Del recreo a la selecci¨®n
As¨ª jugaban de peque?os los mejores futbolistas de la Liga espa?ola
Klko era muy bajo y uno de los ¨²ltimos en ser elegidos a la hora de formar equipo en el barrio; Roberto Carlos sostiene que sus primos tocaban el bal¨®n igual o mejor que ¨¦l, pero no triunfaron; el entrenador de Vitor Ba¨ªa aconsejaba colgarlo de las orejas para que creciese como los dem¨¢s ni?os y no le metieran tantos goles por alto; Guardiola se levantaba horas antes de ir al colegio para jugar al f¨²tbol en su plaza; Mijatovic ejerc¨ªa de capit¨¢n, entrenador y presidente futbol¨ªstico con los amigos, no quer¨ªa federarse por no perder mando y lo tacharon de cag¨®n en su estreno ante el seleccionador nacional; Radomir Antic, antiguo entrenador de infantiles, explica cu¨¢l es el secreto para descubrir en un partido a los mejores entre tantos ni?os; Fernando Redondo se acuerda de un penalti que tir¨® en una final¨ªsima con pr¨®rroga y del gol que siempre so?aba. Y Ronaldo explica por qu¨¦ era Ronaldo desde muy peque?o, en una ¨¦poca en que las porter¨ªas se improvisaban con tres piedras y un jersey, antes de que las avalanchas de admiradores, los directivos y la moviola invadieran sus vidas.Las conclusiones que extraen de aquellas ma?anas los jugadores m¨¢s cotizados de la Liga se resumen en frases tan concisas como t¨ªtulos de lecciones.
LECCI?N PRIMERA
Nunca se puede decir "este ni?o no llegar¨¢"
A Kiko, el delantero del Atl¨¦tico de Madrid, no lo cog¨ªan el primero ni el segundo cuando en las barriadas jerezanas se eleg¨ªa a pares o nones. "Era muy bajito, no crec¨ª hasta los 16 a?os, y adem¨¢s me iba con chavales algo mayores que yo. Ten¨ªa una cadera como m¨¢s alta que la otra, y encontraba dificultad para correr. Adem¨¢s, los ni?os de mi equipo eran algo mayores, y yo los dejaba irse para alante y me quedaba de portero porque a m¨ª, en realidad, me gustaba el fango, revolcarme por el suelo. S¨®lo jugaba de delantero cuando ¨ªbamos perdiendo y me cabreaba. Entonces me picaba con Luna, que era de otro barrio y ahora juega de delantero en el Gij¨®n".
Por su amor al barro le lleg¨® uno de los goles m¨¢s graciosos que recuerda. "Hab¨ªa un charco enorme en el descampado nuestro, en La Granja, a la altura del ¨¢rea grande. Se meti¨® el bal¨®n all¨ª y fui detr¨¢s. A todo el que ven¨ªa a quit¨¢rmelo lo salpicaba con el bal¨®n y se- echaban atr¨¢s. De repente remont¨¦ la pelota as¨ª [Kiko gesticula con el piel, la empalm¨¦ y met¨ª gol. Se qued¨® todo el mundo alucinado".
LECCI?N SEGUNDA
Nunca se puede decir "este ni?o llegar¨¢"
Las estrellas consultadas admiten que adem¨¢s de talento se necesita mucha suerte para triunfar, y se acuerdan de ni?os que jugaban tan bien como ellos entonces. Roberto Carlos recuerda a sus primos: ¡°Jugaban mejor que yo, pero tal vez por suerte o por el inter¨¦s que puso mi padre s¨®lo sal¨ª yo de la aldea donde viv¨ªamos y jug¨¢bamos¡±. Guardiola rescata a un tal Velasco que marc¨® 60 goles en la liga de su pueblo. ¡°Era buen¨ªsimo ese chaval, y cuando a m¨ª me ficharon con 13 a?os para el Bar?a, a ¨¦l lo echaron para atr¨¢s. Por eso pens¨¦ que yo iba a durar muy poco en el Barca; llegu¨¦ muerto de miedo, porque si Kiko no creci¨® hasta los 16 a?os, yo hasta los 18 a?os es que era un enano, s¨®lo ten¨ªa cabeza¡±.
