La divisi¨®n del trabajo
La divisi¨®n del trabajo de los Gobiernos forma parte de la tradici¨®n pol¨ªtica desde el inicio de la democracia. Los comienzos de la Administraci¨®n socialista fueron los m¨¢s abundantes en su utilizaci¨®n: el polic¨ªa bueno y el polic¨ªa malo, el moderado y el radical, el de las buenas formas y el de los exabruptos, el moderno y el tradicional... Felipe Gonz¨¢lez y Alfonso Guerra interpretaron ambos personajes sin disimulos, con una opini¨®n p¨²blica c¨®mplice de que los dos eran una especie de Jano bifronte. El teatro se acab¨® cuando la comedia devino en realidad, y Guerra se fue y nadie quiso sustituirlo en el proscenio (Narc¨ªs Serra se ocup¨® de otras cosas: fue m¨¢s el consejero delegado de una empresa que su vicepresidente).Cuando el PP lleg¨® al poder hace un a?o, Aznar nombr¨® dos vicepresidentes (doblando la estructura org¨¢nica existente) que, poco a poco, fueron interpretando an¨¢logos papeles, s¨®lo aparentemente encontrados: Roqrigo Rato la econom¨ªa, lo liberal, lo british, lo educado; Alvarez Cascos la pol¨ªtica, el intervencionismo, el autoritarismo, el griter¨ªo. El escenario se iluminaba con las mismas luces que anta?o, y el di¨¢logo de los protagonistas estaba marcado por el gui¨®n. Pero a medida que avanza el tiempo, el equilibrio se va rompiendo por dos circunstancias significativas: porque las intervenciones de Aznar se inclinan en mayor grado hacia el estilo de Cascos que al de Rato -no logra situarse por encima de la coyuntura-; y, lo que es m¨¢s importante, porque los dos estilos est¨¢n transform¨¢ndose en f¨®rmulas pol¨ªticas diferentes, a menudo contradictorias.
Si la antinomia se ampl¨ªa, la divisi¨®n del trabajo no suma sino que resta coherencia, y la fuerza electoral se debilita. Esta contradicci¨®n es la que detectan los ciudadanos cuando de los sondeos se desprende que desconocen cu¨¢l es el modelo de sociedad al que lleva la derecha a Espa?a.
Pero adem¨¢s no se entiende por motivos pr¨¢cticos, ya que el principal activo del Gobierno (el ¨²nico en el que aprueba con holgura) ha sido la evoluci¨®n econ¨®mica. El informe de coyuntura de? Banco de Espa?a, correspondiente al primer trimestre del a?o, profundiza en el optimismo: el crecimiento de la econom¨ªa espa?ola fue del 2,7% respecto al mismo trimestre del a?o anterior, con una recuperaci¨®n del consumo (hasta ahora, la parte m¨¢s d¨¦bil en la composici¨®n del crecimiento) y de la inversi¨®n en bienes de consumo. Estos datos perfeccionan los anteriores, vinculados a los criterios de convergencia europeos.
Pues bien, mientras se consolida la pol¨ªtica econ¨®mica de Rato y su equipo, los focos de atenci¨®n pol¨ªticos est¨¢n puestos en asuntos m¨¢s costosos y relacionados con tiempos anteriores (las competencias de Cascos y los suyos), sin que el cambio de tercio -que perjudica al Gobierno- sea causado por la acci¨®n de una oposici¨®n s¨®lida y bien organizada que ha conseguido jugar donde el Ejecutivo es m¨¢s d¨¦bil, sino por la ins¨®lita voluntad del propio Ejecutivo, consentida por su presidente.
El pasado jueves, el diario Cinco D¨ªas comentaba la aparici¨®n de un libro titulado Credibilidad pol¨ªtica y desarrollo econ¨®mico, cuyo objetivo es cuantificar la relaci¨®n entre ambos conceptos. Sus autores argumentan que la propiedad m¨¢s importante de un sistema pol¨ªtico, para explicar su relaci¨®n con el rendimiento econ¨®mico, es la credibilidad pol¨ªtica: ¨¦sta existe cuando el Gobierno dise?a sus reglas y queda restringido a su cumplimiento. Adem¨¢s, el proceso de dise?o de las reglas no puede ser arbitrario y necesariamente ha de ser transparente y predecible. Es decir, la ant¨ªtesis de lo que sucede en Espa?a. ?Qui¨¦n har¨¢ la s¨ªntesis?
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