Francia: la cultura contra las leyes xen¨®fobas
Desde hace varios a?os, la intelligentsia francesa oscila entre la apolog¨ªa del "pensamiento ¨²nico" y su denuncia. La cuesti¨®n de la inmigraci¨®n est¨¢ en el centro de este pensamiento. Dado el d¨¦bil consenso que existe sobre este tema, aparte de algunos intelectuales indignados o especializados en la acci¨®n caritativa, ninguno de nuestros grandes mentores del esp¨ªritu se ha pronunciado sobre una pol¨ªtica que, desde hace 15 a?os, hace de los extranjeros y los inmigrantes las bestias negras de la sociedad francesa. Pero, por primera vez desde principios de los a?os ochenta, ha surgido un amplio movimiento de protesta que re¨²ne a personas de ¨¢mbitos muy distintos que se niegan a obedecer unas "leyes inhumanas" y que denuncian la p¨¦rdida de los principios fundadores de la Rep¨²blica Francesa. Cineastas, actores, directores de teatro, escritores, periodistas, traductores, universitarios, investigadores, m¨²sicos, editores, libreros, psicoanalistas, directores de asociaciones, dibujantes, abogados, arquitectos -s¨®lo por mencionar a algunos- dicen hoy: ?basta! Basta de demagogia, basta de humillaciones, basta de sadismo jur¨ªdico-policial, que hacen de los extranjeros e inmigrantes los primeros cobayas de ese experimento de "meter en vereda" que el Frente Nacional del fascista Le Pen extender¨¢ inevitablemente al resto de la sociedad francesa, si le dejamos actuar.Hoy, los firmantes de los manifiestos han asestado un golpe decisivo y esperanzador a este proceso. No s¨®lo han dicho no a las leyes Pasqua y al proyecto Debr¨¦, sino tambi¨¦n, y sobre todo, a todos los partidos que manipulan la inmigraci¨®n como una mercanc¨ªa pol¨ªtica en unas contiendas electorales a menudo vac¨ªas de contenido. La semilla de este movimiento se sembr¨® en la movilizaci¨®n a favor de los inmigrantes indocumentados de la iglesia Saint-Bernard, en agosto de 1996. Ya entonces, la imagen simb¨®lica de la actriz Ernmanuelle B¨¦art con las manos esposadas a la espalda, dej¨® claro que una parte insospechada de la sociedad francesa se desvinculaba de las organizaciones pol¨ªticas y afirmaba su solidaridad con los inmigrantes. Pero, como de costumbre, los partidos pol¨ªticos y el poder creyeron que el asunto se hab¨ªa zanjado cuando las hachas de los polic¨ªas violaron el recinto sagrado...
Pero hab¨ªa que estar muy ciego para no ver que el movimiento de solidaridad, lejos de desaparecer, se enraizaba profundamente en el coraz¨®n de la sociedad para reaparecer con m¨¢s determinaci¨®n en otros lugares y bajo otras formas: resulta evidente que, desde entonces, algo ha cambiado en Francia. La disidencia actual da buena prueba de ello
Los firmantes de las peticiones simplemente se han dado cuenta de que las leyes Pasqua y el proyecto de ley Debr¨¦ que atacan los derechos de los inmigrantes y de los extranjeros, atacan tambi¨¦n los valores en los que se basa la cohesi¨®n social en Francia. En realidad, el objetivo de las leyes Pasqua y M¨¦haignerie (ley del 22 de julio de 1993 que reforma el derecho de nacionalidad, ley del 10 de agosto de 1993 sobre los controles de identidad, ley del 24 de agosto de 1993 relativa al control de los flujos migratorios, ley constitucional del 25 de noviembre de 1993 que reformaba el derecho de asilo) es la desestabilizaci¨®n, no la integraci¨®n de los inmigrantes legalmente instalados en Francia, para poder expulsarles, hacer descender el ¨ªndice de paro y responder a los deseos del Frente Nacional de reservar los puestos de trabajo para los franceses. Adem¨¢s, ponen en tela de juicio el derecho de suelo que da la nacionalidad francesa a todos los nacidos en Francia, y dejan en una situaci¨®n ilegal a decenas de miles de ni?os y adolescentes hasta los 16 a?os, edad a partir de la cual pueden solicitar la nacionalidad (que, por otro lado, ya no se les concede de forma autom¨¢tica); establecen un sistema de control de extranjeros e inmigrantes de una severidad jam¨¢s vista desde el r¨¦gimen de P¨¦tain, entre 1940 y 1944; y, por ¨²ltimo, pervierten de hecho el derecho de asilo, conquista centenaria de la tradici¨®n republicana francesa, convirtiendo a quienes lo solicitan en aut¨¦nticos mendigos. Esas leyes eran severas, injustas, arbitrarias y peligrosas para el Estado de derecho. ?Pero, al parecer, no era suficiente!
