Faroles de rodillas
Les ha llegado el turno a los faroles de rodillas. En esta funci¨®n se vieron ocho. Seis los dio Carlos Pacheco; dos, Luis Mariscal. Las largas cambiadas y los faroles de rodillas pertenecen al repertorio de la tauromaquia, aunque uno sospecha que la recuperaci¨®n de lances se queda en eso y poco m¨¢s.Hay una corriente art¨ªstica proclive a la gaonera, que estaba desaparecida, en detrimento de la chicuelina. A?os atr¨¢s gaoneras no las daba pr¨¢cticamente nadie, chicuelinas todo el mundo. En una reciente Feria de San Isidro un novillero entr¨® al quite por gaoneras y cuando se echaba el capote a la espalda el gent¨ªo prorrumpi¨® en un alarido de terror. Cre¨ªan que se iba a suicidar.
Gaorieras se vieron tambi¨¦n en esta novillada de abono y Carlos Pacheco recuper¨® asimismo el pase cambiado, el de verdad, el que se instrumenta tomando al toro de frente y cambi¨¢ndole el viaje por delante. S¨®lo que lo hizo de rodillas. 0 sea, m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa. En el circo cl¨¢sico el augusto sol¨ªa anunciar aquello de "Un momento de silencio que peligra la vida del artista" y segu¨ªa un largo redoble de tambor.
Jaral / Pacheco, Cham¨®n, Mariscal
Novillos de Jaral de la Mira, bien presentados, excepto Y, flojos, mansos, varios descastados, manejables en general.Carlos Pacheco: pinchazo y estocada corta (silencio); estocada corta y rueda de peones (ovaci¨®n y tambi¨¦n pitos cuando saluda). Cham¨®n Ortega: tres pinchazos otro hondo y descabello (silencio); pinchazo y bajonazo descarado (silencio). Luis Mariscal: estocada trasera ca¨ªda (silencio); pinchazo y bajonazo (silencio). Plaza de Las Ventas, 4 de mayo. 3 a corrida de abono. Lleno.
Un torero que se planta de rodillas en los medios, aguanta la arrancada del toro y le cambia el viaje por delante es merecedor de redobles, ovaciones y el un¨¢nime reconocimiento de que aquello tuvo enorme importancia. Y, sin embargo, le aplaudieron poco. Dio el pase cambiado -las astas del toro amenazando garabatearle en la cara un jeme- y como si se operaba. Luego sigui¨® por naturales, en tan arriesgada posici¨®n.
No es que al p¨²blico no le diera la gana de aplaudir; antes al contrario, lo aplaud¨ªa todo y gran parte de los presentes empezaron a palmoltear durante el pase¨ªllo y no pararon hasta su vuelta a la calle y al atasco. Fue que el p¨²blico ¨²nicamente aplaude con entusiasmo lo que se lleva y lo que se lleva son las largas cambiadas y los faroles de rodillas, con ellos las revoleras, los circulares y los pases de pecho (mejor dos).
Un torero que tras los rodillazos iniciales se ponga a pegar revoleras y pases de pecho, tiene la vida resuelta. Y si adem¨¢s enjareta un circular, lo sacan a hombros por la puerta grande. Joselito, sin ir m¨¢s lejos, vivi¨® la experiencia en la Maestranza; Ponce, a¨²n. m¨¢s cerca, en Las Ventas.
El circular, ya se sabe, sol¨ªa darlo D¨¢maso Gonz¨¢lez, aut¨¦ntico fundador del toreo moderno, y lo llam¨¢bamos tremendista. Los pases de pecho empalmados surgieron igualmente de su genio creador. Royalties le deber¨ªan pagar por la invenci¨®n pues recurriendo al circular y empalmando pases de pecho otros se forran.
La ver¨®nica ya no tiene tanta importancia, menos a¨²n la media ver¨®nica, que cede su hegemon¨ªa a la revolera; tampoco el toreo al natural. El toreo al natural como Dios manda ha entrado en el cat¨¢logo de las antiguallas, acompa?ado de toda la preceptiva esencial de la lidia. Las reglas del arte se cicunscriben ahora al toque -con sus variantes toca y toqui- y a meter al toro en el canasto. Sale uno diciendo de un torero que dio el toque y meti¨® al toro en el canasto y se cree Corrochano.
Con estas modas y estos modos no es de extra?ar que la afici¨®n vaya cada vez menos a las plazas y los novilleros salgan tocados de la m¨¢s espantosa vulgaridad. Fue el caso de Cham¨®n Ortega y Luis Mariscal, a quienes quiz¨¢ les han ense?ado mal, y saben componer posturas; no construir las faenas, templar los pases, armonizar las embestidas. Ambos tuvieron una deslucida actuaci¨®n.
No Carlos Pacheco, que derrocho valor, porfi¨® al descastado primer novillo, aguant¨® alg¨²n ga?af¨®n del ¨¢spero -cuarto y logr¨® sacarle unos ce?idos derechazos antes de tumbarlo de un estoconazo entrando con coraje. No es que fuera faena de oreja -ni mucho menos- pero dej¨® patentes sus deseos de ser torero. De los otros espadas de la terna quedan serias dudas. O acaso sus aspiraciones se circunscriben a ser toreros dentro de un orden; toreros del farol y la revolera, del pase de pecho y el circular, del toca y el toqui, de la postura flamenca y el desplante futbolero. O dicho de distinta forma: aburridos pegapases, toreros del mont¨®n.
Babelia
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