De qu¨¦ va la CIG
Las cartas est¨¢n repartidas. Todo el mundo en la mesa sabe a qu¨¦ se juega y lo que est¨¢ en juego. Poco a poco la llamada Conferencia Intergubernamental (CIG) para la reforma del Tratado de Maastricht se va calentando. Pero no hay a¨²n apuestas, ni ha habido descartes de tal modo que se pueda acabar la partida en Amsterdam en junio o poco despu¨¦s. Los que parecen no entender nada son los mirones, es decir, la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n que se pregunta ?de qu¨¦ va la CIG? Pues bien, la CIG va, fundamentalmente, de cinco cosas.1. De establecer una uni¨®n pol¨ªtica -no suficientemente lograda con Maastricht- para arropar a la uni¨®n econ¨®mica y monetaria. Pero hay pocas ganas de integraci¨®n, de ampliar el campo de las decisiones por mayor¨ªa, o de otras medidas de soberan¨ªa compartida. Ya lo ha dicho Francia: la integraci¨®n ha ido lo suficientemente lejos. De esto se habla poco en la CIG, pero mucho en los debates sobre la moneda; por ejemplo, con la decisi¨®n sobre el informal pero muy ministerial Consejo de Estabilidad pactado entre Par¨ªs y Bonn.
2. De transformar unas instituciones para que, pensadas inicialmente para seis, funcionen en una Uni¨®n Europea ampliada a 20 o m¨¢s Estados. Se trata de redefinir el peso de cada instituci¨®n y de cada Estado (votos, capacidad de bloqueo junto a otros, n¨²mero de comisarios y su funci¨®n, etc¨¦tera). Es el debate esencial y definitorio de la relaci¨®n entre la UE y los Estados -y entre estos ¨²ltimos-, en el que Espa?a tiene mucho, much¨ªsimo, en juego. Probablemente cuesti¨®n tan may¨²scula no se cierra hasta los ¨²ltimos cinco minutos de la CIG. Pero la falta de ambici¨®n en este nuevo reparto de comodines puede conducir a la necesidad de una nueva CIG dentro de unos a?os, limitando la actual a, simplemente, lo menos dif¨ªcil. O acaso esconde una intenci¨®n de ampliar la UE al menor n¨²mero de Estados, al menos en una primera etapa.
3. De prevenirse contra la ampliaci¨®n y contra los m¨¢s reticentes hacia la integraci¨®n europea, como el Reino Unido, pero tambi¨¦n contra los nuevos candidatos que acaban de recuperar su libertad nacional y no van a ser, por tanto, los m¨¢s entusiastas supranacionalistas. Se busca as¨ª permitir que si unos quieren avanzar m¨¢s que otros en la integraci¨®n -sin poner en peligro el edificio com¨²n- lo hagan. Ll¨¢mese flexibilidad o cooperaci¨®n reforzada, es probablemente la ¨²nica manera de asegurar que una UE cada vez m¨¢s amplia conserve una finalidad pol¨ªtica. Lo que, guste o no, lleva a tener que plantear la cuesti¨®n del n¨²cleo, o directorio. Es decir, de que linos pocos, pero de peso, lleven la voz cantante. ?Estar¨¢ Espa?a entre ellos? Depender¨¢ en buena parte de su compromiso general y de su enfoque general europeo.
4. De facilitar que la UE act¨²e en el mundo. El fin de la guerra fr¨ªa y del Tratado de Maastricht han tenido como efecto que en buena parte desaparecieran las pol¨ªticas exteriores independientes de los Estados miembros, sin que surgiera en su lugar una aut¨¦ntica pol¨ªtica exterior europea, como se ve en Albania. Aunque pueda contribuir a crear unos instrumentos comunes que faltan, ¨¦sta no es cuesti¨®n que resolver¨¢ un nuevo tratado, sino que falta una voluntad pol¨ªtica, hasta el momento muy parca.
5. De evitar que la desaparici¨®n de las fronteras internas en la UE la aprovechen los delincuentes, ya sean terroristas, narcotraficantes o de otra cala?a. Para ello, la CIG intenta crear, junto a un espacio de libertad interna, un espacio judicial com¨²n, lo que requiere afinar no s¨®lo los instrumentos, sino tambi¨¦n acercar lo que son distintas culturas jur¨ªdicas y policiales.
En este intento de reformar la UE falta ambici¨®n, y desde luego visi¨®n, que contrasta con la que presidi¨®, hace ahora 40 a?os, el Tratado de Roma. La carencia de nuevas inspiraciones queda claramente de relieve. Y es que, adem¨¢s de desganados, los europeos estamos enfrascados en la moneda ¨²nica, un proyecto m¨¢s importante que el de una CIG que ha llegado demasiado pronto.
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