Yeltsin vuelve a ser quien manda en Rusia
El jefe del Kremlin acude a la cumbre de Helsinki revivido f¨ªsica y pol¨ªticamente
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El presidente de Rusia, Boris Yeltsin, vuelve a sentirse seguro de s¨ª mismo y al frente de los asuntos del Estado en v¨ªsperas de su primer viaje al extranjero desde hace casi un a?o, Cuando visit¨® China en abril de 1996. El hombre que acude a la cita con Bill Clinton en Helsinki est¨¢ contento consigo mismo, deseoso de mandar y de que los dem¨¢s sepan que manda, y se siente poco inclinado a agradecer los desvelos de quienes, le ayudaron a triunfar en las urnas en julio de 1996, cuando casi no se ten¨ªa en pie, y le siguieron ayudando despu¨¦s a dirigir la compleja Rusia.En resumen, el hombre con el que se reunir¨¢ el presidente de la superpotencia norteamericana es el Boris Yeltsin astuto y arrollador de siempre. Y el problema es precisamente esa fidelidad a s¨ª mismo, la fijaci¨®n en unos patrones mentales reiterativos, cuando el mundo en general y Rusia en particular est¨¢n cambiando sin que el l¨ªder del pa¨ªs m¨¢s vasto del mundo parezca darse cuenta de estas mutaciones.
Yeltsin demostr¨® el lunes que volv¨ªa a ser el de siempre cuando se sac¨® de la manga a Bor¨ªs Nemtsov, el flamante gobernador de Nizhni N¨®vgorod, para ocupar el puesto de primer vicejefe del Gobierno, en contra. de lo pactado con Anatoli Chub¨¢is, que deb¨ªa haber sido el ¨²nico primer vicejefe del Gobierno, y en contra de lo que ¨¦l mismo hab¨ªa firmado. A Yeltsin no le cost¨® nada tratar como papel mojado su propio decreto del 11 de marzo, seg¨²n el cual el nuevo Gobierno tendr¨ªa un solo Primer vicepresidente, y renunci¨® as¨ª a lo que hab¨ªa predicado desde que Volvi¨® a sentirse en forma a saber, que el Gobierno ten¨ªa que ser un equipo de correligionarios, y no un conglomerado de tendencias contrapuestas. Chub¨¢is, pese a sus buenas relaciones con la hija de Yeltsin, Tatiana, y al concienzudo trabajo de persuasi¨®n a la vera del presidente, fue v¨ªctima de las artes malabares de viejo appar¨¢tchik, en las que el l¨ªder ruso es un maestro.
Desde que Yeltsin acept¨® las ideas de Chub¨¢is para formar un Gobierno con vocaci¨®n reformista, capaz de repetir, a otro nivel, la aventura que protagoniz¨® Yegor Gaidar en 1991, hasta que nombr¨® a Nemtsov apareci¨® un factor imprevisto: la resistencia del jefe del Gobierno, V¨ªktor Chernomirdin, a aceptar el papel de mascar¨®n de proa que Chub¨¢is le hab¨ªa otorgado.
Al intentar formar el Gabinete, Chernomirdin se resisti¨® como un jabato a aceptar los nombramientos que Chub¨¢is quer¨ªa. Su t¨¢ctica fue la d¨¦ tratar de equilibrar cada pieza que el ex jefe del Gabinete quer¨ªa mover sobre el tablero -gentes j¨®venes y din¨¢micas, en gran parte a la espera de su oportunidad en los despachos del Gabinete presidencial- con sus propias piezas, curtidos y experimentados representantes de sectores de peso de la industria rusa. Y cuando los regateos se convirtieron en verdaderas refriegas, a Yeltsin se le ocurri¨® una "variante muy interesante" y ech¨® mano de Nemtsov.
Ahora, el buen funcionamiento del Gobierno depender¨¢ en gran medida de qui¨¦n consiga imponerse en el triunvirato Chernomirdin-Nemtsov-Chub¨¢is, y de que estos dos ¨²ltimos consigan articular una reforma atrevida, capaz simult¨¢neamente de mitigar el duro precio social y vencer las complicidades viciadas del poder con los intereses de quienes se han beneficiado de una situaci¨®n. de privilegio. Entre Chub¨¢is y Nemtsov no. existen, de entrada, antagonismos conocidos, y todo indica que tienen buenas relaciones. Pero ¨¦se no era el Gobierno que hab¨ªa pensado Chub¨¢is, y la posible promoci¨®n de Nemtsov como futuro candidato a presidente podr¨ªa entrar en conflicto con las ideas de Chub¨¢is para el futuro, adem¨¢s de suponer un contrapeso para el general Alexandr L¨¦bed, otro importante presidenciable.
Hoy, Nemtsov parece ocupar el lugar de favorito en el coraz¨®n de Yeltsin, y habr¨¢ que ver si el tono de abuelo amant¨ªsimo que ha adoptado es un fen¨®meno nuevo. ?n el pasado, el presidente demostr¨® ser capaz de separarse sin ceremonias de los hombres que le guiaban entre bastidores.
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