Perfiles de un pol¨ªtico catalanista
Pocos pol¨ªticos del siglo XX presentan una personalidad tan compleja, y al tiempo tan atractiva, como Francesc Camb¨®. Pero, pese a ser el pol¨ªtico catal¨¢n m¨¢s biografiado, Camb¨®, de cuya muerte se cumplen hoy los 50 a?os, es quiz¨¢s el m¨¢s simplificado y el m¨¢s citado de forma abusiva, y a menudo, fuera de contexto. De hecho, su itinerario pol¨ªtico completo, de 50 a?os, es poco conocido.Su irrupci¨®n figurante, a partir de 1907, en el Congreso de los Diputados caus¨® un impacto considerable. Porque Francesc Camb¨® fue, quiz¨¢s junto con Antonio Maura y Jos¨¦ Canalejas, el pol¨ªtico m¨¢s innovador que apareci¨® en la pol¨ªtica din¨¢stica durante las dos primeras d¨¦cadas del siglo. Era el representante m¨¢s genuino del nuevo catalanismo conservador y posibilista surgido tras el desastre del 98. Aquel catalanismo que, en palabras del propio Camb¨®, pretendi¨® hacer entender a los catalanes que , "s¨®lo desde el Gobierno de Espa?a pod¨ªa conseguirse y consolidarse la autonom¨ªa catalana" y tambi¨¦n convencer a los pol¨ªticos espa?oles de que, "sin Catalu?a, en Espa?a no se pod¨ªa gobernar".
Su principal dificultad pol¨ªtica fue hallar aliados entre las derechas espa?olas para sus proyectos reformistas a causa de las reticencias que despertaba su catalanismo y el constante recelo acerca de la autenticidad de sus convicciones e intereses-Porque la figura de Camb¨® generaba tanta admiraci¨®n como dudas entre los pol¨ªticos espa?oles, desde Maura hasta el propio Alfonso XIII.
Camb¨® fue, en 1917, el l¨ªder del movimiento reformista de la Asamblea de Parlamentarios, pero el miedo a verse desbordado por las izquierdas le llev¨® a pactar con las fuerzas din¨¢sticas tradicionales la formaci¨®n de los llamados Gobiernos de concentraci¨®n, que de hecho lo fueron de salvaci¨®n del viejo sistema. Sin embargo, la presencia de Camb¨® y de otros dirigentes de la Lliga Regionalista en diversos Gobiernos, entre 1917 y 1922, result¨® una experiencia est¨¦ril tanto desde el punto de vista de los proyectos reformistas como desde las aspiraciones catalanistas.
Pero junto a la crisis pol¨ªtica y social espa?ola de aquellos a?os hay tambi¨¦n otro elemento que nos explica la involuci¨®n conservadora de Camb¨®: su incorporaci¨®n al mundo de los grandes negocios. Desde 1920, Camb¨® fue el hombre clave de la CHADE, la principal compa?¨ªa el¨¦ctrica de Latinoam¨¦rica, y form¨® parte del Consejo de Administraci¨®n de la SOFINA, la gran multinacional exterior de la AEG alemana. Eso le permitir¨¢ enriquecerse y relacionarse con destacados pol¨ªticos y financieros. A partir de entonces, la visi¨®n de Camb¨® de los problemas de Espa?a y de Catalu?a estar¨¢ condicionada por la propia percepci¨®n que tiene de la crisis de los regimenes democr¨¢ticos europeos y del ascenso del fascismo y del nazismo. As¨ª, su actitud distanciada, pero no hostil a la dictadura de Primo de Rivera, su defensa ac¨¦rrima del continuisimo mon¨¢rquico durante la "dictablanda" de Berenguer y Aznar, su p¨¢nico ante la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica y su apoyo a Franco durante la guerra civil deben tambi¨¦n interpretarse como actitudes condicionadas por esta estrecha vinculaci¨®n de Camb¨® a los intereses y las preocupaciones de las grandes multinacionales europeas.
