Nadar en Madrid
La noticia escueta, siempre bien acogida por el pueblo madrile?o, nos ilustra sobre la reapertura estacional de las piscinas municipales. Buen momento para hablar de la nataci¨®n y sus pompas salut¨ªferas, como lo hac¨ªamos ayer, o puede que anteayer, al referirnos a los efectos ben¨¦ficos de la caminata, urbana o no. En ambos ejercicios accionamos piernas y brazos, y ya se sabe que "quien mueve las piernas mueve el coraz¨®n", eso que sale ganando nuestra bomba. Quemamos grasas y az¨²cares, de modo que tambi¨¦n constituye una bendici¨®n para los islotes de Langerhans, que no son el ¨²ltimo destino tur¨ªstico abierto a los consumidores del paquete, sino un tejido del p¨¢ncreas encargado de producir insulina. Prevenci¨®n eficac¨ªsima, pues, frente a la diabetes y sus estragos.Aparte de sus efectos som¨¢ticos, la nataci¨®n aporta al ser humano determinadas satisfacciones ps¨ªquicas y hasta puede que metaf¨ªsicas, sin que para ello haga falta ser un atleta (ni, desde luego, un Adonis), ni batir marcas, ni poseer un estilo impecable. El l¨ªquido elemento no es nuestro h¨¢bitat natural, no nacemos "sabiendo nadar" como los animales, de modo que el hecho de tener bajo la panza doscientos metros de agua, o dos, y de que podamos flotar, avanzar, sobrevivir, supone una peque?a pero estimulante conquista de la naturaleza. A mayor haza?a natatoria, mayores satisfacciones nos reportar¨¢ este hecho. Vuelvo a insistir en que no estoy aludiendo para nada al deporte de competici¨®n, a la ¨¦pica, sino a la placentera circunstancia de que despu¨¦s de estar nadando una hora, aunque s¨®lo sea haciendo sosegados largos en una piscina, uno se siente bien, pero que muy bien, como ensamblado en el medio. Los m¨²sculos, los huesos, los pulmones y la pobre bomba, la m¨¢quina toda de nuestro yo f¨ªsico, funcionan a tope y se refocilan, la sangre circula que da gloria y lleva a la mente la buena nueva, o viceversa, de modo que tambi¨¦n las murrias de aqu¨¦lla, como los alifafes del cuerpo, se acallan y sosiegan, los cabreos end¨®genos y secretos se diluyen, ?pfiff, los conatos de autocompasi¨®n, o incluso depre, se borran de nuestra pizarra interior. La nataci¨®n es, en suma, el mejor yoga para los achaques del alma.
Entes esteparios somos los madrile?os, marineros de agua dulce con un poco de suerte, pero no es menos cierto que la capital y la provincia de Madrid -sobre todo, nuestra bendita sierra- nos ofrecen un mont¨®n de posibilidades para la pr¨¢ctica de la nataci¨®n. Piscinas municipales, p¨²blicas y privadas; embalses tan emblem¨¢ticos como el de San Juan, aut¨¦ntico mar o, por lo menos, seudorr¨ªa interior para los domingueros madrile?os; miles de pozas, charcas, estanques, albercas, r¨ªos, arroyos, y hasta rosalianos regatos peque?os para quienes se conforman con la pr¨¢ctica del pediluvio, que son los m¨¢s.
Gozamos tambi¨¦n, de momento, de libertad para contemplar a las turgentes mozas de hoga?o en poses y atuendos que hubieran noqueado al p¨ªo cardenal Segura, aquel pr¨ªncipe de la Iglesia que estuvo a punto de excomulgar a don Francisco Franco Bahamonde como rojo y libertino por su presunto aperturismo en cuestiones de moral y buenas costumbres. Y la libertad es mucho, es todo, o casi todo. Cu¨¢n lejos quedan los cejijuntos tiempos de la piscina del Santiago Ap¨®stol, donde hab¨ªa que ba?arse con atuendo cast¨ªsimo y, adem¨¢s, se aplicaba inexorablemente la separaci¨®n de sexos, continuando aquella m¨¢xima salvaje, "los ni?os con los ni?os y las ni?as con las ni?as", que ya nos hab¨ªan venido inculcando nuestros virtuosos mayores pr¨¢cticamente desde la cuna.
No guardo vivencias personales de dicha instituci¨®n, ni tampoco del famos¨ªsimo Parque Sindical, donde rompieron aguas millares de honrados productores as¨ª redimidos para la modernidad por la pr¨¢ctica del ba?o, la higiene y el deporte, pero s¨ª de la piscina del Lago -agua limpia y largos largu¨ªsimos- y de la vieja Stella, la Tabarca y otras por el estilo. Fuera de la capital, la laguna de Pe?alara, que frecuent¨¦ mucho, el citado Alberche, el Burguillo y El Tiemblo, y, antes y sobre todo, la poza de San Juan, en Guadarrama, donde acud¨ªa tambi¨¦n a chapotear una joven diva llamada Lola Flores. Ella es taba en la etapa Caracol, una historia de romancero gitano, y los dem¨¢s est¨¢bamos en el limbo...
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