Derechos y deberes c¨ªvicos y sociales
En Europa se ha constituido un Comit¨¦ de Sabios que ha hecho un informe importante que titula Por una Europa de los derechos c¨ªvicos y sociales. Quiz¨¢ el mayor error ha sido llamarse as¨ª, por que su conclusi¨®n es precisamente la contraria. Porque ese famoso comit¨¦ confiesa acertadamente que Ias instituciones o los expertos ya no son los ¨²nicos que deben intervenir en temas tales como los derechos fundamenta les que afectan a la vida cotidiana de las personas". La ciudadan¨ªa no se agota hablando de una suma de derechos, sino que "es tambi¨¦n una manera de ser, de reconocer las obligaciones hacia los dem¨¢s", y de "participar en la construcci¨®n de la sociedad", ya que "una simple enumeraci¨®n de una lista de derechos no refleja debidamente esta dimensi¨®n de la ciudadan¨ªa". Es preciso "definir una visi¨®n m¨¢s equilibrada de los derechos y deberes". Y en Espa?a, la Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda, al Refugiado (CEAR), donde participan los partidos y sindicatos, junto con grupos humanos y personas significadas, lo difunde en sus jornadas.Hasta ahora, s¨®lo nos hab¨ªamos fijado en los derechos, y esto era necesario, pero no era suficiente, y caemos en la cuenta de que a todo derecho corresponde tambi¨¦n un deber y, si no, estaremos en un mundo desvencijado e ineficaz en sus pretensiones, como pasa actualmente. La ley que gobierna. al mundo nos ha costado trabajo darnos cuenta de que es la ley de la reciprocidad, que siglos antes de Cristo descubri¨® y propag¨® el gran l¨ªder humano que fue Kung-fu-tse (Confucio).
Lo malo es que hemos perdido la memoria hist¨®rica, y estamos inventando trabajosamente cada poco lo que ya estaba inventado y hab¨ªamos olvidado. La historia deb¨ªa ser la gran maestra de la vida, pero no lo es. Nuestra ignorancia es supina; y esto nos hace perder un tiempo hermoso que tenemos que rehacer despu¨¦s de habernos dado con la cabeza -en la pared. Vamos poco a poco adelantando; pero ?cu¨¢nto nos cuesta hacerlo! Somos como una pesada carreta que no avanza apenas, qued¨¢ndonos empantanados en la vida cotidiana, sin vislumbrar ni abrir el camino futuro.
La Revoluci¨®n Francesa descubri¨® un elenco de derechos que hoy deber¨ªamos volver a leer y pensar, porque dice algo esencial que deb¨ªamos haber tenido en cuenta los ciudadanos del mundo. Se hace imprescindible reconsiderar todo ello, a la luz de lo ocurrido en estos a?os del siglo, con tanta injusticia palmaria que clama al cielo y tanto problema de dimensiones mundiales. Estamos todav¨ªa admirados con el primer nivel de derechos, los que propugn¨® el liberalismo: las libertades b¨¢sicas, que son la piedra fundamental de un Estado de derecho; y mal que bien, al menos de palabra, parecen haberse conseguido en buena parte de Europa, aunque no en toda. El fascismo, el nazismo, el franquismo y el sovietismo estaliniano han desaparecido, y poco a poco entran en caja los pa¨ªses que han padecido su dominio tan poco humano.
Pero ahora est¨¢ apareciendo todos los d¨ªas la necesidad de desarrollar y aplicar los derechos de segundo nivel los derecos econ¨®micos, culturales y sociales, que todav¨ªa falta mucho para que sean una realidad generalizada. Las libertades, son falsas si no tienen este apoyo de, base, porque no se es libre si no se come y no se tiene un abrigo y una casa; y tampoco si no hay suficienie protecci¨®n real y pr¨¢ctica del enfermo, del jubila do o del anciano, el parado y el inmigrante.
