Dimisi¨®n condicional
El fiscal Ignacio Gordillo amag¨® con abandonar la Audiencia Nacional si la ministra de Justicia, confirmaba la sanci¨®n impuesta a su colega M¨¢rquez de Prado por el fiscal general del Estado. Para no ser menos, Ortiz ?rculo, mosqueado por la inexplicable demora de la antedicha ministra en confirmar el traslado forzoso, amenaza con dimitir si finalmente la fiscal en cuesti¨®n permanece en su puesto y le obliga a pasar por el rid¨ªculo trance a que ¨¦l mismo someti¨® al anterior jefe de la Fiscal¨ªa. La ministra de Justicia, perdida la oportunidad de confirmar sobre la marcha las sanciones, tiene que elegir ahora entre aceptar o rechazar el amago de dimisi¨®n del Fiscal Gordillo, y permitir o impedir que la fiscal M¨¢rquez de Prado y el coro de solidarios culmine su representaci¨®n enviando un corte de mangas al Consejo Fiscal y al fiscal general. Prisioneros todos de sus amenazas y vacilaciones, todav¨ªa querr¨¢n que nos lo tomemos en serio.Pero seria es, a pesar de estos personajes decididos a interpretar una comedia de enredo, la cosa. El Ministerio Fiscal, dice la Constituci¨®n, ejerce sus funciones conforme a los principios de unidad de actuaci¨®n y dependencia jer¨¢rquica. Destrozados ambos principios en la Fiscal¨ªa de la Audiencia Nacional por obra y gracia de los mismos fiscales, la ¨²nica salida honorable que quedaba a la Fiscal¨ªa General del Estado y al Ministerio de Justicia consist¨ªa en restablecerlos tomando las medidas pertinentes y ejecut¨¢ndolas sin p¨¦rdida de tiempo. Amargo era el trago, pues en pa¨ªs tan corporativista como el nuestro no es c¨®modo que un fiscal imponga sanciones a otros miembros de la carrera: siempre est¨¢ mal visto que entre compa?eros pasen estas cosas. Aunque se trate de restablecer la legalidad, sancionar a los colegas no es plato de buen gusto para nadie, sobre todo porque los amigos, de los amigos te pueden hacer luego la vida imposible.
El problema es que, cuando se quiebran las normas de funcionamiento de cualquier organizaci¨®n, no hay m¨¢s remedio que sancionar a los culpables comenzando de abajo arriba: antes al sargento que al comandante; antes al comandante que al general. Contra toda l¨®gica, y con absoluta falta de discernimiento, aqu¨ª se comenz¨® al rev¨¦s, y en los siete meses transcurridos desde entonces nadie ha sido capaz de arreglar el entuerto, pues como sabe hasta el m¨¢s lego en la materia, cuando el general abre la marcha de los depurados, se envalentonan los comandantes. En el caso de los fiscales, cuando les lleg¨® el turno de las sanciones, tuvieron la reacci¨®n t¨ªpica de los chuletas de barrio: "Eh, oiga, que si le pasa algo a la colega, yo me voy". Y en lugar de tomarles la palabra y decirles que al salir cerraran por fuera, los jefes se dedicaron a templar gaitas y los sancionados siguen ah¨ª como si tal cosa y uno de ellos se atreve incluso a presentar su candidatura para sustituir al general ausente y hacerse con el mando. El desprop¨®sito es tan may¨²sculo que ahora nadie sabe qu¨¦ hacer.
En una instituci¨®n jer¨¢rquica, la dimisi¨®n condicional -me voy si no se hace lo que yo digo- es una intolerable arma de presi¨®n porque sit¨²a al superior en una posici¨®n imposible. Tal como entre todos han puesto las cosas, si la ministra opta por no sancionar a la fiscal, habr¨¢ cedido ante la presi¨®n del grupo de fiscales y de quienes lo jalean; si la confirma, aparecer¨¢ disminuida ante la amenaza del fiscal general. En semejante tesitura corresponde al Gobierno confirmar las sanciones y obligar a que todos los artistas despejen ese circo en que la vacilaci¨®n de unos y la audacia de otros ha convertido a la Fiscal¨ªa de la Audiencia Nacional. Quiz¨¢ entonces pueda la fiscal¨ªa regirse otra vez por los principios de unidad de actuaci¨®n y dependencia jer¨¢rquica que ordena la Constituci¨®n. Buena falta le har¨¢, con todo lo que se le viene encima, ?o es que precisamente por todo lo que se les viene encima andan tan revueltos los fiscales?
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