Hay bravura

Hay casta y hay bravura en las ganader¨ªas; lo que pasa es que no las dejan ver. No las dejan ver los propios profesionales de la fiesta. La casta y la bravura no interesan. Salta a la arena un toro de casta brava, y para el gato.Y, sin embargo, el toro de casta brava es el que da importancia al espect¨¢culo, seg¨²n pudo apreciarse en esta corrida del Domingo de Resurrecci¨®n. No es que fueran toros excepcionales pero su forma de embestir, su viveza, su codicia recreci¨¦ndose al castigo son s¨ªntomas inequ¨ªvocos de bravura.

Los lidiadores no contribuyeron a resaltarla, faltar¨ªa m¨¢s. Los lidiadores modernos son una pena. Los lidiadores modernos se duda incluso que tengan sentido lidiador. Menos que nadie, los picadores.

Los picadores sal¨ªan a zurrarles la badana a los toros, igual que siempre. Es decir, que perpetraban el puyazo dando vueltas alrededor del toro y as¨ª no hay manera de saber hasta qu¨¦ punto un toro embiste a impulsos de su bravura o se trata de un bravuc¨®n cuya huida impide el energ¨²meno aquel, armado y echado encima con caballo y todo.

Muchos. taurinos aseguran que la prueba del caballo carece de inter¨¦s y ni siquiera vale para calibrar la bravura. La fiesta ha ca¨ªdo en manos de la incompetencia y la picaresca, y la han sumido en un caos donde la raz¨®n no puede tener asiento. El mismo concepto de la lidia anda tergiversado. Aficionados madrile?os reclaman la restituci¨®n de su orden l¨®gico, que los picadores vuelvan a salir por la puerta de cuadrillas (desde hace unos a?os salen por la puerta grande, ya ves), que los diestros lanceen ganando terreno, que la suerte de varas se realice sin soluci¨®n de continuidad, y alegan los taurinos que esas exigencias obedecen a un mero capricho de perder tiempo. Le digo a usted...

Aquello de ganar terreno a los toros es esencial en el toreo. El toreo presupone cargar la suerte y como resultado se le gana terreno al toro. As¨ª lo hizo Jos¨¦ Ignacio S¨¢nchez en el sexto -segundo sobrero- con t¨¦cnica, con valor y toreando al natural.

Jos¨¦ Ignacio S¨¢nchez se hab¨ªa mostrado pusil¨¢nime en su toro anterior y en cambio al salir el sexto pareci¨® que le hab¨ªan transfundido casta de torero antiguo. Instrument¨® ver¨®nicas, media la dio de rodillas, ci?¨® por gaoneras el paso de la temible encomadura vuelta y astifina, mulete¨® de principios mediante extraordinarios ayudados ganando terreno -?ganar terreno, se dijo?- y nada m¨¢s concluir, ya se hab¨ªa echado la muleta a la izquierda, ya estaba ligando los naturales y abroch¨¢ndolos con estupendos cambios de mano, trincherillas, pases de pecho.

Manuel Caballero tuvo asimismo dos tiempos opuestos: desangelado en un toro, centrado en otro, al que mat¨® certero. Toro bravo de trap¨ªo y poder el quinto, llevaba la emoci¨®n en sus embestidas y Caballero lo tore¨® bien aunque fuera-cacho, embarcando en l¨ªneas paralelas, sin obligar ni ce?ir. Toreo moderno se llama esa figura.

Luis Francisco Espl¨¢, que no puso banderillas, mulete¨® decoroso a un inv¨¢lido, a otro con genio le aguant¨® una colada y, tras probar su ¨¢spera embestida por ambos pitones, lo ali?¨®.

El toro de casta tambi¨¦n trae problemas. Dominar al toro de casta brava requiere conocimiento de las reglas del arte, valent¨ªa para aplicarlas. Y de eso ¨²nicamente es capaz un torero cabal. O sea, de lo que ya casi no queda.