El combate naval del cabo de San Vicente: dos siglos
Los centenarios de los aconteceres hist¨®ricos suscitan normalmente la atenci¨®n de quienes, de un modo o de otro, sienten sobre s¨ª la influencia, para bien o para mal, de lo ocurrido. Doscientos a?os han pasado desde el 14 de febrero de 1797, fecha en la que una escuadra espa?ola -la escuadra del Mediterr¨¢neo-, al mando de don Jos¨¦ de C¨®rdoba y Ramos, se encontr¨® con otra escuadra inglesa, mandada por el almirante Jervis, a la altura del peninsular cabo de San Vicente. Espa?a e Inglaterra estaban en guerra desde no mucho tiempo atr¨¢s. Se entabl¨® combate. La escuadra espa?ola era fuerte en 24 nav¨ªos y 8 fragatas; la inglesa ten¨ªa 15 nav¨ªos. La victoria, pese a la inferioridad num¨¦rica -material tambi¨¦n-, fue inglesa. La superioridad num¨¦rica y material de los espa?oles no supo evitar la desastrosa derrota. Se perdieron cuatro nav¨ªos espa?oles: el San Jos¨¦, el Salvador, el San Nicol¨¢s y el San Isidro, y, entre muertos y heridos, dos jefes de escuadra, dos brigadieres, un capit¨¢n de fragata, 120 oficiales y 1.480 hombres, a m¨¢s de 3.070 prisioneros en los nav¨ªos apresados. Las bajas del enemigo ingl¨¦s pasaron de novecientas. El combate parece ser que fue una sorpresa para los espa?oles; adem¨¢s hubo probablemente desacuerdo activo entre el almirante, don Jos¨¦ de C¨®rdoba, y su segundo, el conde Morales de los R¨ªos. De los 24 nav¨ªos de la escuadra s¨®lo pudieron entrar en fuego 11, de los cuales siete sostuvieron el peso del combate y cuatro funcionaron en su ¨²ltima etapa. A la ma?ana siguiente pudo renovarse la acci¨®n por parte espa?ola, pero C¨®rdoba no se decidi¨® a ello, en vista, al parecer, de las opiniones encontradas que emitieron sus capitanes. En resumen: franca derrota de lo espa?ol -superior en lo material- ante lo ingl¨¦s, inferior en n¨²mero, pero decididamente superior en esp¨ªritu naval.El segundo centenario del combate del cabo de San Vicente merece, creo yo, nuestra atenci¨®n ahora porque lo ocurrido entonces, aunque para muchos no pase de ser an¨¦cdota, tuvo influencia intensa y profunda sobre lo espa?ol -tanto sobre lo naval como sobre lo nacional amplio- y da que pensar en lo que entonces fue para posiblemente deducir consecuencias de raz¨®n que afectaron de un modo u otro a la posterior historia de Espa?a y al vivir hist¨®rico de los espa?oles, incluso de los que lo somos al cabo de esos dos siglos que empezaron en 1797. Lo primero que debe venir a la mente es el interrogante radical: ?por qu¨¦? ?Por qu¨¦ la escuadra espa?ola, decididamente superior en lo material, fue derrotada por la inglesa? Todo porqu¨¦ es siempre de ardua respuesta; en este caso hay, empero, para m¨ª una de suficiente validez: porque lo superior en la materia era francamente inferior en el esp¨ªritu. El esp¨ªritu aqu¨ª, el esp¨ªritu de una Marina de guerra, es el h¨¢lito que impulsa su alma, la vivifica y la hace vivir con pujante potencia tanto en, navegaciones de paz como en el ardor del combate naval. Y el alma de la Marina espa?ola apenas alentaba en 1797.
El alma de una Marina de guerra ha sido siempre producto de dos realidades principales: la pol¨ªtica naval y la conciencia del pueblo en su convicci¨®n de la necesidad del mar para su propia vida en cuanto eco de la vida de la naci¨®n. La pol¨ªtica mar¨ªtimo-naval de Espa?a -reflejo de la mentalidad del gobernante hacia las cosas del mar- fue real, clara y convencida con los Reyes Cat¨®licos e incluso a lo largo de los primeros a?os de los Austrias, pero se desnaturaliz¨® con la obsesi¨®n de sus reyes por sus tierras europeas y con el olvido consiguiente de los oc¨¦anos, que siempre fundamentaron la esencia del imperio espa?ol ultramarino, con lo que la conciencia del mar del espa?ol se desenfoc¨® y lleg¨® a invertir el signo de su mentalidad, que de mar¨ªtima anta?o se desliz¨® hacia lo continental. Los Borbones -franceses al principio de su asentamiento en el trono de Espa?a- hicieron pol¨ªtica naval a remolque de sus primos de Par¨ªs, que disputaban a Inglaterra -fuerte ¨¦sta en la mar tanto en pol¨ªtica como en mentalidad- el dominio de Europa y en parte tambi¨¦n el saqueo del imperio americano de Espa?a, pero fue una pol¨ªtica puramente material que no supo, tal vez por ignorancia de lo que pol¨ªtica naval es, llegar con efectividad a la conciencia del pueblo. A lo largo del siglo XVIII se materializ¨® la pol¨ªtica naval espa?ola con se?alados alcances en lo material -los barcos de guerra eran numerosos y buenos-, pero no lleg¨® a hacer alentar con fuerza el alma de la Marina ni a hacer vibrar el esp¨ªritu de sus hombres de mar, en especial el de los humildes marineros, esencia siempre de las dotaciones. As¨ª se lleg¨® a 1797; y el alma de la Marina de guerra espa?ola apenas alentaba ya. El combate del cabo de San Vicente dej¨® a las claras la defectuosa pol¨ªtica naval espa?ola desde los Austrias. Ocho a?os despu¨¦s fue lo del cabo de Trafalgar, no tan "espa?ol" como su nombre indica, porque el mando de la parte espa?ola -y la responsabilidad en mucho- era franc¨¦s.
