Solos en el campo
F?TBOL 37? JORNADA DE LIGAMuchas veces me viene a la cabeza la expresi¨®n de estupefacci¨®n, de desolaci¨®n total, que apareci¨® en la cara de una compa?era m¨ªa de colegio cuando nuestro equipo de baloncesto, despu¨¦s de haber salido victorioso en una serie de competiciones que nos aproximaban a un triunfo estatal, universal, perdi¨® de forma inexplicable, injusta, frente al ¨²ltimo equipo rival. Todo se vino abajo en aquella ¨²ltima batalla, y mi compa?era, la estrella del equipo, tard¨® en comprenderlo y a¨²n tard¨® mucho m¨¢s en aceptarlo. Sus ojos miraban sin ver, su cuerpo se inmoviliz¨®, los brazos, ca¨ªdos a ambos lados del cuerpo, parec¨ªan llegar hasta el suelo, y todo en ella, que antes vibraba, se hab¨ªa paralizado, como si un rayo invisible y diab¨®lico la hubiera tocado. Al verla, me estremec¨ª. Y no s¨¦ qu¨¦ me horroriz¨® m¨¢s, si su pasi¨®n o la distancia que nos separaba. O todo me horroriz¨® a la vez, porque atisb¨¦ otros significados en aquella derrota que a m¨ª se me escabapan.El dolor, sin duda desproporcionado, de mi compa?era me da sin embargo la medida de los sentimientos que las competiciones deportivas m¨¢s cruciales suscitan, como sucede con el partido Barcelona-Madrid, cuyo enfrentamiento est¨¢ cargado de tensi¨®n, no s¨®lo de tensi¨®n deportiva. Tal como est¨¢ hoy el mundo del deporte y, m¨¢s concretamente, el del f¨²tbol, el que gane uno u otro equipo tiene un alcance extradeportivo, es decir, pol¨ªtico, y si se vive en Madrid, como yo, dado el ambiente que se respira, casi preferir¨ªa que ganara el Bar?a, reprimiendo mis inevitables simpat¨ªas madridistas, aunque muy posiblemente, si estuviera en Barcelona, mis inclinaciones ser¨ªan las contrarias. Y es que el ambiente est¨¢ demasiado enrarecido, y cuando se apoya a un equipo, al parecer, se est¨¢ apoyando no s¨®lo a un equipo, sino casi a un estilo de vida, a un sistema de valores.
Y sin embargo, en el momento en que los jugadores est¨¦n en el campo y nosotros, la mayor parte de los espectadores, frente al televisor, nos olvidaremos de todo, y nuestras miradas estar¨¢n exclusivamente atentas a los pasos, a los pases, de los jugadores. Lo que pedimos entonces es que jueguen con pasi¨®n, que la competici¨®n est¨¦ a la altura de nuestras expectativas, porque todo en ¨¦l d¨ªa ha sido organizado para estar ahora frente al televisor, la nevera bien provista de cervezas. En ese rato ya no hay otro significado que el del juego mismo. Y otra vez acuden a, mi memoria aquellos remotos encuentros colegiales, cuando ¨ªbamos escalando puestos hacia la victoria. Durante el partido, todo eso estaba lejos. Eran las componentes del equipo rival quienes estaban cerca, y muy cerca. Sin ellas, el juego no era nada. El ruido de fondo no contaba y ojal¨¢ ahora tampoco contase, ojal¨¢ se evaporara el ambiente enrarecido y el encuentro del s¨¢bado tenga algo de aquel esp¨ªritu colegial que a¨²n recuerdo, aunque luego surjan las inevitables y lamentables manipulaciones.
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