"Pues a m¨ª", se?ala Vitor Ba¨ªa, "el entrenador me dec¨ªa que ten¨ªa que ponerme colgado de las orejas para que creciese. Hasta los 14 a?os yo era mucho m¨¢s bajo que los ni?os de mi edad. Lo primero que me pregunt¨® el primer entrenador que tuve es si mi padre era alto. As¨ª calculaba ¨¦l lo que yo pod¨ªa crecer. Pero todos me chutaban al palo alto y no paraba ninguna".
LECCI?N TERCERA
Todo lo que ocurra fuera del campo, no ocurre
Cent¨ªmetros le faltaban a Vitor Ba¨ªa, pero car¨¢cter no. La gran prueba de fuego le asalt¨® a los diez a?os en un campeonato de futbito donde aspiraba a su primer trofeo como portero menos goleado. Llevaba encajados s¨®lo un gol menos que el ni?o situado bajo los palos de la otra porter¨ªa. Y en el ¨²ltimo minuto del partido, que se jugaba en el campo del rival, cuando el peque?o Vitor acariciaba con la imaginaci¨®n su primer trofeo, pi taron penalti en contra. El aliento de los aficionados locales le gol peaba la nuca: "?Esto no lo paras, chaval! ?Has perdido el trofeo! ?Se lo lleva el nuestro!". Vitor convirti¨® aquel griter¨ªo en una pantalla de cine mudo a la que daba la espalda. Sentado frente a los retratos de los h¨¦roes del Barca, el jugador que m¨¢s dinero gana en la Liga espa?ola a¨²n saborea aquellos instantes. "Par¨¦ el penalti. Y durante los segundos que faltaban para terminar s¨®lo me falt¨® dar una vuelta de honor".
A su compa?ero Guardiola, que trabaj¨® hasta de recogepelotas en el Barca, le costaba m¨¢s trabajo concentrarse. "Me pon¨ªa nervios¨ªsimo antes de los partidos, mucho m¨¢s que ahora, pero lo super¨¦ a medida que fui cogiendo confianza".
LECCI?N CUARTA
Los libros no s¨®lo sirven como postes de porter¨ªa
El colegio de Pep Guardiola abr¨ªa a las nueve de la ma?ana, pero una hora antes Guardiola y sus amigos ya estaban jugando en frente de su casa. El centrocampista del Bar?a cuenta que las porter¨ªas eran los bancos de la plaza de Santpedor, y los partidos s¨®lo necesitaban de otro compa?ero: se organizaban uno contra uno. "El bal¨®n era como un1ibro m¨¢s, era impensable ir a la escuela sin pelota. Muchas veces pienso que el sudor en aquellas edades no deber¨ªa ser fuerte, porque lleg¨¢bamos empapados a clase".
Cualquier cosa era perdonable en el hogar de Redondo menos fracasar en los estudios. El requisito imprescindible para que el ni?o siguiera jugando era que en los ex¨¢menes no se resintiera. Y as¨ª fue. Por eso, incluso aquella tarde del gran desastre futbol¨ªstico, Redondo cont¨® con el apoyo de su padre. Todos los millones de pesetas, los aut¨®grafos firmados y las jugadas de gloria que el centrocampista del Madrid ha ido acumulando no han borrado aquella tarde bonaerense en que el equipo de su barrio alcanz¨® la final de un trofeo organizado por la Polic¨ªa Federal. La pr¨®rroga no bast¨®, hab¨ªa que ir a la tanda de penaltis. Desde las gradas coreaban el nombre de Redondo, aplaud¨ªan, lo erigieron en h¨¦roe durante el segundo eterno que dur¨® la carrerilla hasta el punto de penalti. Pero el ni?o fall¨®. Ninguno de los goles fallados m¨¢s tarde le doler¨ªa tanto como aqu¨¦l. El trauma result¨® llevadero porque en los ex¨¢menes no fallaba.
Al a?o siguiente lo acogieron en el Argentinos Juniors, el equipo de donde s¨®lo saldr¨ªa para venirse a Espa?a. All¨ª iba a enfrentarse con el sue?o de su vida, el gol con el que tantas veces met¨ªa la cabeza en la almohada. "Yo quer¨ªa arrancar del centro, porque siempre me gust¨® jugar ah¨ª, tocar el bal¨®n lo m¨¢s posible. Y arrancar desde ah¨ª, recorrerme el campo, gambetear hasta al portero y marcar. Lo hice por fin frente al River Plate, con 14 anos, no se me olvidar¨¢".