Camb¨® valor¨® el triunfo democr¨¢tico republicano como un grave peligro para su modelo de sociedad conservadora. Su desconcierto el 14 de abril de 1931 quedar¨¢ reflejado en su r¨¢pida huida a Par¨ªs reconociendo que, ante el advenimiento del r¨¦gimen republicano, ya no ten¨ªa nada que hacer en Espa?a. Camb¨® sinti¨® durante los a?os de la Rep¨²blica aquel tipo de incomodidad que sienten los pol¨ªticos elitistas cuando ven hundirse su mundo exclusivista ante la irrupci¨®n de la pol¨ªtica de masas. Y reaccionar¨¢ con enojo ante el hecho de que la transformaci¨®n pol¨ªtica del Estado y la autonom¨ªa catalana, por las que tanto hab¨ªa luchado, llegaran conducidas por las izquierdas republicanas a las que tanto hab¨ªa despreciado. Pese a esta imagen conservadora, propiciada tambi¨¦n por sus alianzas electorales con la extrema derecha espa?ola, el Front Catal¨¢ d'Ordre de 1936, ni Camb¨® ni nadie de la Lliga conspir¨® contra el Gobierno del Frente Popular ni se manifest¨® desleal a las instituciones republicanas antes del 18 de julio de 19 36. Pero ante la guerra civil y la revoluci¨®n catalana, Camb¨® har¨¢ suya la Interpretaci¨®n justificadora del alzamiento militar: era un conflicto que enfrentaba "civilizaci¨®n y barbarie" (v¨¦anse sus art¨ªculos del Daily Telegraph de 28 y 29 de diciembre de 1936).
Presentar a Camb¨® como una v¨ªctima de las circunstancias, como un hombre que se ve forzado a apoyar a Franco a su pesar, no me parece adecuado. No, Camb¨®, como gran parte de la derecha espa?ola y europea, ante la crisis de los reg¨ªmenes democr¨¢ticos, acab¨® por sucumbir a la tentaci¨®n autoritaria. Que su apoyo a Franco no fuera incondicional, que le produjera no poca repugnancia ideol¨®gica y que al final se sintiese desenga?ado, no invalida esta afirmaci¨®n, tan s¨®lo la matiza. Pero sorprende que un pol¨ªtico tan agudo como Camb¨® minimizara las consecuencias de su apoyo a los militares sublevados y no previera los males que para el catalanismo, y para Catalu?a, vendr¨ªan con la victoria de Franco.
He explicado con detalle en mi libro V¨²ltim Camb¨® el alcance y el car¨¢cter de la ayuda dada por Camb¨® a Franco durante la guerra civil. Fue la empresa propagand¨ªstica m¨¢s destacada, audaz y eficaz de las que pudo contar el bando sublevado. Y ello fue acompa?ado de la acentuaci¨®n de la involuci¨®n ideol¨®gica de Camb¨® hacia planteamientos antidemocr¨¢ticos y antiliberales, que inclu¨ªan elementos de un cierto espa?olismo t¨¢ctico (v¨¦ase su art¨ªculo 'La cruzada espa?ola', en La Naci¨®n de Buenos Aires, del 17 de noviembre de 1937). Sin embargo, en 1939, Camb¨® era bien consciente de que el Ej¨¦rcito de Franco entraba en Catalu?a no como una fuerza de liberaci¨®n, sino como un invasor y un ocupante.
Camb¨® pensaba que, despu¨¦s de la guerra, Franco le reconocer¨¢ los servicios prestados y se mostrar¨ªa magn¨¢nimo. Pero en 1939 comprob¨® lo err¨®neo de esta apreciaci¨®n y tuvo la sensaci¨®n de haberle apoyado sin sacar ning¨²n provecho, y sin evitar, o atenuar, el castigo que cay¨® sobre Catalu?a. A partir
de entonces aguantar y callar fue el triste y parad¨®jico final de quienes, como Camb¨®, hab¨ªan optado por la alternativa del orden social y pretend¨ªan no renunciar a sus ¨ªntimas convicciones catalanistas.En sus Mem¨®ries, Camb¨® se nos presenta como un pol¨ªtico desaprovechado a causa de la incomprensi¨®n y del sectarismo de la mayor¨ªa de sus rivales pol¨ªticos, y muy especialmente de Alfonso XIII. Consideraba al monarca un obst¨¢culo fundamental para sus planes reformadores al exigirle, en 1922, que para presidir el Gobierno deb¨ªa renunciar a su condici¨®n de catalanista. ?l, que se consideraba el hombre de Estado m¨¢s preparado para gobenar Espa?a, hab¨ªa visto finalmente frustradas gran parte de sus aspiraciones pol¨ªticas. As¨ª, el Camb¨® de los a?os treinta es ya un pol¨ªtico desbordado por los acontecimientos, sin propuestas avanzadas, que tiene que actuar ante situaciones no previstas ni deseables, y que en julio de 1936 dar¨¢ su apoyo a una opci¨®n que despu¨¦s no le dejar¨¢ ning¨²n espacio pol¨ªtico. Finalmente, el Camb¨® de los a?os cuarenta, en su autoexilio argentino, si bien no ha perdido la esperanza en el resurgimiento del catalanismo, ya no tiene ning¨²n proyecto pol¨ªtico de relevancia ni para Catalu?a ni para Espa?a. Su ¨²ltimo perfil es el de un personaje pat¨¦tico.
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