Normalidad
Un d¨ªa normal, suena el despertador y, medio en sue?os, me dirijo hacia la cocina a prepararme un caf¨¦, ant¨ªdoto para sacudirme la pereza. Siguiendo la rutina de la ma?ana enciendo la radio, oigo la voz ya familiar de la locutora, me informa de los titulares de los peri¨®dicos de este d¨ªa y comenta algunas noticias anecd¨®ticas para amenizar la ma?ana, entre ellas una realmente maravillosa, digna de ser llevada a los museos de arqueolog¨ªa: "Un tribunal rebaja la pena por violaci¨®n a un marido porque, en el matrimonio, merece menor reproche y gravedad". Estupefacta abro los ojos, creo que ya estoy m¨¢s espabilada y con cierto mal humor.Tomo mi ducha diaria y por el desag¨¹e, adem¨¢s del agua y la espuma, se van algunos de mis malos pensamientos. Cojo el autob¨²s, gano la batalla diaria por conseguir un asiento en hora punta, ?hoy es mi d¨ªa!, me siento, escucho la charla que se traen entre manos los locutores de la emisora que lleva puesta el conductor, risas que denotan buen humor, se hace agradable el trayecto. Corte publicitario, un refresco (no me apetece), San Valent¨ªn en unos almacenes (qu¨¦ absurdo), y, lo que considero la segunda estocada del d¨ªa, un conocido concesionario de coches de segunda mano que anuncia su producto de la siguiente forma: "El papel, mejor reciclado; las chicas, experimentadas.... si las cosas usadas se revalorizan con el tiempo, compra un coche, bla, bla, bla".
En menos de una hora me han dicho ya en dos ocasiones que no soy persona plena de derechos, que si quien me viola es mi marido, pues "tranquila", a fin de cuentas, mi libertad sexual no cuenta, soy una cosa que se usa.. Quiz¨¢ estoy exagerando, no importa; ya despierta, llego a mi trabajo.-
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