La dictadura de la t¨¦cnica

Tres j¨®venes y muy buenos bailaores protagonizan este espect¨¢culo que, sin embargo, no llega a cuajar en un todo arm¨®nico. Le falta la chispa que d¨¦ coherencia y sentido a una sucesi¨®n de temas de m¨²sica y danza que tal como se nos presentan carecen de relaci¨®n entre s¨ª. Le sobra, tal vez, t¨¦cnica.La base del mismo est¨¢ en un grupo musical de presencia constante en el escenario. Abundan, quiz¨¢ en exceso, los n¨²meros musicales que canta Dieguito, que pecan, por lo dem¨¢s, de parecerse bastante unos a otros. El cantaor, en cambio, est¨¢ fenomenal cuando acompa?a a los bailaores.

Bailaores que, ya lo hemos dicho, son individualmente de una gran clase. La t¨¦cnica no tiene secretos para ellos, demostrando un virtuosismo que tiene su m¨¢xima expresi¨®n en los zapateados. Ortega pone el acento en la fuerza y complejidad de sus pasos, a veces tan extremadamente complicados que asombran. Fern¨¢ndez concede m¨¢s atenci¨®n a las transiciones llenas de delicadeza, all¨ª donde el baile flamenco se convierte en una fr¨¢gil expresi¨®n de belleza. Mar¨ªa Viv¨®, en la plenitud de su arte, endurece la feminidad de su baile, lo que quiz¨¢ sea un error. Los tres prolongaron excesivamente sus temas en solitario.