La revoluci¨®n que acab¨® con Zaire
La descomposici¨®n del r¨¦gimen de Mobutu permiti¨® a la guerrilla vencer en siete meses sin apenas combatir
ENVIADO ESPECIALCon la toma de Kinshasa finaliza una guerra at¨ªpica; sin apenas batallas. Cinco horas de intercambio artillero en Kisangani, 48 horas de combates en los alrededores del aeropuerto de Lubumbashi, una matanza de civiles en Kenge... Poco ruido para un pa¨ªs que es cuatro veces y media m¨¢s grande que Espa?a. La reconquista de Kuwait oblig¨® a un descomunal esfuerzo b¨¦lico a Estados Unidos, Francia y Reino Unido, entre otros. Aqu¨ª, una peque?a guerrilla equipada con viejos Kal¨¢shnikov y una ristra de morteros de segunda mano ha logrado conquistar Zaire en tan s¨®lo siete meses.
Este ¨¦xito s¨®lo es explicable desde la descomposici¨®n total de un r¨¦gimen cleptocr¨¢tico que, tras 32 a?os de saqueo sistem¨¢tico y desprecio enfermizo de los derechos humanos, logr¨® reunir una rar¨ªsima unanimidad en el rechazo de Mobutu Sese Seko, el dictador. S¨®lo la inmensa hartura de un pueblo que ha visto dilapidar la vast¨ªsima riqueza mineral de Zaire en beneficio de unos pocos ha permitido a los rebeldes de Laurent Kabila acabar con la pesadilla.
La revuelta de los tutsis banyamulenges fue el inicio. La ignici¨®n de un proceso para el que que ni el mismo Kabila podr¨ªa haber so?ado su final. En diciembre, recostado en un sof¨¢ blanco en el elegante palacete de Mobutu en Goma (Este de Zaire), el jefe rebelde dijo que sus hombres conquistar¨ªan Kinshasa antes de un a?o. Nadie le crey¨®.
La revoluci¨®n que ha derribado al dictador es ahora una densa amalgama de grupos y de intereses complejos. Detr¨¢s de tutsis y katangueses (los dos grupos m¨¢s importantes que apoyan a Kabila) se esconde una tupida red de padrinos internacionales. Entre ellos, Ruanda, Burundi y Uganda, pa¨ªses peque?os, pobres y muy poblados en comparaci¨®n con Zaire. Una grave disputa ¨¦tnica entre hutus y tutsis, con un genocidio de cerca de un mill¨®n de personas en 1994, planeado por el Gobierno hutu radical apoyado por Francia, desbord¨® las fronteras ruandesas e inund¨® la regi¨®n de Kivu, en Zaire, de larga tradici¨®n levantisca.
La revuelta clave
La revuelta de los banyamulenges fue la excusa. Lleg¨® en un momento clave. Tres meses antes, en agosto, los m¨¦dicos hab¨ªan operado de un avanzado c¨¢ncer de pr¨®stata a Mobutu en una cl¨ªnica suiza. A¨²n convaleciente, en su hermosa villa de Niza, el dictador se hallaba sin capacidad de respuesta. El hombre fuerte de la nueva Ruanda, el jefe del Frente Patri¨®tico Ruand¨¦s, Paul Kagame, un tutsi educado en Uganda y Estados Unidos, no perdi¨® la ocasi¨®n y apoy¨® sin disimulo a sus hermanos banyamulenges con armas, hombres, log¨ªstica y direcci¨®n militar. El objetivo era claro: expulsar de su frontera con Zaire (s¨®lo 217 kil¨®metros) a todos los elementos indeseables.En noviembre de 1996, bajo la direcci¨®n de Kabila, los banyamulenges atacaron los campos de Bukavu y Goma, provocando la estampida de los interhamwes (radicales hutus). La totalidad de los civiles que habitaban Mugunga, al norte de Goma (unas 500.000 personas), liberadas del yugo de los extremistas, optaron por regresar a Ruanda. Otros volvieron en grupos m¨¢s reducidos en las siguientes semanas. Qued¨® un resto, cuyo n¨²mero nunca fue preciso, (las agencias humanitarias, Francia y EE UU jugaron de un modo grosero con las cifras, por inter¨¦s econ¨®mico o pol¨ªtico), que ha vagado penosamente por las selvas de Zaire durante casi ocho meses.
Cumplida en diciembre la misi¨®n inicial, la de limpiar la frontera frente a Ruanda, los tutsis banyamulenges comenzaron a descender m¨¢s all¨¢ de Fizi, en Kivu. Sur, y ascender al norte de Goma, en Kivu Norte, amenazando el Alto Zaire. Uganda y Burundi, que tambi¨¦n ten¨ªan graves problemas fronterizos con guerrillas sostenidas por Mobutu, vieron c¨®mo empezaban a solucionarse. Ambos pa¨ªses tambi¨¦n han aportado armas y tropas a Kabila. En la toma de Bunia, a finales de 1996, participaron soldados regulares del Ej¨¦rcito ruand¨¦s. Bunia fue una pieza trascendental: ten¨ªa las minas de oro de Kilo Moto. ?stas, que en su d¨ªa agrandaron las cuentas suizas secretas de Mobutu, sirvieron a partir de entonces para financiar la incipiente Alianza para la Liberaci¨®n de Congo-Zaire, el nombre oficial del movimiento rebelde que encabeza Kabila.
