?Y la Universidad?

LA UNIVERSIDAD Complutense ha generado en los ¨²ltimos a?os una deuda de 22.000 millones de pesetas por impago de cuotas a la Seguridad Social e IRPF de su personal. La deuda ser¨¢ absorbida por el Estado. Es casi seguro que una situaci¨®n como ¨¦sa en otro ¨¢mbito de la actividad p¨²blica habr¨ªa suscitado un esc¨¢ndalo. El que no haya sido as¨ª se debe, seguramente, a la conciencia de que la Universidad no ha recibido una atenci¨®n presupuestaria congruente con el enorme crecimiento del n¨²mero de estudiantes que acuden a sus aulas, cerca ya de mill¨®n y medio.Que se pueda comprender el origen de los problemas contables de algunas universidades no obsta para exigir una escrupulosa utilizaci¨®n de los fondos que se le asignan, sin alardes, ni iniciativas costosas de dudosa utilidad acad¨¦mica o fant¨¢sticos proyectos de expansi¨®n que s¨®lo pueden afrontarse mediante fuertes endeudamientos. El problema es generalizable a la mayor¨ªa de las universidades. Al menos, de aquellas que han permanecido hasta hace poco en esa especie de limbo conocido por territorio MEC. Las transferencias, en trance de generalizaci¨®n, a las comunidades aut¨®nomas han contribuido a paliar algunos de estos problemas presupuestarios y de gesti¨®n.

Claro que eso no ha sido as¨ª siempre. El caso de la Gener¨¢lidad valenciana y su pulso con la Universidad de Alicante a prop¨®sito de la creaci¨®n de la Universidad de Elche es una, manifestaci¨®n del dif¨ªcil encaje de una instituci¨®n cuya autonom¨ªa es prenda esencial con poderes territoriales que pueden tener la tentaci¨®n de utilizarla con fines electorales. El problema ha hecho aflorar la crisis latente en el Consejo de Universidades, que se ha sentido desairado por la ministra de Educaci¨®n y Cultura al no acceder ¨¦sta a convocar un pleno para debatir el asunto. Si un ¨®rgano como ¨¦se, con represen taci¨®n de todas las universidades y de las autoridades educativas del Gobierno central y de los Gobiernos aut¨®nomos, no tiene competencia para tratar de la crea ci¨®n de una nueva universidad y la segregaci¨®n de centros de otra ya existente, cabe preguntarse si estamos ante un verdadero organismo de coordinaci¨®n universitaria o ante una simple burocracia encargada ¨²nica mente de los asuntos de tr¨¢mite, tal y como se preguntan los rectores. La reciente dimisi¨®n del secretario general del consejo, Francisco Michavila, tiene sin duda mucho que ver con la falta de definici¨®n y de eficacia a que se est¨¢ llevando a este organismo, clave en el dise?o original de la LRU. El fuerte crecimiento del profesorado para hacer frente a la nueva expansi¨®n del alumnado ha roto los cors¨¦s y algunas voces empiezan a advertir sobre los peligros de una nueva penenizaci¨®n en la Universidad, que deber¨ªa ser atajada con modificaciones legales, y tambi¨¦n presupuestarias, que tomen en consideraci¨®n el papel y la dimensi¨®n de la Universidad en nuestros d¨ªas, muy distintos de los de la universidad cl¨¢sica.

Para que la Universidad pueda cumplir su papel se requiere una pol¨ªtica presupuestaria suficiente, una pol¨ªtica de profesorado que permita contar con ense?antes motivados por su carrera docente, y la confianza en sus ¨®rganos de gobierno y de coordinaci¨®n, empezando por el Consejo de Universidades; pero sin que esa confianza se confunda con patente de corso para disponer de recursos siempre escasos en proyectos irreales o inspirados s¨®lo por la ambici¨®n de sus gestores.