A lo largo del XIX decae con fuerza el alentar de la Marina de guerra, y a¨²n m¨¢s, si cabe, la conciencia del espa?ol frente al mar. Sin imperio de ultramar casi, se olvida Espa?a -sus pol¨ªticos y su pueblo- de la mar y de sus cosas. Se queda -acaso voluntariamente- fuera de Europa. Se mete en s¨ª misma y resuelve y mide su vida pol¨ªtica con los par¨¢metros terrestres que ofrecen las guerras civiles y los pronunciamientos de los militares. Cuando llega la sorpresa de Cuba, un siglo despu¨¦s de San Vicente, la pol¨ªtica naval espa?ola intenta despertar de su eterno letargo y trata de reaccionar debidamente. Aparte de que esa pol¨ªtica naval segu¨ªa anquilosada, ya era tarde. Lo del 98 -mutatis mutandi, claro- fue en lo naval una triste reproducci¨®n de lo de San Vicente. Lo material olvidado por la pol¨ªtica naval era insignificante; lo espiritual no exist¨ªa en el pueblo espa?ol con apreciable aliento, por m¨¢s que fuera vigoroso y admirable en algunos, en unos pocos, de los hombres de mar de Espa?a.
De Cuba al hoy que est¨¢ corriendo se tiende un puente temporal de otro siglo m¨¢s, de otro centenario. ?Qu¨¦ ofrece ¨¦ste al inquieto pensador de las cosas del mar y de la mar de Espa?a en cuanto a pol¨ªtica naval y a conciencia y mentalidad del pueblo de Espa?a se refiere sobre la condici¨®n de su geograf¨ªa? Muy poca cosa; pr¨¢cticamente nada. Despu¨¦s del 98, la pol¨ªtica espa?ola en general y la pol¨ªtica naval especialmente dan la sensaci¨®n de activarse en cierto modo para bien, como si de alguna manera se sintieran responsables ellas mismas del desastre, que hubiera podido ser -si no evitable, ante la pujanza agresiva del enemigo nor,teamericano, encauzado hacia un imperialismo enmascarado y fariseo- algo menos desastroso. Esa activaci¨®n tuvo un cierto destello de eficacia en lo naval con la pol¨ªtica de Antonio Maura -probablemente, con S¨¢nchez de Toca acaso, el ¨²nico pol¨ªtico espa?ol de este siglo con mentalidad claramente acorde con la condici¨®n eminentemente mar¨ªtima de Espa?a-, pero no lleg¨® a alcanzar brillo suficiente por la oposici¨®n de casi toda la Espa?a entera...
Despu¨¦s del 98, y por mucho tiempo en este siglo que se acaba ya, sigui¨® Espa?a alejada de Europa y fuera naturalmente de ella en las dos guerras llamadas mundiales ahora, bien automarginada, bien dejada de lado por los propios europeos contendientes. De haber estado Espa?a en las guerras esas -mar¨ªtimas ambas con eminencia clara, sobre todo la segunda-, podr¨ªa la pol¨ªtica espa?ola haber comprendido, bastante mejor, que, en la historia precedente, la conveniencia de vigorizar su naval componente vectorial y haber con ello hecho genuina y eficiente pol¨ªtica naval, herramienta muy ¨²til, aunque pocos lo vean as¨ª, para estar en Europa hoy. Y ello, a pesar de las ilusas perspectivas irenistas que parecen dominar las mentes de los estadistas de hoy cuando miran, teorizando, a las relaciones internacionales, que son cuesti¨®n de cada d¨ªa. "Ya no va a haber guerras serias", parecen pensar. "?A qu¨¦, entonces, preocuparse tan detenidamente por los problemas de armamento?". Y en Espa?a, como siempre: "?A qu¨¦ dedicarse ahora a hacer pol¨ªtica naval?".
Dos siglos, el segundo centenario, del combate naval del cabo de San Vicente. Un siglo, el primer centenario ahora, de la guerra de Cuba, de la del 98. ?Habr¨¢ servido para algo este torpe y siempre acaso inoportuno considerar orientado hacia el mar de Espa?a sobre el puente de esas dos centurias ... ? Por lo menos, puede ser, para recordar. Pero a esos nost¨¢lgicos y a?orantes recuerdos les va a pasar tal vez lo que al suspiro y al llanto de la ¨®pera famosa: que en pago del tormento de tanto amar se va el primero al viento y el otro al mar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.