El impaciente franc¨¦s
Se pod¨ªa ver a Jack Lang entre las mujeres mayores de Elche, que no entend¨ªan c¨®mo aquel se?or evidentemente extranjero las mandaba callar en su propia lengua, en su ciudad natal, en su iglesia. No era entonces a¨²n ministro de Cultura de Mitterrand sino el director del Festival de Nancy, y tan enamorado del Misteri que sol¨ªa viajar todos los a?os a Elche, y en los momentos ¨¢lgidos de la obra, cuando el pueblo que lo ha visto crecer se permite vitorear m¨¢s de la cuenta la bajada del ¨¢ngel o decir en voz alta lo bien que est¨¢ el nuevo ni?o que hace de la Virgen, el puntilloso hombre de teatro trataba en vano de conseguir en la repleta bas¨ªlica de Santa Mar¨ªa el ambiente de un teatro de c¨¢mara franc¨¦s. Amaba Lang tanto el Misteri que se lo quiso llevar a su festival, prometiendo en Nancy una iglesia parecida, para que los cantores ilicitanos pudieran seguir vi¨¦ndose a s¨ª mismos como m¨¦diums de un rito y no como c¨®micos de la legua. Hubo un refer¨¦ndum local, y el Misteri no sali¨® de Elche, y hasta Elche han ido peregrinando con los a?os m¨¢s gentes del teatro y la m¨²sica (yo he visto el arrobo de Llu¨ªs Pasqual, Llu¨ªs Llach, Luis de Pablo, Julieta Serrano, Jos¨¦ Carlos Plaza, Guillermo Heras, Jos¨¦ Luis G¨®mez, Berta Riaza, Miguel Narros), emocionados todos, me parece, por el mayor misterio de este drama l¨ªrico: su fusi¨®n de lo popular y lo sagrado, de liturgia e ilusionismo esc¨¦nico, de inspiraci¨®n art¨ªstica y devoci¨®n. Para m¨ª, el Misteri ha suscitado siempre otro enigma, el porqu¨¦ de la desidia con que el resto de Espa?a, que no tiene en su patrimonio m¨²sico-teatral nada remotamente comparable, lo ha tratado, dejando una vez m¨¢s el justo aprecio y la pasi¨®n investigadora al extranjero, sobre todo al franc¨¦s, al norteamericano y al brit¨¢nico (Benjam¨ªn Britten, que lo conoci¨® fragmentariamente, fue un gran admirador, y no es dif¨ªcil ver en sus par¨¢bolas de iglesia y en las partes de contratenor de su ¨®pera El sue?o de una noche de verano el influjo del auto ilicitano).El ¨²ltimo ejemplo de esta sana curiosidad ajena por lo nuestro llega de la mano francesa de Dominique Vellard, que nos ofrece en doble disco compacto El Misteri d'Elx (Virgin Veritas), una "versi¨®n de este drama en una ¨®ptica de interpretaci¨®n hist¨®rica", lo cual en t¨¦rminos pr¨¢cticos, significa que Vellard y su Ensemble Gilles Binchois presentan la obra no como se escucha anualmente en Elche sino tomando de ¨²nica referencia el consueta o manuscrito de 1709, el primero conservado en que se recoge el texto en verso y la partitura de la obra. Conviene decir cuanto antes que no s¨®lo el ilicitano ac¨¦rrimo se ha de sentir decepcionado por esta espl¨¦ndida grabaci¨®n: cualquiera que haya asistido a las representaciones de Santa Mar¨ªa o conozca el registro ¨ªntegro (RTVE M¨²sica, con un sonido francamente mejorable) sufrir¨¢ un desconcierto ante los opulentos preludios al ¨®rgano tomados en su mayor parte del maestro renacentista Antonio Cabez¨®n; al oir a la (excelente) mezzo Brigitte Lesne interpretando a la Virgen en lugar de los ni?os locales, al detectar voces femeninas en el coro de los Jud¨ªos o, m¨¢s dolorosamente, al no hallar en las intervenciones ang¨¦licas los elaborados melismas vocales que hacen de la bajada celeste del Araceli uno de los momentos m¨¢s gloriosos de la m¨²sica europea. .
El de Vellard, con todo, no es el primer intento de restituir con autenticidad la m¨²sica anotada de 1709 sin los por otro lado insustituibles a?adidos, impurezas an¨®nimas y aportes rubricados como los de Espl¨¢; en 1990, el valenciano Coro de C¨¢mara Luis Vich sac¨® un doble compacto grabado en el Palau de la M¨²sica de Valencia, sigui¨¦ndose en el primero el manuscrito dieciochesco y en el segundo la versi¨®n actual, aunque ambas con fuerzas musicales profesionales. Severo y depurado, algo mon¨®tono y falto de emoci¨®n, el acercamiento del conjunto franc¨¦s merece no s¨®lo el respeto de su seriedad sino agradecimiento; nunca llegaremos a la completa verdad musical ni al origen preciso del Misterio, pero todos los que a ¨¦l se acerquen con impaciencia de enamorados enriquecer¨¢n la percepci¨®n de esta obra ¨²nica.
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