Ocio y arqueolog¨ªa
Los constructores sienten terror ante los arque¨®logos, que aparecen en sus peores pesadillas como tipos de aire inofensivo que un d¨ªa se acercan a una obra, recogen al desgaire unos cascotes y luego declaran a traici¨®n que los pedruscos pertenecen a un asentamiento neol¨ªtico, romano o visig¨®tico, lo que obliga a parar la edificaci¨®n y a iniciar una batalla legal entre el progreso inmobiliario y la recuperaci¨®n del pasado hist¨®rico.Aprovechando esta coyuntura, un amigo m¨ªo, al que llamaremos X por temor a posibles represalias, ha inventado el timo del arque¨®logo. X, parado de larga duraci¨®n y vago consuetudinario, concibi¨® la treta cuando ejerc¨ªa como trabajador pasivo a pie de una obra, observando las evoluciones de una cuadrilla de obreros y compartiendo la amena charla de un grupo de mirones, profesionales, jubilados ociosos, que comentaban las incidencias de la jornada, criticando severamente la colocaci¨®n de los ladrillos o el trabajo de la pala excavadora. En un gesto autom¨¢tico, reflejo de fijaciones infantiles, X se agach¨® en un momento dado y se hizo con un guijarro del suelo que a, lo mejor brillaba m¨¢s que los otros. Al hacerlo se dio cuenta de que uno de los trabajadores, probablemente el capataz que estaba m¨¢s descansado, apercibido de su gesto, clavaba en ¨¦l una mirada de preocupaci¨®n, incluso le pareci¨® que iniciaba una maniobra de aproximaci¨®n, como si fuese a decirle algo y luego se arrepintiera.
A X le pareci¨® exagerado que el capataz fuera a pedirle responsabilidades por la sustracci¨®n del cascote y fue entonces cuando se le ocurri¨® la idea. Las obras se realizaban en una zona cuya excavaci¨®n hab¨ªa generado cierta pol¨¦mica por la posibilidad de que en el subsuelo aparecieran importantes restos arqueol¨®gicos. Qu¨¦ ocurrir¨ªa -pens¨®- si me acercase al capataz y le dijera que he encontrado, por ejemplo, una esquirla de la muralla ¨¢rabe. X hizo la prueba y al cabo de unos minutos el responsable de las excavaciones le soborn¨® con 10.000 pesetas para que le entregara el guijarro recogido y no volviera a aparecer por all¨ª.
Como marcan las leyes de la picaresca, el timador se aprovecha de la mala fe del timado, dispuesto a enterrar definitivamente un yacimiento neol¨ªtico por dos mil miserables duros. Pero a X se le est¨¢ acabando el chollo porque arque¨®logos y constructores est¨¢n pactando un acuerdo por su cuenta. Hasta ahora, cuando un arque¨®logo o un grupo de arque¨®logos denunciaban en los peri¨®dicos que unas obras pon¨ªan en peligro restos arqueol¨®gicos, al constructor no le quedaba m¨¢s remedio que contratar a otro grupo de expertos que dijera todo lo contrario. Un sistema caro y lento porque sol¨ªa generar enconadas pol¨¦micas art¨ªsticas y legales, como se demostr¨® hace poco en la plaza de Oriente.
Sin embargo, ante la proyectada construcci¨®n de un parque tem¨¢tico en San Mart¨ªn de la Vega, en una zona declarada de inter¨¦s arqueol¨®gico, los arque¨®logos no han protestado, todo lo contrario: el vicepresidente de los arque¨®logos, Jos¨¦ Luis Mart¨ªn, se declara en estas p¨¢ginas "ilusionado" por las excavaciones. Es hora, recuerda, de demostrar que la arqueolog¨ªa no es un impedimento al desarrollo de los municipios. La soluci¨®n pactada en este caso permitir¨¢ a los arque¨®logos sacar a la luz restos neol¨ªticos, medievales y sobre todo los vestigios de una famosa villa romana, restos que se integrar¨¢n entre las atracciones mec¨¢nicas del parque. "Es una oportunidad ¨²nica", dice Mart¨ªn, "poder integrar una villa romana, por ejemplo, en un parque Mart¨ªn tiene raz¨®n, en todo caso podr¨ªa encontrarse algo parecido en el casino, Caesar's Palace de Las Vegas, o dentro de unos meses, a lo mejor, en el aparcamiento de la plaza de Oriente, donde ser¨¢ posible impactar con el parachoques sobre un aut¨¦ntico lienzo de la muralla. Pero sin duda, lo de San Mart¨ªn de la Vega sera ¨²nico. Permitir¨¢ recorrer el pasado hist¨®rico sin abandonar el tren de la bruja, los ni?os ser¨¢n felices en el campamento neol¨ªtico, podr¨¢n jugar a la pelota sobre leg¨ªtimos mosaicos romanos, conocer¨¢n los horrores de una aut¨¦ntica mazmorra medieval y podr¨¢n pintarrajear impunemente sus muros como ya hac¨ªan sus antepasados.
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