Lo mismo ?ngel Ganivet que Unamuno proclamaron, adem¨¢s, a principios de, siglo, que para tener m¨¢s, libertad real se necesitaba m¨¢s cultura. La base de una libertad aut¨¦ntica es la cultura, y sin ella no hay una verdadera libertad en la pr¨¢ctica, porque no sabemos elegir nuestra conducta de modo adecuado. No nos damos cuenta de que "la libertad consiste en poder hacer todo cuanto no perjudique a otros", y hemos de percatamos de ello; y Ia, ley s¨®lo tiene derecho de prohibir aquellos actos que son perjudiciales a la sociedad" (art¨ªculos 4? y 5? de la Declaraci¨®n de Derechos del Hombre, de 1789): no puede prohibirlo todo. Y esto lo hemos de decidir entre todos y llevarlo a cabo con la participaci¨®n de todos. Ya no se puede gobernar para el pueblo sin el pueblo, como frecuentemente se hace al olvidarse durante cuatro a?os de las necesidades reales de los votantes despu¨¦s de haber conseguido su voto. Ni podemos estar a merced de los grupos de intereses, qu¨¦ no representan a la mayor¨ªa, pero la acaparan sin respeto a su libertad.
Pero faltan a¨²n los llamados derechos de la tercera generaci¨®n. Todav¨ªa estamos en mantillas, y son m¨¢s que nunca necesarios si queremos que el mundo deje de ir a la deriva. Son un ambiente sano, sin estar contaminado por el ruido, que irrita y enfrenta a los seres humanos, con los nervios a flor de piel; o la poluci¨®n que nos invade en las grandes ciudades, lo mismo que en los sitios de grandes f¨¢brica peligrosas, porque arrojan sobre el pobre ciudadano sus mismas. Es el derecho a una sociedad en paz, donde la felicidad humana sea posible. Es el derecho a una vida y una muerte dignas; lo mismo que a nuestra intimidad, violada constantemente en nuestra sociedad de la comunicaci¨®n a ultranza y del morbo por la noticia escandalosa. Y tambi¨¦n a la necesaria inviolabilidad de nuestro patrimonio gen¨¦tico, que est¨¢ en peligro con la llamada revoluci¨®n-gen¨¦tica y la ingenier¨ªa gen¨¦tica.
Pero nada se conseguir¨¢ si los ciudadanos y los que nos gobiernan no saben cumplir sus correspondientes deberes, como contrapartida de los derechos humanos, para que sean eficaces y no s¨®lo resulten pura palabrer¨ªa- propagand¨ªstica. Declaraci¨®n, s¨ª; pero compromiso, tambi¨¦n. Compromiso de las personas, de los grupos y de ese gran monstruo en que se est¨¢n convirtiendo ¨¦l Estado y las administraciones p¨²blicas.
Estamos llegando as¨ª a la ¨²ltima clave: el motor de todo ello tiene que ser el desarrollo de esa calidad humana que empieza a sonar corno imprescindible para la sociedad del futuro, la solidaridad.
Recordaba al principio el olvido de lo que se supo hace a?os, y ya no recordamos. Yo tuve -al profesor Verdes Montenegro como catedr¨¢tico de una asignatura que hoy tendr¨ªa que imponerse a todos en los estudios para la adolescencia y juventud: debe res ¨¦ticos y c¨ªvicos. Nos educaba este profesor en lo ,que no supimos continuar dentro de la crispaci¨®n de las dos Espa?as enfrentadas tradicionalmente, y que antes de nuestra guerra civil lo estaban m¨¢s todav¨ªa. Sab¨ªa educamos pr¨¢cticamente en esa moral c¨ªvica hoy tan necesaria, definiendo la ¨¦tica como "la ciencia de las costumbres de cuanto es plausible o censurable, de cuanto se produce de modo que la humana convivencia pueda, conservarse y mejorar". Y las leyes tienen que ser el marco m¨ªnimo necesario para que se cumpla el bien humano: "El derecho hace posible la pr¨¢ctica del bien", ya que Ias normas morales se re fieren a todas las acciones humanas", y "su cumplimiento se deja a la voluntad del sujeto o s¨®lo se exige por arte de la opini¨®n p¨²blica"; en cambio, Ias normas jur¨ªdicas s¨®lo ata?en a menor n¨²mero de actos", y "su efectividad es exigida m¨¢s decidida y vigorosamente por la opini¨®n un¨¢nime o por las leyes".
La ¨¦tica c¨ªvica se gobierna, adem¨¢s, por las consecuencias de nuestros actos, consecuencias cada vez mejor conocidas hoy; y el m¨®vil pr¨¢ctico de nuestro deber consiste en percatamos de "la deuda para con la sociedad que nos impulsa a devolver el beneficio recibido". No es cuesti¨®n de intenciones, sino de responsabilidad social.
De este modo es como Europa y la CEAR (Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refugiado) colaboran a desarrollar estas urgentes necesidades humanas.
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