No conozco a Valdano
En los ¨²ltimos a?os, mi familia y yo hemos tenido que acostumbrarnos a encajar calumnias, desde falsas hijas a falsas cuentas en Suiza, pero desde el lunes soy v¨ªctima de una falsedad particularmente indignante por parte de la revista Tribuna, que ha inventado un supuesto romance m¨ªo con el se?or Jorge Valdano, sin la menor base, ni posibilidad de equ¨ªvoco, puesto que ni siquiera le conozco. Al ver y escuchar el lunes en televisi¨®n al director y a la autora del reportaje mintiendo c¨ªnicamente, me costaba creer a mis ojos y mis o¨ªdos. Pero, a pesar del da?o enorme que nos est¨¢n produciendo a m¨ª y mi familia, me alegr¨¦ de o¨ªrles, porque al hacerlo me di cuenta de que en su montaje han cometido un error garrafal que lo destruye por su base. Repitieron, machaconamente, para dar sensaci¨®n de exactitud, que el d¨ªa 9 de febrero yo me encontraba, disfrazada con sombrero ancho y gafas negras, paseando por un parque navarro con el se?or Valdano. Pues bien, el d¨ªa 9 de febrero yo no me encontraba ni siquiera en Espa?a, sino que, aprovechando la semana blanca de vacaciones de mi hija Ana, me encontraba con ella en Gstaad (Suiza), siguiendo su aprendizaje de esqu¨ª y acompa?ada por su se?orita, A. Langlez. Poco despu¨¦s se reuni¨® con nosotros mi marido, Miguel Boyer. Me resulta, afortunadamente, muy f¨¢cil probar lo que digo, con los billetes de ida y vuelta de la compa?¨ªa a¨¦rea, que conservo, con las facturas de hotel y de la agencia de viajes, y , adem¨¢s, con el testimonio de un buen n¨²mero de personas -espa?olas y extranjeras- que me vier6n continuamente en Gstaad y cuya comparecencia pedir¨¦ en el juzgado que se encarga de tramitar la demanda o querella que prepara mi abogado. El supuesto testigo que crey¨® reconocerme en Navarra debe tener -en el mejor de los casos- mala vista. Ni paseo. rom¨¢ntico, ni sombrero ancho: traje de esqu¨ª y en Suiza con mi hija. Me indigna pensar que de no ser por estas circunstancias, excepcionales y afortunad¨ªsimas para m¨ª, me habr¨ªa- visto en la imposibilidad de demostrar la falsedad de la canallada de la que soy objeto y poner en evidencia lo bajo que han ca¨ªdo algunas revistas, sus propietarios, director y reporteros para conseguir lectores.-
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