Swatch
Por si no hubi¨¦ramos tenido bastante con el atosigado anuncio de Prenatal, cargado con dos pechos de mujer tras el rostro henchido de un ni?o, el inmediato D¨ªa de la Madre se estampa en los comerciales de Swatch, con la expl¨ªcita fotograf¨ªa de un seno femenino a cuyo pez¨®n desnudo apunta con ¨¦nfasis el dedo de un beb¨¦.0 la obscenidad, a fuerza de explotaci¨®n, se ha enredado perversamente con el sue?o de la maternidad, precisamente en el segundo pa¨ªs con menos ¨ªndice de natalidad del mundo, o es s¨®lo el efecto brutal de la fealdad. Dos veces he comprado un Swatch para los hijos. Espero que les haya aprovechado antes de haber visto involucrada la estampa de una madre en la chabacaner¨ªa de esta comunicaci¨®n. Se equivocan los, Swatch con reclamos as¨ª, despe?ados acaso en la obcecaci¨®n de provocar al estilo manido de Benetton o al modo palurdo de los anuncios de leches que se exhiben en las farmacias de la localidad .
Mal le han de ir las cosas a una empresa con aspiraciones de dise?o cuando extrav¨ªa el gusto y mucho peor ha de dibujarse el porvenir de una firma, justamente de relojes, cuando pierde su sincron¨ªa con la sensibilidad.
Madres, beb¨¦s y pornograf¨ªa forman una combinaci¨®n que por cada uno de sus impactos roba un momento de ternura a la festividad. Pero, con aguafiestas as¨ª, la reacci¨®n est¨¢ decidida de antemano. El consumidor dista de ser una m¨¢quina a la que se le da cuerda y no puede resistirse a la presi¨®n. Es ya m¨¢s que tiempo para repeler los deseos de las multinacionales y sus enrevesadas inducciones de compra.
Ni un minuto Swatch, pues, para las madres, ni un segundo Swatch para los ni?os. La mejor lecci¨®n que entiende una oferta de esta clase es ense?arles la hora de la no elecci¨®n.
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