Aznar, en Camelot

AZNAR HA presentado en Estados Unidos la Espa?a que le gusta a Washington: una Espa?a que pide ayuda para hacerse un hueco en la OTAN; una Espa?a europe¨ªsta, pero hasta cierto l¨ªmite; una Espa?a que, en contra de toda cordura hist¨®rica, ha perdido beligerancia frente al aliado norteamericano en lo que a Cuba se refiere. Y ello a pesar de la acertada cr¨ªtica de Aznar a la inaceptable ley Helms-Burton.El objetivo central del viaje era el encuentro en Camelot, como se llamaba a la Casa Blanca de los Kennedy en recuerdo del rey Arturo y sus caballeros. Aznar estuvo con Clinton poco m¨¢s de media hora, lo que, traducci¨®n mediante, no da para mucho. Desde luego, no para explicar las sutilezas de la pol¨ªtica hacia Cuba. Ni para hablar en profundidad de Am¨¦rica Latina. Aznar buscaba un apoyo general de Washington a su pol¨ªtica internacional, y en particular a sus aspiraciones sobre el modelo de integraci¨®n militar de Espa?a en la OTAN y al ¨¦xito de la cumbre de la Alianza en julio en Madrid. En unas semanas se ver¨¢n los resultados de estas gestiones. Pero Aznar ha parecido buscar en Clinton el apoyo del hermano mayor frente a unos gamberros. Estados Unidos, desde luego, influye en la OTAN. Pero el mayor problema que tiene Espa?a no es con Washington, sino con Portugal y el Reino Unido.

Clinton debi¨® de hacer feliz a su anfitri¨®n al comentar que "Espa?a ha dado una muestra de democracia con la elecci¨®n de Aznar". La frase, cuando menos, exige una matizaci¨®n. Espa?a ha dado una muestra de democracia, es cierto, pero al elegir. Cualquiera que hubiera sido el vencedor de la ¨²ltima contienda electoral. Tan democr¨¢tico como que los ciudadanos estadounidenses hubiesen elegido a Dole en vez de a Clinton.

En Estados Unidos, Aznar ha hecho gala de unas preocupantes tendencias no s¨®lo a usar un vocabulario algo rancio, sino tambi¨¦n a contentar a toda costa a sus interlocutores. Bien est¨¢ que se presente a Espa?a como un valor en alza, pues lleva esta tendencia, afortunadamente, desde hace a?os. Pero afirmar, como lo hizo en la Universidad de Columbia, que "EE UU, nuestro aliado principal, ni puede ni debe quedar ajeno a nada de lo que ocurra en el Viejo Continente" son palabras que quiz¨¢ no sorprender¨ªan en un brit¨¢nico. Pero en un dirigente espa?ol, tal afirmaci¨®n roza el servilismo. Estados Unidos es muy importante para Europa, pero no tiene por qu¨¦ estar presente en todo. Como tampoco hay por qu¨¦ afirmar en la Bolsa de Nueva York que la creaci¨®n del euro no va contra el d¨®lar. Pues en parte s¨ª va en contra. Y Wall Street lo sabe.

M¨¢s interesante, y meritorio, ha sido el acierto con que se ha planteado la relaci¨®n con la sociedad civil estadounidense. El presidente del Gobierno espa?ol ha entrado en aquel pa¨ªs por donde hay que hacerlo, por la sociedad, con encuentros con universitarios, hispanistas y financieros. La creaci¨®n del Consejo Espa?a-EE UU para impulsar las relaciones civiles puede generar una din¨¢mica positiva. Porque, lejos de todo triunfalismo, hay mucho que reinventar en esta agenda hispano-estadounidense.