Cr¨ªticas y adhesiones
El mismo d¨ªa (22 de marzo de 1997) en que sacan ustedes la larga lista de firmas de adhesi¨®n a los se?ores Polanco y Cebri¨¢n, veo en esta misma secci¨®n una carta de don Antonio Fern¨¢ndez Cuesta protestando por la plana entera de cartas al director (12 de marzo de 1997) todas ellas a favor de EL PA?S y de su empresa. Estoy de acuerdo -salvo en el desprecio que muestra por os que llama "ret¨®ricos de la objetividad"- con la opini¨®n del se?or Fern¨¢ndez Cuesta. Precisamente una de las cualidades de EL PA¨ªS era, y -salvo esa grotesca p¨¢gina- espero que siga siendo, la de publicar, a diferencia del ¨ªnclito Abc, cartas cr¨ªticas o francamente adversas para el diario. A m¨ª mismo me publicaron hace ya unos meses una carta criticando el abuso de dedicar nada menos que un editorial -contra la m¨¢s acrisolada tradici¨®n period¨ªstica, que reserva muy especialmente esa secci¨®n tan s¨®lo para cuestiones de inter¨¦s p¨²blico- a las querellas particulares entre los se?ores J. L. Cebri¨¢n y P. J. Ram¨ªrez. Y ante aquel editorial, la ya citada plana de cartas de adhesi¨®n y esta ¨²ltima p¨¢gina de firmas de famosos en solidaridad con los se?ores Polanco y Cebri¨¢n, mal amigo ser¨ªa yo de EL PA?S si no le previniese contra el vago tufillo a abece¨ªna que est¨¢ empezando a trascender ¨²ltimamente. Ser¨¢n tal vez, en este caso, hipersensibilidades olfativas o prejuicios m¨ªos, pero, al margen de esta cuesti¨®n concreta, siempre he" cre¨ªdo desaconsejable que alguien salga en defensa de si mismo, y no s¨®lo por razones de buen gusto, sino tambi¨¦n porque pienso que no hay abogado de su propia causa m¨¢s desautorizado, ya a prior?, que el interesado mismo; podr¨¢ asistirle toda la raz¨®n del mundo, pero su voz no vale nada frente a la de un defensor extra?o a la querella, y, a poco que se exceda, puede llegar a ser incluso contraproducente. Dir¨¢ usted, se?or director, que las adhesiones de las cartas y, en su gran mayor¨ªa, la de los firmantes del breve manifiesto son de personas ajenas a la empresa, pero tambi¨¦n sabr¨¢ muy bien hasta qu¨¦ punto las adhesiones suelen ser ¨¢ parti pris y tienden a ser, casi por naturaleza, "incondicionales". Max Weber se?ala el nacimiento en Gran Breta?a de lo que ¨¦l mismo llama "democracia plebiscitaria" en una votaci¨®n de 1886 en la C¨¢mara de los Comunes sobre la home rule: "El aparato entero, de arriba abajo, no se pregunt¨®: ?estamos objetivamente en el terreno de Gladstone?, sino que, a una se?al de ¨¦ste, dio media vuelta con ¨¦l y dijo: 'Haga lo que haga, le seguimos". Este episodio, que Weber toma como s¨ªntoma de la aparici¨®n de la "democracia plebiscitaria", es un episodio puro de adhesi¨®n, que muestra bien el car¨¢cter de "incondicional" que, a mi entender, acompa?a a la idea misma de "adhesi¨®n": ?qui¨¦n sentir¨ªa como sem¨¢nticamente ajustada la expresi¨®n "adhesi¨®n condicional"? Por mero ¨¦nfasis adulatorio se estableci¨® en tiempos de Franco el automatismo de a?adir a "adhesi¨®n" los adjetivos totalmente redundantes de "incondicional e inquebrantable". Rasgos de "democracia plebiscitaria" son, a su vez, los que mostr¨® el Gobierno pasado a trav¨¦s de manifestaciones de "adhesi¨®n incondicional" tan desvergonzadas como la c¨¦lebre cena a Barrionuevo. En fin, lo que quiero decir con todo esto es que -al margen de lo que yo pueda pensar o dejar de pensar acerca de la clara u oscura intencionalidad pol¨ªtica del Gobierno actual en su "acoso" a los se?ores Polanco y Cebri¨¢n, o sobre las mejores o peores razones de ¨¦stos para defenderse- me gustar¨ªa que EL PA?S, escarmentando en cabeza ajena con lo contraproducente de aquella escandalosa cena, abandonase el torpe camino de la autodefensa a ultranza y de la busca de adhesiones, d¨¢ndose cuenta de que las filias incondicionales no s¨®lo llegan a valer tan poco como las fobias incondicionales, sino que adem¨¢s las fomentan, pues yo conozco personas que toman la actitud de "A m¨ª EL PA?S me parece un peri¨®dico tan malo que es que ni se me ocurre leerlo nunca".-
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