Casi todos los secuestradores de la embajada fueron abatidos cuando estaban desarmados
Los asaltantes se entrenaron durante semanas en una r¨¦plica del edificio a tama?o natural
La mayor¨ªa de los 14 secuestradores de la Embajada de Jap¨®n en Lima fueron acribillados sin tiempo para empu?ar sus armas porque fueron desparramadas fuera de su alcance por una explosi¨®n provocada por los soldados asaltantes. El presidente peruano, Alberto Fujimori, neg¨® ayer haber dado la orden de no hacer prisioneros, pero admiti¨® que los militares asaltantes estaban poco dispuestos a "presentar el pecho a los terroristas". Fujimori cont¨® que entre 8 y 10 secuestradores fueron "eliminados" cuando jugaban al f¨²tbol y estaban desarmados. Los rehenes liberados fueron avisados 10 minutos antes de la operaci¨®n.M¨¢s informaci¨®n en las p¨¢ginas 3 a 5Editorial en la p¨¢gina 12
Los 72 secuestrados en la embajada fueron avisados del asalto con diez minutos de antelaci¨®n
El grupo especial de las Fuerzas Armadas peruanas que desaloj¨® al asalto la residencia del embajador Japon¨¦s en Lima -y devolvi¨® la popularidad al presidente peruano Alberto Fujimori- se hab¨ªa entrenado durante semanas con una r¨¦plica, de tama?o natural, del edificio tomado 126 d¨ªas antes por el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA). Este comando accedi¨® a la sede diplom¨¢tica ocupada por varios t¨²neles con ramales. Unicamente arremeti¨® contra N¨¦stor Cerpa Cartolini cuando supo que sus 72 rehenes se encontraban en el segundo piso, y entre ocho y diez de los 14 miembros del MRTA jugaban un partido futbito en el sal¨®n de la planta baja de la casa. "A las seis de la ma?ana del lunes, ya los hombres estaban en los t¨²neles. Conoc¨ªamos toda la estructura de la casa", inform¨® ayer Fujimori en conferencia de prensa. Advertidos diez minutos antes los rehenes, la audaz operaci¨®n de rescate concluy¨® con la muerte de todos los secuestradores y de un reh¨¦n y dos oficiales del Ej¨¦rcito. Fue imposible una soluci¨®n negociada de la crisis, porque Fujimori rechaz¨® de plano excarcelar a los aproximadamente 440 presos del MRTA, y Cerpa se mantuvo firme en esa demanda.En marzo, al descubrir que se excavaba un t¨²nel para sorprenderle desde la planta inferior, el comandante Evaristo situ¨® a todos los rehenes en el segundo piso, y este traslado facilit¨® el asalto. Sorprendidos por explosiones simult¨¢neas y la irrupci¨®n de los grupos especiales, aturdidos por el estruendo y las r¨¢fagas, los emerretistas que jugaban el partido de futbito apenas si pudieron reaccionar y cayeron abatidos en minutos. "Al producirse la explosi¨®n de cuatro kilos de explosivo pl¨¢stico [en la puerta principal], un buen grupo de ellos queda desarmado; sus armas quedan desparramadas, y no tienen posibilidad de recogerlas, y quedan eliminados", explic¨® Fujimori. Los tres centinelas del segundo piso superior, aunque con las armas listas, poco pudieron hacer ante la gran capacidad de fuego de los 140 miembros del sincronizado comando castrense. Ninguno dispar¨® contra los rehenes.
Operaci¨®n Chav¨ªn de Hu¨¢ntar
La contundente operaci¨®n fue denominada Chav¨ªn de Hu¨¢ntar, y la ejecutaron en apenas 40 minutos veteranos soldados y oficiales del Ej¨¦rcito de Tierra, la Marina y la Aviaci¨®n, armados hasta los dientes; coincidi¨® con la publicaci¨®n de encuestas que castigaban a Fujimori, de quien la mayor¨ªa de sus compatriotas esperaba mano dura y pocas contemplaciones. A su t¨¦rmino, los soldados cantaron himnos de combate, compartieron cigarrillos y se abrazaron felices. Un c¨¢mara militar grab¨® todo el asalto, y el momento en que se arri¨®, y fue pisoteada, la tela roja con las siglas del MRTA izada el pasado diciembre en la azotea de la residencia. En una de las paredes de la ya famosa mansi¨®n de San Isidro, a¨²n colgaba por la ma?ana una pancarta reclamando paz con justicia social. Fujimori neg¨® haber impartido la orden de no hacer prisioneros: "Encontramos una mayor resistencia de la prevista, y a un terrorista que est¨¢ armado, ninguno de los comandos llega a presentar su pecho. La balacera fue un poco m¨¢s intensa de lo previsto".
Desconcertados, Cerpa Cartolini y cinco m¨¢s escaparon de quienes ingresaban vomitando fuego por la puerta principal, pero en las escaleras hacia el segundo piso se toparon con uno de los comandos encaramado por la terraza, que les acribill¨® desde arriba. El momento de la operaci¨®n fue inesperado: la Comisi¨®n de Garantes integrada por Per¨², MRTA, Canad¨¢, Santa Sede y el Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja (CICR)neg¨® saber algo al respecto. Antes de la acometida, el embajador visit¨® la sede diplom¨¢tica. Pero a las 3.17 de la tarde, hora de la siesta, se dio la orden de ataque. La vanguardia de rescate cubri¨® parte de su recorrido oculta en cuatro t¨²neles, dotados de luces y ventilaci¨®n, cuyas bocas de salida acercaron a los dinamiteros a la casa del embajador Morihisa Aoki, y facilitaron la colocaci¨®n de cargas explosivas en la puerta principal, azotea y flancos. Para asegurar la sorpresa, los vecinos de las casas contiguas, no fueron advertidos.
Boquetes en la azotea
Un reh¨¦n militar corri¨® la voz: en diez minutos se proceder¨ªa a su rescate. No lleg¨® a todos, y el jesuita Juan Witch, crey¨® que era una broma. Deb¨ªan permanecer quietos, echados en el suelo. Quien y c¨®mo inform¨® al mando castrense, contin¨²a en secreto. Las fuertes explosiones abrieron boquetes en la azotea, el patio trasero y la fachada del edificio. Lanzando bombas lacrim¨®genas, con fusiles de rayos l¨¢ser y ametralladoras, los pelotones de las Fuerzas Armadas entraron por los agujeros. Las c¨¢maras de televisi¨®n apostadas desde el 17 de diciembre en altillos dominantes grabaron las detonaciones, las humaredas, las llamaradas, el r¨¢pido despliegue de los asaltantes uniformados, el gateo de los primeros rehenes libres, aterrorizados quienes temieron morir en esa precipitada huida. El ministro de Relaciones Exteriores, Francisco Tudela, levantaba la mano para mostrarse vivo, tras haber recibido un balazo en el tobillo.
Los militares ganaron r¨¢pidamente los techos y, desde otras alturas, los francotiradores barr¨ªan la zona buscando enemigos. Los cuatro costados de la residencia pasaron a poder de los pelotones de las tres armas, que se abr¨ªan paso a bombazos y patadones, tomaron habitaci¨®n por habitaci¨®n, y escoltaron a los rehenes hacia las salidas. Corriendo agazapados, muchos recib¨ªan palmadas de ¨¢nimo en la espalda. A las 3.59, se escuch¨® un grito de triunfo. Un soldado con el rostro embetunado hizo el signo de la victoria. No hab¨ªa quedado con vida ni un s¨®lo miembro del MRTA.
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