Novilleros como los de antes
Antonio Barrera inici¨® su primera faena en el platillo, cambi¨® por la espalda al novillo, que ven¨ªa veloz del tercio, lig¨® un pase de pecho, volvi¨® a ensayar el cambio sin mover las zapatillas, y el novillo se lo llev¨® por delante. Porque hay Dios. Porque hay Dios no pas¨® nada, pues en tales circunstancias un pitonazo -aunque fuera en los mism¨ªsimos- constituye irrelevante pasar. Y no se crea que le amilan¨® el percance. Antonio Barrera se presentaba ante la afici¨®n madrile?a como sol¨ªan hacerlo los novilleros antiguos: a por todas.La faena transcurri¨® con altibajos pero valent¨ªsima. Mientras el novillo se quedaba corto el novillero Antonio Barrera intentaba embarcarlo largo y comparadas las condiciones de uno con los m¨¦ritos de otro, ¨¦ste quedaba por encima. Al terminar se march¨® a la enfermer¨ªa para que le arreglaran lo del d¨ªa de la boda y cuando volvi¨® para lidiar al quinto hizo as¨ª y sin pens¨¢rselo dos veces se march¨® a recibirlo a la puerta de chiqueros.
Guadamilla / Porras, Barrera, Diego
Novillos de La Guadamilla, con trap¨ªo, bonita l¨¢mina y vistosas capas c¨¢rdenas, apagados en el ¨²ltimo tercio salvo el 6% noble.Francisco Jos¨¦ Porras: estocada perdiendo la muleta, rueda de peones, descabello -aviso-, cinco descabellos y estocada delantera baja (silencio); pinchazo aguantando y bajonazo descarado (silencio). Antonio Barrera, de Sevilla, nuevo en esta plaza: media trasera ca¨ªda y rueda de peones (aplausos; en la enfermer¨ªa fue asistido de lesi¨®n leve); estocada trasera baja (aplausos y saludos). Juan Diego: dos pinchazos y estocada (algunas palmas); pinchazo perdiendo la muleta, pinchazo y estocada (algunas palmas). Plaza de Las Ventas, 6 de abril. M¨¢s de media entrada.
Hubo nuevos sobresaltos: el novillo, que primero se qued¨® perplejo al encontrarse con un extra?o humano vestido de luces y postrado de rodillas, reaccion¨® violentamente, se arranc¨® echando las manos por delante y lo arroll¨®. Tampoco entonces -?laus Deo!- acaeci¨® ninguna desgracia y, lejos de dolerse, Antonio Barrera le administr¨® al bronco novillo una mano de ver¨®nicas ala manera belmontina, rematada con las dos rodillas en tierra. ?Jes¨²s, Jes¨²s, lo que se estaba viendo en la plaza de Las Ventas!
La afici¨®n no estaba acostumbrada a semejantes arrebatos. La afici¨®n estaba acostumbrada a novilleros que llegan componiendo posturas, cifrando en. la altaner¨ªa de sus desplantes la ficci¨®n de la torer¨ªa que no supieron desplegar en el toreo verdadero, y encontrarse con toreros as¨ª, que van a por todas, les devolv¨ªa la esperanza en el futuro de la fiesta.
Y no se crea que Antonio Barrera fue el ¨²nico. Francisco Jos¨¦ Porras tambi¨¦n ech¨® toda la carne en el asador. Mediante dos largas cambiadas de rodillas citando desde el centro del redondel recibi¨® al novillo que abri¨® plaza, con afarolados abri¨® su faena de muleta al cuarto, y a ambos les intent¨® ejecutar el toreo aut¨¦ntico, el que se practica cargando la suerte, ligando los pases, desgranando redondos y naturales sin necesidad de poner pies en polvorosa.
Si todo ello sali¨® bien o mal es distinta cuesti¨®n. Los novillos no se com¨ªan a nadie mas tampoco desarrollaron especial boyant¨ªa. Los novillos se ven¨ªan abajo, perd¨ªan embestida, hasta acababan reservones. Porras y Barrera intentaron sacarlos partido con indudable pundonor y en el transcurso de los trasteos volvieron a llevarse alg¨²n achuch¨®n que tampoco les merm¨® los arrestos. Menudos son. A veces el pundonor superaba al arte, la voluntad al acierto, y no pasa nada: cuando se placeen lo har¨¢n mejor.
Otro estilo -ya a la moda- tra¨ªa Juan Diego, que mulete¨® con bastante vulgaridad y escasa quietud al borregote tercero. Y, sin embargo, hab¨ªa mostrado buenas maneras con el capote, las volvi¨® a lucir en los lances de saludo al sexto y al instrumentar los primeros muletazos a este nobil¨ªsimo novillo arm¨® un enorme revuelo. Fue por los ayudados por bajo. Fue, sobre todo, por una trincherilla fastuosa, una trincherilla que habr¨ªan firmado con gusto los mejores maestros en tauromaquia.
La plaza entera rompi¨® en una ovaci¨®n de gala, jale¨® una tanda de redondos, se preve¨ªa el gran faen¨®n. Y no hubo faen¨®n. Faenita y gracias. El novillo proclamando en cada embestida su encastada nobleza, el novillero sus muchas limitaciones, aquello qued¨® en un quiero y no puedo; una pobre exhibici¨®n de toreo superficial, un desmedido despliegue de adornos que la afici¨®n no admiti¨®.
La afici¨®n estaba con el novillo noble. Estaba, principalmente, con los novilleros pundonorosos que quieren ser toreros. Y Juan Diego no parec¨ªa querer. 0 no parec¨ªa quererlo demasiado esta primaveral tarde vente?a que se hab¨ªa metido un poco en la noche de los tiempos.
Babelia
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