LECCI?N QUINTA
El entrenador casi siempre sabe m¨¢s. Incluso m¨¢s que ni?os como Mijatovic
Ahora que Roberto Carlos sale al campo con una pizarra llena de flechas dentro de la cabeza, ?disfruta m¨¢s o menos que antes? "M¨¢s ahora, sin duda. A pesar de todas las presiones y de la re lativa falta de libertad, disfrutas m¨¢s del partido cuanto m¨¢s sabes de f¨²tbol". El brasile?o no recuerda ning¨²n gol so?ado, se divert¨ªa m¨¢s regalando pases de gol. Sin embargo, su compa?ero Pedja Mijatovic a¨²n conserva una espina antigua en el historial de sus sue?os. "Desde que tengo uso de raz¨®n quise marcar un gol de chilena... ", puntos suspensivos en la Ciudad Deportiva de Madrid. "y a¨²n no lo he logrado" defenderte, tienes que coger fuerza y acostumbrarte a robar balones'. Y eso lo he agradecido yo mucho en mi carrera, s¨¦ plantarle cara a los defensas".
Hasta el ni?o m¨¢s brillante tiene un mal partido. Y a PedJa le lleg¨® en el peor momento. Con 14 a?os lo citaron para jugar en la selecci¨®n juvenil de Montenegro. Ese d¨ªa iba a demostrar que era el mejor, pero fue a topar con el adjetivo que m¨¢s le ha disgustado siempre: "?Cag¨®n!".
En pleno partido, un dolor en la rodilla le imped¨ªa moverse. Y el entrenador de su equipo, que hab¨ªa informado muy bien de ¨¦l, le gritaba:
-?Qu¨¦ te pasa?
-Me duele la rodilla.
"Comprendo que era poco cre¨ªble",- reconoce Mijatovic, "?C¨®mo va a dolerle la rodilla a un chaval de 14 a?os? Pero era as¨ª".
-Miedo es lo que tienes.
"Luego, ese entrenador se hadado cuenta de que si algo no he sido nunca en la vida es cag¨®n. Ni chup¨®n tampoco.
LECCI?N SEXTA
No 'chupar¨¢s' salvo en casos de extrema urgencia
"Nunca abus¨¦ de mi habilidad para el regate, y eso lo han valorado todos mis entrenadores", sentecia Mijatovic. Ni siquiera de ni?o se permit¨ªa frivolidades como fabricar t¨²neles con las piernas del rival. "Todo lo hac¨ªa en funci¨®n del resultado".
Roberto Carlos es un claro ejemplo de lo lejos que se puede llegar en el f¨²tbol sin regatear. "Yo es que no sab¨ªa, no recuerdo en mi vida un solo t¨²nel".
Radomir Antic, entrenador del Atl¨¦tico de Madrid, posee una f¨®rmula para descubrir a los buenos desde peque?os: "Me fijo mucho en c¨®mo se mueven sin bal¨®n. Un jugador puede tener un mal d¨ªa, pero la actitud de ego¨ªsmo o sacrificio suele ser siempre parecida".
Se aconseja al aprendiz de estrella no pasar a la siguiente lecci¨®n, a menos que se llame Ronaldi?o, Dieguito o algo semejante.
LECCI?N S?PTIMA
'Chupar¨¢s' por encima de todas las cosas, de la voluntad de tus rivales, de tus compa?eros y del entrenador
Jugar sin bal¨®n en el campo, para algunos ni?os era inconcebible. El padre de Ronaldo recuerda que el ni?o se iba a la cama abrazado a un bal¨®n, informa ?ngels Pi?ol.
Y ya entonces, con 14 a?os, jugaba igual: cog¨ªa la pelota y comenzaba una imposible carrera hacia la porter¨ªa contraria. Ese individualismo le sirvi¨® para abandonar un modesto club de f¨²tbol sala, convertirse en el mejor jugador del mundo y desesperar a sus compa?eros con tanto regate. " Mi ¨²nica idea es marcar un gol, y si lo intento es porque puedo conseguirlo. ?Para qu¨¦ cambiar? No me ha ido mal".
LECCI?N ?LTIMA
(A cargo del propio ni?o)
Despu¨¦s de tantas ense?anzas, al aprendiz de estrella s¨®lo le resta coger un bal¨®n para impartir sus propias lecciones.
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