Todos fueron Valientes
Los 28 jugadores que intervinieron devolvieron el protagonismo al f¨²tbol
Jugaron 28, 14 por equipo, pero ocho futbolistas simbolizaron en su f¨²tbol los valores que han convertido a los choques entre el Bar?a y el Atl¨¦tico en los mejores partidos del f¨²tbol espa?ol. Todo un cl¨¢sico.Aguilera. Su velocidad result¨® decisiva en el despegue del Atl¨¦tico. Meti¨® el turbo por la banda derecha, pas¨® como una moto por encima por la defensa azulgrana (y eso que su rival m¨¢s asiduo era Sergi, otro tipo rapid¨ªsimo) y se hart¨® de fabricar peligro. El Atl¨¦tico acus¨® mucho su lesi¨®n.
V¨ªtor Ba¨ªa. Fall¨® en el primer gol, en el segundo y en el cuarto. Sus errores desataron el festival de goles inicial del Atl¨¦tico. Dio muestras de nerviosismo e inseguridad, sensaci¨®n que percibi¨® el p¨²blico y hasta sus . propios compa?eros. Sus l¨¢grimas des consoladas al final del partido, como asumiendo que sus canta das podr¨ªan haberle privado a su equipo de una noche tan m¨¢gica, resultaron del todo emocionantes.
Kiko. Fue el hombre m¨¢s adelantado de su equipo, lo que merma eficacia a su f¨²tbol. Aun as¨ª, su habilidad para proteger la pelota y darle una salida razonable le convirti¨® en otro jugador determinante. Construy¨® el 0-2 (cerr¨® el despeje a Couto, amag¨® el control con el pecho, pero no toc¨® la pelota y la dej¨® pasar para Pantic) y el penalti del 0-3. Como todo el equipo rojiblanco, se desplom¨® fisicamente en la segunda mitad.
Ronaldo. Pese a estar sometido a una estrecha vigilancia por Prodan -la primera vez que Antic plantea en el Atl¨¦tico. una marca tan pegajosa- result¨® igual de letal. Pudo con el rumano, sobre todo en la segunda parte. Molina supo ganarle un mano a mano en su primera aparici¨®n, pero dej¨® su firma en la segunda. Bal¨®n suelto, volea y gol. Luego marcar¨ªa otros dos tantos y ser¨ªa el autor del remate del cabeza que precedi¨® al de la apoteosis final. Pantic. Estaba llamado a ser el hombre del partido, pero el desenlace final se lo impidi¨®. Marc¨® los cuatro goles de su equipo y recuper¨® la precisi¨®n perdida. Con el regusto de los goles hizo esfuerzos para participar en el juego, bajar la pelota y volver a ser el gu¨ªa del a?o pasado. Su segundo tanto,, desde fuera del ¨¢rea y no a bal¨®n parado -toda una novedad-, fant¨¢stico. Nunca se explicar¨¢ c¨®mo despu¨¦s de marcar cuatro goles vio c¨®mo su equipo no ganaba.
Figo. Sus gambeteos llenaron de l¨ªos al Atl¨¦tico. Sobre todo, cuando cambi¨® de banda y perdi¨® de vista a L¨®pez. Con la lesi¨®n de Ton?, que oblig¨® a Antic a colocar en el carril izquierdo a un central, Soloz¨¢bal, se vio m¨¢s c¨®modo. Su gol de volea, simplemente impresionante.
Molina. No pudo evitar el vendaval goleador azulgrana. En la primera mitad ense?¨® su seguridad de siempre y resolvi¨® con eficacia los escasos problemas que le plantearon los delanteros del Bar?a. En la segunda mitad se vio superado, como sus compa?eros, por las ansias de remontada del rival. En realidad, no se le puede acusar de ninguno de los tantos encajados. Eran remates que ten¨ªan escrita desde la salida la palabra gol.
De la Pe?a. Su entusiasmo ganador, su serenidad y sangre fr¨ªa para seguir conduciendo cerebralmente junto a Guardiola el juego del Barca, pese a las desastrosas noticias que iba contando el marcador, result¨® esencial. Tiene un talento desproporcionado para descubrir pases en todas las situaciones posibles.
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