color eran los toros? ?D¨®nde se plantaron las picas?... Los caballos, extenuados, no proyectaban sombras y el toro persegu¨ªa a veces la sombra de los diestros; la sangre hab¨ªa perdido su horroroso color, tomando el de la tinta", relataba La Ilustraci¨®n Espa?ola y Americana.
Hasta finales del siglo no se empezaba a considerar la electricidad como un negocio serio. El Ministerio de la Guerra es el primero en acometer, en 1882, la primera gran instalaci¨®n destinada a alumbrar su sede, el palacio de Buenavista. Pronto se suman otros centros como el casino y, sobre todo, los teatros, escaldados por los numerosos incendios que ocasionaba el alumbrado por gas. Sin embargo, la Casa de la Villa se muestra remisa a la innovaci¨®n. "El Ayuntamiento", explica De la Infanta, "participaba de la corriente de opini¨®n mundial de que la electricidad era una aventura, y por eso no se mojaba". Pero no era s¨®lo cuesti¨®n de fe, sino tambi¨¦n de finanzas. El consistorio hab¨ªa suscrito un contrato bastante leonino, por cincuenta a?os, con la Compa?¨ªa Madrile?a de Alumbrado y Calefacci¨®n por Gas -que, pese al nombre, era de capital mayoritariamente franc¨¦s- para el alumbrado p¨²blico, con serias penalizaciones en caso de rescisi¨®n. "Se ataron en contra de la electricidad porque estaba en manos de alguien que sab¨ªa mucho m¨¢s que ellos y les torearon lo que quisieron".
El monopolio era desastroso para los bolsillos de los madrile?os. "Explotaban a la gente de manera ignominiosa con los precios que pon¨ªan", asegura De la Infanta. Los franceses, mientras conten¨ªan cualquier intento municipal de pasarse - a las bombillas, empezaron a reconvertirse, y en 1889 fundaron la Compa?¨ªa General Madrile?a de Eletricidad, con sede en la calle de Mazarredo. Ese mismo a?o apareci¨® tambi¨¦n The Electricity Supply Company for Spain, posteriormente absorbida por la Madrile?a. Esta fusi¨®n llev¨® a una revista a gritar en 1897: "Madrile?os, a defenderse", al ver desaparecer cualquier esperanza de rebaja en el precio del kilovatio / hora, que en aquel entonces estaba en 1,40 pesetas.
La avaricia nubl¨® la visi¨®n de futuro a los franceses, y seg¨²n se acercaba 1914, fecha de la finalizaci¨®n del contrato con el Ayuntamiento, dejaron en quiebra a la compa?¨ªa. "Explotaron la vaca", dice muy gr¨¢ficamente De la Infanta, "porque sab¨ªan que se marchaban, y la sociedad qued¨® en la ruina". Para entonces ya hab¨ªan espabilado los espa?oles y hab¨ªan surgido empresas como la de Chamber¨ª, la de Mediod¨ªa, Gasificaci¨®n Industrial, y a?os m¨¢s tarde, en 1912, la Uni¨®n El¨¦ctrica Madrile?a, de la mano del marqu¨¦s de Urquijo, antecedente directo de la actual Uni¨®n Fenosa. Todas luchaban por hacerse con una parcela en el suministro de la ciudad, y esa lucha -constante en la historia de la electricidad en Madrid- permiti¨® a los usuarios desquitarse de los abusos cometidos por el monopolio de los franceses. En 1912, el precio del kilovatio / hora hab¨ªa ca¨ªdo hasta los 20 c¨¦ntimos por la guerra de precios que manten¨ªa Uni¨®n El¨¦ctrica Madrile?a con la Cooperativa Electra Madrid, su m¨¢s directo rival.- La lucha entre estas dos compa?¨ªas dur¨® tres anos, con los precios por los suelos, lo que aument¨® el n¨²mero de usuarios, que pasaron de 50.000 a 90.000.
Pese a los numerosos apagones, el empuje de la luz el¨¦ctrica era imparable, y antes de los cincuenta, asegura De la Infanta, en toda la regi¨®n se encontraban bombillas. "En algunos pueblos s¨®lo ten¨ªan luz los ricos. El resto se ten¨ªa que conformar con una o dos l¨¢mparas durante algunas horas del d¨ªa". Por eso se invent¨® una tarifa, el tanto alzado, tantas pesetas por tantas horas de luz en tantas l¨¢mparas. La picaresca no se hizo esperar y "muchas veces se contrataba luz para una l¨¢mpara de 10 vatios y luego la cambiaban por una de 60". Tambi¨¦n asegura que, con los a?os, el trucaje de contadores -"frecuente cuando se apreciaba m¨¢s una perra gorda"- han ido desapareciendo.
La energ¨ªa el¨¦ctrica tiene, para este perito industrial, "unas posibilidades infinitas". Por eso no se escandaliza de que la torre Picasso gaste al a?o la misma energ¨ªa que Monforte de Lemos o que tan s¨®lo el complejo de Azca consume m¨¢s que toda la ciudad de Segovia. "La humanidad", a?ade, "no se ha acercado al m¨¢ximo de posibilidades que nos brinda".
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