Toros peligrosos en la Monumental de M¨¦xico

En una tarde de mucho viento los alternantes se enfrentaron a un encierro peligroso por su ferocidad. A Jorge Guti¨¦rrez le aplaudieron su toreo templado, a Manuel Capetillo no le agradecieron su empe?o y a El Tato le ovacionaron su entrega.El Tato salud¨® de hinojos al ¨¢spero tercero, con una vistosa larga cambiada. Su trasteo lo realiz¨® con un valor a toda prueba, pero carente de buen gusto, a base de no quitarle el enga?o de la cara y abusar del encimismo. Al intentar un natural el viento lo descubri¨® y el bicho se lo ech¨® a los lomos y le hizo dar una vuelta de campana, cayendo de rodillas. Por la defectuosa colocaci¨®n del acero la mayor¨ªa del p¨²blico no pidi¨® la oreja, pero el juez de plaza, quiz¨¢ influido por la voltereta, se la concedi¨® y el respetable protest¨®.

Al noble astado Don Rufino, que cerr¨® plaza y mereci¨® arrastre lento, lo recibi¨® El Tato con otra larga cambiada y se qued¨® quieto en un quite por chicuelinas. Aprovech¨¢ndose de que el viento se calm¨®, hizo una larga y emotiva faena compuesta de cerca de 80 pases, algunos ejecutados retirado de la res, barriendo la arena con la muleta y d¨¢ndole la distancia id¨®nea.

El Tato dibuj¨® un toreo de bellas l¨ªneas, sobresaliendo cuatro series de naturales circulares y dos de redondos, magistralmente rematados con el de pecho. Su actuaci¨®n despert¨® emoci¨®n, pero perdi¨® los trofeos al fallar con la toledana.

Ante la imposibilidad de controlar los vuelos del capote y de la muleta con las r¨¢fagas de aire que las mov¨ªan, Jorge Guti¨¦rrez no logr¨® dominar al pastue?o e inv¨¢lido que abri¨® plaza. Dej¨® ver la calidad de su temple en un quite por navarras y en dos series de redondos.

El m¨¦rito del hidalguense con el aplomado y ¨¢spero cuarto fue hacer que embistiera y se fijara en la fl¨¢mula. Como el viento segu¨ªa soplando, al intentar una suerte se qued¨® descubierto y el morlaco lo enganch¨® aparatosamente. Se levant¨® sin mirarse y continu¨® su quehacer pero lo alarg¨® demasiado.

Manuel Capetillo breg¨® al incierto segundo y, aunque estuvo voluntarioso, entre el aire que arreci¨® y la brusquedad y debilidad del burel, no logr¨® dome?arlo. En el quinto, que con ferocidad calamoch¨® durante toda la lidia, el respetable estuvo injusto con el espada, pues ¨¦ste lidi¨® con habilidad al peligroso oponente, a pesar del aire que constantemente lo descubr¨ªa.