Nos mostr¨® c¨®mo ser libres
Durante la Espa?a de Franco en los a?os sesenta, los poemas de Ginsberg, gracias a una antolog¨ªa, publicada en Buenos Aires, acompa?aron mi adolescencia. Aprend¨ª los poemas de memoria y los recitaba o rezaba como exorcismo contra el miedo, el silencio y la ignorancia de la Espa?a de entonces. Ginsberg, Kerouac, Burroughs y Whitman, en traducciones suramericanas, fueron mis maestros durante los d¨ªas en que mi vida tomaba forma y sus ideas luchaban para salir de la prisi¨®n donde las quer¨ªan mantener cerradas para siempre. M¨¢s tarde, en 1973 en un viaje a Par¨ªs me compr¨¦ un disco en el que Ginsberg recitaba el Kaddish, y conoc¨ª su voz, y quise ser capaz de recitar aquel poema. Y por esa raz¨®n le traduje al catal¨¢n.Cuando en el verano de 1982 fui a Boulder (Colorado) para el congreso sobre Jack Kerouac conmotivo del 25? aniversario de la publicaci¨®n de En la carretera, le conoc¨ª en persona. No pod¨ªa articular palabra.
Desde entonces, nos hemos escrito muchas cartas y nos hemos visto bastantes veces. La pen¨²ltima fue en Nueva York, ¨¦l estaba en su casa en la cama, ten¨ªa, la gripe, pero insisti¨® en que fuera a verle. Estuve con ¨¦l hasta que se qued¨® dormido, despu¨¦s de llenarme de libros como siempre hac¨ªa cuando iba a visitarle. La ¨²ltima vez fue en Barcelona, en diciembre de 1993, cuando despu¨¦s de muchos a?os de luchar para conseguir que viniera, lo hizo. La noche que vino al Sant Andreu Teatre (SAT), recitamos juntos fragmentos del. Kaddish, ¨¦l en ingl¨¦s y yo en catal¨¢n. La sala, completamente llena, escuchaba en silencio. Cuando acabamos me mir¨® sonriente. Sab¨ªa que mi deseo se hab¨ªa realizado finalmente.
La ¨²ltima noche fuimos a cenar a un bar cerca de la iglesia de la Merced. Le encantaban las tapas. All¨ª hablamos de Tony Kushrier y de su obra Angels in America, que yo trataba de llevar a escena, mientras por la televisi¨®n daban un partido del Bar?a. Despu¨¦s, mientras pase¨¢bamos por Las Ramblas, vio que vend¨ªan postales de los jugadores del Bar?a y se compr¨® las de los m¨¢s guapos.
Gracias a ¨¦l, aquellos oscuros a?os de mi adolescencia fueron menos tristes, fueron rabiosos; nos mostr¨® como ser libres. Gracias, Allen.
Babelia
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