El contrato saltimbanqui
Las tribulaciones de cuatro 'expertos' en cambiar continuamente de trabajo por la inestabilidad laboral
Ya no se trata s¨®lo de ir de un sitio para otro en busca de un trabajo. Resulta que, cuando se encuentra el puesto, ¨¦ste dura tan poco -dos meses, un mes, de semanas o una semana- que los trabajadores, especialmente los m¨¢s j¨®venes, deben saltar de un trabajo a otro a fin de sobrevivir. La duraci¨®n media de los contratos firmados en la Comunidad de Madrid en 1996 fue de un mes. Esto convierte la vida en una variante dura del ejercicio de la cuerda floja. No es f¨¢cil planificar nada cuando uno no sabe si al final de la semana se va a ir al paro o no. Un cuarteto de expertos en el contrato saltimbanqui cuentan sus trepidantes peripecias en el movido, inestable y cruel mercado laboral madrile?o.Contratada una vez. Ana Mart¨ªn Salas, de 30 a?os, se licenci¨® en Psicolog¨ªa en 1989 y desde entonces ha trabajado en un mont¨®n de sitios y de cosas. "En el ¨²ltimo a?o he estado, por ejemplo, como educadora en un colegio. Despu¨¦s me puse como encuestadora, sin contrato; te daban un cheque de 60.000 pesetas por un mes de trabajo y te dec¨ªan que te hab¨ªan descontado el IRPF", relata. "Despu¨¦s, en enero, me puse otro mes a hacer una encuesta por tel¨¦fono para que alguien escriba un estudio, de tema apasionante: Sobre la situaci¨®n industrial en Valencia. Me pagaban 500 pesetas a la hora y me lo dar¨¢n dentro de tres meses con un poco de suerte", prosigue. "Una vez, s¨ª, una vez, recuerdo, estuve contratada ?dos meses!, pero en Londres"
Ana reconoce que necesita la ayuda de sus padres para poder llegar a fin de mes. Vive en un piso compartido con otras dos personas. Ahora prepara oposiciones para conseguir una de las 36 plazas que saldr¨¢n para educadores de menores. "Pero se presentar¨¢n much¨ªsimos, claro".
Del burger a la pizzer¨ªa. El ¨²ltimo a?o de Dami¨¢ Tarragona, de 25 a?os, tambi¨¦n ha estado lleno de saltos. En abril de 1995 trabajaba como mensajero, pero tuvo una rotura de ligamentos, y le echaron. Cobr¨® por alg¨²n tiempo de la Seguridad Social, y desde entonces todo ha sido pasearse al borde del abismo, que es el paro absoluto.
"Hice un curso de ingl¨¦s y otro de camiser¨ªa; tuve un con trato de un mes en el Wall Street Institute como administrativo y luego me echaron; luego, a trav¨¦s de una empresa de trabajo temporal, me puse en un burger, donde dur¨¦ una semana; era uno de esos contratos por obra, pero yo hac¨ªa de todo all¨ª. Me pagaban 18.000 pesetas por cuatro horas al d¨ªa, en las que igual pon¨ªa las hamburguesas que limpiaba los servicios o que retiraba las mesas", cuenta Dami¨¢. "Luego fui a parar a una empresa de esas que vendes productos por tel¨¦fono: nos dieron un cursillo de tres d¨ªas, luego curramos otros cinco y sanseacab¨®. A la calle. El contrato, que era de obra, estipulaba que ten¨ªamos que hacer en tre todos 3.000 llamadas. Te pagaban 600 pesetas a la hora", a?ade. Dami¨¢ ahora estudia fontaner¨ªa. "S¨ª, soy una especie de maestro en mil oficios, pero en nada concreto. Adem¨¢s trabajo en una pizzer¨ªa, donde me han hecho un contrato de seis meses. Me pagan unas 40.000 pesetas. Pero no tengo horario fijo", concluye.
24 contratos en seis meses. Juan Hern¨¢ndez [nombre falso ya que la persona entrevistada terne represalias de la empresa], de 24 a?os, lleva casi seis meses trabajando en una empresa que cada semana le renueva el contrato. "Cada viernes nos dan un papel y firmamos, as¨ª que yo debo llevar ya 24 contratos de una semana. Cuando son vacaciones nos echan y luego nos vuelven a contratar", relata. "Antes hab¨ªa estado en un gran almac¨¦n trabajando de reponedor de estanter¨ªas, con un contrato de un mes en el que s¨®lo trabajaba cuatro horas al d¨ªa. Luego estuve haciendo inventario en otro supermercado con un contrato de tres d¨ªas: te tirabas, eso s¨ª, 12 horas por jornada colocando etiquetas en los productos", a?ade. Juan Hern¨¢ndez hizo el Graduado Es colar y despu¨¦s "mogoll¨®n de cursos". "Lo ¨²nico que quiero es dejar de dar vueltas", prosigue.
Sensaci¨®n de sobrar. Raquel Puerta [tambi¨¦n nombre falso] es la novia de Hern¨¢ndez. Viven juntos en un piso de alquiler. Tambi¨¦n Laura colecciona contratos basura: "Llevo trabajando desde los 16 a?os y siempre as¨ª, un mes s¨ª, dos, no, una semana s¨ª y la otra tambi¨¦n. En los ¨²ltimos tiempos estuve en una cafeter¨ªa tres meses; luego, durante tres noches de una semana, haciendo inventario en los tiques de compra de las cajas de un supermercado; y despu¨¦s vendiendo ropa en una tienda dos meses, y, por ¨²ltimo, vendiendo casas. Aqu¨ª tengo un contrato de tres meses: la gloria. Me pagan unas 65.000 pesetas", relata Laura, que luego espeta de un tir¨®n: "Esto es duro: no puedes meterte en un piso ni llevar una vida normal; estamos continuamente agobiados; la cuenta del banco tiritando; no vamos de vacaciones ni casi en verano a la piscina, y ni de cachondeo pensamos en tener hijos. Tenemos un gato, y a veces, cuando toca pagar los mil durillos del veterinario pensamos que es un gasto. Y lo malo es que no tenemos esperanza de que esto se acabe alguna vez. Y los trabajos por los que pasamos nos dejan un mal sabor de boca, porque nos quitan de enmedio siempre, sin dejar que progresemos o que adquiramos experiencia. Salimos adelant¨¦, pero con la sensaci¨®n de que sobramos".
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