Castrados
Si algo est¨¢ claro ya en los juicios que se celebran en Madrid contra dos grupos de supuestos ultraderechistas por la muerte de dos j¨®venes en sendos incidentes muy similares es que los principales acusados consideran no haber hecho nada malo. "S¨®lo le di una cuchillada en el muslo" a otro agredido, dice uno de ellos. "S¨®lo le pegu¨¦ una patada en la cabeza", dice el otro. Seg¨²n la acusaci¨®n, en un caso, la cuchillada no fue en el muslo, no fue a otro agredido, sino a la v¨ªctima, y adem¨¢s fue en el coraz¨®n y mortal. En el otro caso juzgado, testigos aseguran que el acusado tom¨® carrerilla y salt¨® para caer con m¨¢xima violencia con su bota con suela de tacos y remaches met¨¢licos sobre la cabeza de la v¨ªctima, ya inerme en el suelo.Habr¨¢ que esperar a la sentencia para saber si Jos¨¦ Crist¨®bal Castej¨®n, alias El Mallorqu¨ªn, y Miguel ?ngel Castellanos son culpables directos de matar a Ricardo Mart¨ªnez y David Mart¨ªn, respectivamente. El matiz judicialmente relevante parece estar en determinar qu¨¦ golpe, qu¨¦ cuchillada fue letal.
Pero lo realmente estremecedor es comprobar que todos, los 12 acusados en los dos casos, son absolutamente intercambiables entre s¨ª. Que todos pod¨ªan haber matado a Ricardo y a David. Porque a todos ellos les parec¨ªa poco m¨¢s que un juego infligir el m¨¢ximo da?o y dolor a un individuo indefenso que casualmente se hab¨ªan encontrado en una "salida de copas".
Resulta sobrecogedor escuchar las chulescas declaraciones de los acusados con esa chusca banalizac¨ª¨®n de los hechos, sus causas y consecuencias. Ninguno muestra conciencia alguna de haber obrado mal colaborando, decisivamente o no, en matar a un joven. Se declaran inocentes del golpe mortal, pero no parecen haber empleado ni un solo minuto -en los m¨¢s de 18 meses que median entre los cr¨ªmenes y el juicio- en ponerse en el lugar de la v¨ªctima o de sus familiares. O en lamentar algo que no sean las consecuencias que los hechos han tenido para ellos. Como si las v¨ªctimas hubieran cometido una groser¨ªa muri¨¦ndose y haci¨¦ndoles pasar ahora por este engorroso tr¨¢mite del juicio y la c¨¢rcel.
Uno asegura no ser un nazi, pero dice tambi¨¦n que agredi¨® a la v¨ªctima porque oy¨® que alguien dec¨ªa que "Ios nazis son unos hijos de puta". Otro denigra a la v¨ªctima por punki, la descalifica y deshumaniza para trivializar el crimen. Si supieran algo de algo estos j¨®venes de la violencia chata y chula entender¨ªan que el juicio, mucho m¨¢s a¨²n que el crimen, demuestra lo nazis que son todos ellos.
Estos militantes de la ignorancia, de la violencia y la arrogancia tonta son la m¨¢s triste demostraci¨®n de un fracaso colectivo en la formaci¨®n de personas libres y dignas. En el fondo, da igual qui¨¦n de todos ellos mat¨® a Ricardo y David, qui¨¦n dio el golpe m¨¢s brutal y la pu?alada m¨¢s certera. Lo grave es saber que nuestra sociedad genera individuos como los ahora juzgados, castrados de sentimientos, impotentes para la compasi¨®n para el luto y la verg¨¹enza.
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