Paz, democracia y terrorismo
No tengo la menor duda de que todos los dem¨®cratas ans¨ªan la paz y el final del terrorismo. Parto de esta premisa para a continuaci¨®n a?adir que no todas las propuestas y formulaciones que se efect¨²an desde las fuerzas democr¨¢ticas contribuyen a dise?ar una estrategia correcta frente a la violencia.Se pueden establecer diferentes clasificaciones en cuanto a cu¨¢les son las finalidades de una organizaci¨®n terrorista en relaci¨®n con el Estado en que opera. De entre las m¨²ltiples susceptibles de enumerarse se?alar¨¦ la del desistimiento.
El terrorismo mediante la utilizaci¨®n de m¨¦todos violentos pretende, entre otras finalidades, lograr el desistimiento del Estado ante las reivindicaciones de la organizaci¨®n" planteadas al margen del sistema democr¨¢tico y amparadas en el uso de la fuerza. Se pretende el "cansancio" o el hast¨ªo del Estado y de la sociedad para que finalmente se produzca la cesi¨®n que justifique la utilizaci¨®n de la violencia.
Uno de los objetivos del Estado en la lucha contra el terrorismo es precisamente el contrario: conseguir que se produzca el desistimiento de la organizaci¨®n terrorista en la utilizaci¨®n de la violencia para defender sus te¨®ricos objetivos pol¨ªticos.Ese desistimiento puede alcanzarse porque la eficacia policial, la unidad democr¨¢tica, el aislamiento social, la firmeza en la primac¨ªa de la pol¨ªtica sobre la violencia, lleven a la propia organizaci¨®n terrorista, sus apoyos pol¨ªticos y entornos, al convencimiento de que la utilizaci¨®n de la violencia es in¨²til para lograr sus objetivos. In¨²til porque las fuerzas pol¨ªticas democr¨¢ticas mantienen con firmeza y sin fisuras que en una democracia, que se precie de serlo, no se pueden alcanzar jam¨¢s objetivos pol¨ªticos recurriendo a la violencia. Es decir, lograr el convencimiento de que el terror puede causar estragos en una sociedad, pero nunca el avance de una reivindicaci¨®n pol¨ªtica. Si esta voluntad se mantiene tal y como preconiza el Pacto de Ajuria-Enea de enero de 1989 -que en su apartado d¨¦cimo se?ala con claridad que "hay que respetar en todo momento el principio democr¨¢tico irrenunciable de que las cuestiones pol¨ªticas deben resolverse ¨²nicamente a trav¨¦s de los representantes leg¨ªtimos de la voluntad popular"-, si este principio se mantiene con firmeza por todos los dem¨®cratas, se est¨¢n sentando las bases para que alg¨²n d¨ªa pueda producirse el desistimiento de la organizaci¨®n terrorista.
Estuvimos perdidos durante 11 a?os (1977-88) en el camino de buscar una estrategia com¨²n de todos los dem¨®cratas frente a la violencia. Era la ¨¦poca en que se afirmaba que las "extradiciones eran un genocidio contra el pueblo vasco", que "los miembros de ETA eran abertzales (patriotas) equivocados", que entre el PNV y ETA hab¨ªa una. cosa en com¨²n: ambos luchan por la Naci¨®n Vasca -se dec¨ªa- o que Navarra era Euskadi por decreto totalitario al margen de la voluntad democr¨¢tica del pueblo navarro. Hemos vuelto a las andadas. "Me da m¨¢s miedo Espa?a que ETA", me parece una frase terrible pronunciada recientemente por un dirigente del nacionalismo democr¨¢tico.
A estas alturas lo que m¨¢s me preocupa es resaltar cu¨¢les son las actitudes que. proviniendo de partidos democr¨¢ticos -en mi opini¨®n- contribuyen no s¨®lo a que no se produzca el desistimiento de la organizaci¨®n terrorista, sino que coadyuvan a que se mantenga viva la esperanza sobre la posibilidad de que prosperen reivindicaciones pol¨ªticas defendidas mediante la utilizaci¨®n de la violencia.Cuando desde determinadas fuerzas pol¨ªticas democr¨¢ticas se plantea la oferta de un di¨¢logo sin ning¨²n tipo de condiciones -sin mencionar ni siquiera el cese previo de la violencia-, incumpliendo claramente el Pacto de Ajuria-Enea ("Si se producen las condiciones adecuadas para un final dialogado de la violencia, fundamentadas en una clara voluntad de poner fin a la misma y en actitudes inequ¨ªvocas que puedan conducir a esa convicci¨®n, apoyamos procesos de di¨¢logo entre los poderes competentes del Estado y quienes decidan abandonar- la violencia"), se comete un error grav¨ªsimo.