Por tanto, han sido radicalizadas por el actual proyecto Debr¨¦, que obliga a todo ciudadano franc¨¦s a: a) no alojar en su casa a un extranjero sin asegurarse de la legalidad de su presencia en Francia; b) solicitar al alcalde un certificado de alojamiento para todo extranjero invitado en Francia y, sobre todo, notificarle la fecha de partida del. extranjero; c ) demostrar que dispone de los medios econ¨®micos para cubrir las necesidades del invitado extranjero, etc¨¦tera. En definitiva, no se puede invitar a un amigo extranjero sin tener que enfrentarse a unas dificultades kafkianas; no se puede alojar a un inmigrante sin correr el riesgo de ser condenado si ¨¦ste no est¨¢ legalmente instalado en Francia. En resumen, nos convierte a la vez en ayudantes de carabineros, delatores y, en ocasiones, verdugos.
El poder lanza estas medidas a una opini¨®n p¨²blica muy exaltada por los discursos racistas del Frente Nacional. Cree que la mejor forma de luchar contra el ascenso de la extrema derecha es hacer lo que ¨¦sta propone. Sin embargo, las ¨²ltimas elecciones en Vitrolles, con la victoria del partido fascista en la segunda vuelta, demuestran lo contrario: los electores sensibles a la demagogia xen¨®foba prefieren el original (Le Pen) a la copia (Pasqua-Debr¨¦).
La acci¨®n de los firmantes surge como un trueno en un cielo encapotado. Revela todas las contradicciones de los partidos pol¨ªticos. Se trata de un aut¨¦ntico, profundo y gran movimiento hist¨®rico y simb¨®lico. ?Por qu¨¦? No s¨®lo porque denuncia la infamia impuesta progresivamente a los extranjeros y a los inmigrantes en Francia, sino tambi¨¦n, y sobre todo, porque rompe el d¨¦bil consenso que se hab¨ªa establecido entre los partidos pol¨ªticos de derecha y de izquierda.
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Un consenso fundado en. la idea de que no es posible luchar contra la extrema derecha defendiendo la legitimidad del derecho de los inmigrantes a una vida decente y de los extranjeros a ser acogidos convenientemente. Es precisamente esa cobard¨ªa la que denuncian y rechazan los firmantes, porque ellos, que est¨¢n metidos de lleno en la vida cotidiana, saben perfectamente que, con las leyes Pasqua y el proyecto Debr¨¦, todo ciudadano se convierte hoy en un sospechoso.
Tras 15 a?os de demagogia y de hipocres¨ªa por parte de-los pol¨ªtcos, este movimiento dice a la sociedad aquello que los partidos son incapaces de proclamar: que la solidaridad con las v¨ªctimas de las leyes xen¨®fobas es un valor positivo y que la lucha contra el auge del fascismo se libra asumiendo la identidad multi¨¦tnica, multicultural y multiconfesional de la sociedad francesa. Los partidos pol¨ªticos han demostrado ser incapaces de acabar con el paro, la degradaci¨®n de la vida cotidiana y la erosi¨®n de los valor, es de justicia e igualdad. Han capitulado ante la ret¨®rica xen¨®foba de la extrema derecha y, de hecho, han aceptado que los extranjeros y los inmigrantes se conviertan en las cabezas de turco de los problemas de la sociedad francesa.
Esta situaci¨®n, aunque espec¨ªfica de Francia, corre el riesgo de extenderse progresivamente a otros pa¨ªses, y muy especialmente a Espa?a e Italia. Afortunadamente, el ejemplo de los firmantes en Francia muestra que cuando las ¨¦lites culturales toman conciencia de esta situaci¨®n, pueden desempe?ar un papel salvador frente al ascenso de la barbarie.
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