Una lengua muerta
Pensaba, escuchando los prodigiosos poemas del pasado que ha seleccionado Adolfo Marsillach, en la desaparici¨®n del castellano: en esa lengua muerta de hoy que fue viva y bell¨ªsima en los siglos de oro. Hab¨ªa una riqueza de vocabulario que fue aumentando en los a?os posteriores, sin desplazar los vocablos antiguos, sino por suma de los que iban apareciendo, derivados, inventa dos o tomados de otras lenguas. Ahora apenas se meten en el idioma, se nacionalizan, los neologismos, sino que se toman directamente del idioma en que se ha originado, a veces con unas pronunciaciones disparatadas que no corresponden al castellano ni al idioma de procedencia. As¨ª, poco a poco, el gran castellano se ha ido convirtiendo en una lengua muerta. No ha muerto por las peque?as cuestiones de los otros idiomas peninsulares, o las tontas disputas ling¨¹¨ªsticas, ni siquiera por la dicha entrada de palabras extranjeras -aquel castellano estaba hecho de palabras romanas, ¨¢rabes, jud¨ªas y alg¨²n residuo germ¨¢nico-, sino por su empobrecimiento continuo. Por la incultura, no siempre casual o producto de circunstancias especiales, sino tambi¨¦n por la ca¨ªda de la ense?anza, por la infidelidad a la lectura, por la llamada de la facilidad. Por nosotros mismos, que en los peri¨®dicos o en los libros tratamos de reducir el vocabulario que hemos conocido y aprendido para que est¨¦ al alcance de todos, y as¨ª cerramos el c¨ªrculo vicioso que mientras gira sin cesar, se empeque?ece. Ese castellano, actualizado o tra¨ªdo hacia ac¨¢ por Adolfo Marsillach, sigue siendo un prodigio a veces popular.
Una noche con los cl¨¢sicos
Poemas de los siglos XVI Y XVII, seleccionados y adaptados por Adolfo Marsillach, dichos por ¨¦l, por Mar¨ªa Jes¨²s Vald¨¦s y por Amparo Rivelles.Director: Adolfo Marsillach. M¨²sicos: Daniel Carranza y Juan Carlos de Mulder. Madrid, teatro Alb¨¦niz.
P¨¦rdida
No s¨¦ si en el tiempo por venir, leyendo o escuchando textos de los grandes prosistas o poetas de hoy, se llegar¨¢ a tener la misma impresi¨®n de p¨¦rdida. Yo la tengo no s¨®lo respecto de los siglos de oro, sino de lo que se hac¨ªa en torno a la generaci¨®n del 27, o a la del 98 que se va a conmemorar ahora: creo que la gran p¨¦rdida ha sido del ¨²ltimo medio siglo, y que ahora se multiplica. Y pienso que algunos de esos poemas, pese a la adaptaci¨®n, quedar¨¢n como incomprensibles para muchos.No son para recitar o lo son algunos -los romances, por ejemplo, tan extraordinarios-, pero tres primeras figuras del escenario los teatralizan a veces, los act¨²an, sobre todo el director de todo, Adolfo Marsillach, y el p¨²blico se entusiasma, y aplaude al final de muchos de los peque?¨ªsimos actos, y no para al final de la representaci¨®n. Sobre todo, los otros actores que estaban en el patio de butacas y se pon¨ªan ostensiblemente en pie para rendir homenaje a sus compa?eros mayores.
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