No es posible admitir un di¨¢logo en el que una parte utiliza la fuerza de la raz¨®n para defender sus argumentos y la otra puede utilizar la fuerza de las metralletas en defensa de los suyos. No hay Gobierno democr¨¢tico que se precie que pueda aceptar tal planteamiento. Pero, adem¨¢s, la oferta de un di¨¢logo permanente e intemporal sin exigir el cese previo de la violencia conduce al planteamiento de c¨®mo se llega a ese hipot¨¦tico di¨¢logo en el supuesto remoto de que la organizaci¨®n terrorista fuera realmente partidaria del mismo. ?Cu¨¢ntos atentados m¨¢s cuesta esa oferta hecha sin condiciones hasta que la organizaci¨®n terrorista crea que est¨¢. en una situaci¨®n de fortaleza suficiente como para poder afrontarlo con ¨¦xito y lograr sus objetivos? No ser¨¦ m¨¢s expl¨ªcito.
Si a la oferta de negociaci¨®n se le a?ade la caracterizaci¨®n de "pol¨ªtica" el error se multiplica hasta el infinito. La estrategia del desistimiento para que dejen las armas convencidos de la inutilidad de las mismas se viene abajo, se desploma. Con ese planteamiento, la organizaci¨®n terrorista, los presos, los j¨®venes expertos en violencia callejera, recobran la esperanza. Su lucha y sus riesgos no s¨®lo no son in¨²tiles o est¨¦riles sino que pueden ser fruct¨ªferos porque hasta los dem¨®cratas admiten una negociaci¨®n pol¨ªtica, y esto quiere decir que algunas, quiz¨¢ no todas, pero algunas de sus reivindicaciones pol¨ªticas que alimentan la lucha violenta se habr¨¢n abierto paso. Habr¨¢n triunfado. Esta miama esperanza, ese reconocimiento impl¨ªcito de que la violencia puede ser efectiva y eficaz en una sociedad democr¨¢tica no hace m¨¢s que contribuir a que la propia violencia arrecie. Y se perpet¨²e.
Pero si, adem¨¢s, a la idea de la negociaci¨®n sin condiciones adornada de un contenido pol¨ªtico le a?adimos un dise?o final de soluci¨®n, entregado de antemano, es decir gratuitamente, como la autodeterminaci¨®n o conceptos similares, ya no estamos s¨®lo ante un error grav¨ªsimo sino ante el triunfo del terrorismo. No discuto que un partido democr¨¢tico pueda incluir en su programa la reivindicaci¨®n pol¨ªtica -que no el derecho- a la autodeterminaci¨®n. Ahora, si la autodeterminaci¨®n se liga al escenario final de la violencia, convirti¨¦ndose en la llave de la paz, el triunfo del terrorismo es pleno. ?ste es el gran error que est¨¢ cometiendo, sumado a las anteriores, el nacionalismo democr¨¢tico. El Pacto de Ajuria-Enea fue un acuerdo d¨ªficil, pero fue sabio. Cuando lo mantuvimos con convicci¨®n y con voluntad democr¨¢tica y tenacidad para ganar la batalla a la violencia, unido a la eficacia policial, el aislamiento social y la colaboraci¨®n internacional, la organizaci¨®n terrorista estuvo a punto de tirar la toalla, es decir, cercana al desistimiento, o al menos al cese de la violencia para tratar de resolver por otros cauces el problema de una minor¨ªa que se resiste a aceptar las reglas del sistema democr¨¢tico. Si estuvimos a punto de conseguirlo quiere decir que se puede volver a lograr. Este creo que es el camino que debemos seguir. Es dif¨ªcil recorrerlo sin el nacionalismo democr¨¢tico. Tenemos la responsabilidad de tratar de hacerlo juntos. Y deben estar tranquilos: si alg¨²n d¨ªa la paz en Euskadi es posible, nadie que sea sensato los va a marginar del proceso, pero no pueden pretender que sigamos un camino que consideramos equivocado, y que no compartimos, para acabar con el terrorismo.
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