A?o Cero
Llegaron al Gobierno anunciando que iban a pasar p¨¢gina y en las primeras semanas pareci¨® que cumplir¨ªan su palabra. A medida que pasaba el tiempo, sin embargo, las ansias de engolfarse en el pasado no han hecho m¨¢s que crecer hasta anegar todo el presente. Incluso cuando se trata de festejar el aniversario de lo que gustan llamar su mandato, los dirigentes del PP, con su presidente a la cabeza, no pueden evitar el reflejo de volver la mirada a los a?os de Gobierno socialista y componer el rictus de asco de quienes por asomarse a un estercolero reciben en su fino olfato la vaharada de la porquer¨ªa. Con esa estrategia han conseguido convencer a los ciudadanos de que est¨¢n dispuestos a lo contrario de lo que hab¨ªan anunciado: no ya volver p¨¢gina sino ir leyendo hacia atr¨¢s, hasta llegar de nuevo al principio.Esa voluntad de refocilarse en la permanente denuncia del pasado es la prueba inequ¨ªvoca de una pretensi¨®n t¨ªpicamente totalitaria: afirmar que la verdadera historia s¨®lo comienza con ellos. No hay ideolog¨ªa totalitaria que no construya el relato de su acceso al poder como un punto cero de la historia. El mundo se encaminaba al caos, la inestabilidad provocaba gran inquietud en las conciencias y la infamia corromp¨ªa las relaciones humanas cuando llegaron los salvadores. A partir de tan fausto advenimiento, el caos se transform¨® en armon¨ªa, la inestabilidad dej¨® paso a la tranquilidad de los esp¨ªritus, la infamia desapareci¨® sepultada por la honradez. Un nuevo orden imper¨® donde antes reinaba la confusi¨®n y el barullo.
Pero el relato de los nuevos comienzos s¨®lo alcanza su plenitud cuando recuerda el pasado para aniquilarlo en bloque. ?sa es la tarea que se empe?an en cumplir sin desmayos los dirigentes del PP: nunca abrir la boca si no es para denigrar al adversario que en el pasado ocup¨® el poder. Ocurre, sin embargo, que ese adversario es el que tiene sentado enfrente, en los mismos bancos del Congreso, sostenido por un n¨²mero casi igual de votos, capaz de volver en un descuido al mismo banco azul que ahora ocupan ellos. Es una perspectiva insoportable para la mentalidad totalitaria; pues, si el adversario gobern¨® en el pasado y si el pasado fue una infamia, entonces el adversario no tiene. legitimidad para gobernar en el futuro. Cuando Roberto Farinacci, secretario general del Partido Nacional Fascista, escribi¨® el informe en su cuarto congreso, resalt¨® como caracter¨ªstica fundamental del fascismo "el hecho de negar a los dem¨¢s partidos la legitimidad, el derecho a ser o convertirse en factores positivos del gobierno". Tal es la radical originalidad del fascismo, en realidad de todo totalitarismo: el intento de "transformaci¨®n total de la vida pol¨ªtica" que Farinacci vinculaba a la negaci¨®n de legitimidad de cualquier otro partido para gobernar.
El PP gobierna sostenido en sus votos y en coaliciones parlamentarias: a pesar de alg¨²n exabrupto socialista, no vivimos bajo un estado de excepci¨®n ni se ha producido aqu¨ª ning¨²n golpe de Estado. Pero el relato de la- llegada al Gobierno como comienzo de una nueva era y la pretensi¨®n de transformar totalmente la vida pol¨ªtica machacando al adversario constituyen una narraci¨®n y una aspiraci¨®n reveladoras de un talante autoritario. Quienes echan mano de estos recursos ideol¨®gicos con tan asidua. irresponsabilidad deb¨ªan pensar que los lenguajes totalitarios provocan antes o despu¨¦s grav¨ªsimas fracturas sociales porque quiebran la posibilidad misma de convivencia. No es que sea rid¨ªcula la pretensi¨®n de atribuir al actual Gobierno todas las venturas mientras se cargan todos los males sobre los anteriores; no es que resulte insultante la transformaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n del Estado en instrumentos de la m¨¢s servil propaganda de partido. Todo eso degrada la vida pol¨ªtica, desde luego, pero lo que puede llegar a destruirla es el recurso al tipo de lenguaje totalitario que celebra la llegada al poder como A?o Cero de la historia.
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