El precipitado regreso en diciembre del dictador y los cambios en la direcci¨®n de la guerra no sirvieron de nada. La avalancha era imparable. Ni siquiera ese espont¨¢neo recibimiento al dictador con manifestantes pagados en Kinshasa logr¨® camuflar la gravedad de la situaci¨®n. Bunia e Isiro (conquistada el 13 de febrero) marcaban con claridad que el objetivo de los rebeldes era Kisangani, la tercera ciudad, la rica capital del marfil de los colonos belgas y la patria de La reina de ?frica.
El r¨¦gimen de Mobutu, consciente de que su suerte se jugaba en Kisangani, contrat¨® por 2.000 d¨®lares al mes a 400 mercenarios (muchos de ellos serbios) para impedir la ca¨ªda de esta ciudad. Francia, el gran aliado del dictador, y del antiguo Gobierno hutu ruand¨¦s, trat¨® de salvarle. Era el segundo intento en s¨®lo cinco meses. El primero, con la excusa de la situaci¨®n de los refugiados de Goma y Bukavu, fracas¨® en diciembre debido al bloqueo pol¨ªtico de EE UU, que ya jugaba en el campo de los rebeldes. El Gobierno de Par¨ªs propuso una nueva intervenci¨®n internacional, esta vez bajo la excusa de salvar a otros refugiados, pero sin disimular que su verdadero objetivo era evitar la ca¨ªda de la tercera ciudad de Zaire. La propuesta francesa era declarar Kisangani zona neutral y forzar un alto el fuego. Kabila replic¨® con rapidez. El 15 de marzo, sus tropas entraban en la tercera ciudad de Zaire sin apenas resistencia. Los mercenarios contratados fueron los primeros en escapar. Los habitantes de Kisangani recibieron a los rebeldes como libertadores. Era la primera se?al de que la revuelta comenzaba a transformarse en un movimiento antimobutista.
Asegurado el frente norte, sin dejar al Ej¨¦rcito de Mobutu un solo aeropuerto en su poder, la Alianza comenz¨® la campa?a del sur, hacia la rica Shaba (antigua Katanga). Kongolo, Kalemie, Moba... todas eran victorias sin lucha. El Ej¨¦rcito zaire?o no presentaba batalla, s¨®lo pillaje y huida. As¨ª tomaron tambi¨¦n Kamina y Kasenga, la que ser¨¢, posiblemente, la nueva capital del pa¨ªs.
Con ello el cerco sobre Lubumbashi, la segunda ciudad de Zaire estaba casi cerrado.
El 4 de abril, otra columna rebelde tom¨® Mbuji Mayi, la capital de los diamantes. El rev¨¦s psicol¨®gico era a¨²n mayor que el econ¨®mico. Los hombres de Kabila comenzaban a controlar las principales riquezas y a tener una vasta fuente de financiaci¨®n para adquirir armas. Cinco d¨ªas despu¨¦s la Alianza entraba victoriosa en Lubumbashi. Si en Kisangani Mobutu hab¨ªa confiado en los mercenarios, aqu¨ª entreg¨® su defensa a una unidad de ¨¦lite de la Divisi¨®n Especial Presidencial (DSP). El resultado no fue mejor: 48 horas de combates en el aeropuerto y rendici¨®n vergonzante. Aqu¨ª los rebeldes variaron su t¨¢ctica. En las conquistas anteriores siempre dejaban una salida, un escape, a los defensores para que pudieran huir sin presentar resistencia. En Lubumbasi, con la DSP dentro, la tentaci¨®n era enorme. Por eso sitiaron la ciudad y acabaron con los defensores. A Kabila ya s¨®lo le quedaba la pieza principal Kinshasa, la capital a m¨¢s de 1.200 kil¨®metros. Su inter¨¦s principal era la jefatura del Estado y la posibilidad de imponer el nuevo orden pol¨ªtico.
La fuerza rebelde se dividi¨® en dos grupos. Uno, el de Kisangar prosigui¨® su avance por el norte del pa¨ªs, utilizando el caudaloso r¨ªo Zaire para penetrar en la regi¨®n de Ecuador, la natal de Mobutu, y descender desde ah¨ª hasta Kinshasa. Otra desde Mbu Mayi, conquist¨® Kasenga, y algo m¨¢s al oeste Kikwit, la patria ¨¢ virus ¨¦bola. Ambas eran de graN importancia estrat¨¦gica, pues poseen aeropuertos. Desde ellos se ha alimentado a las tropas que entraron el fin de semana en la capital.
La ¨²nica gran batalla se desarroll¨® en Kenge, a unos 200 kil¨®metros al este de Kinshasa. En ella participaron mercenarios angole?os de UNITA (el movimiento anticomunista que EE UU arm¨® durante la guerra fr¨ªa desde el territorio zaire?o). Ahora, UNITA y EE UU estaban en bandos opuestos. El precipitado regreso de estos mercenarios angole?os a su pa¨ªs el 13 de mayo marc¨® el final real de esta guerra. Sin ellos no hab¨ªa esperanza militar. Los soldados de Mobutu parec¨ªan m¨¢s interesados en salvar la vida y rendirse que en defender la fortuna del dictador. Los augurios que advert¨ªan a Kabila de que Kinsasha era diferente, en esta parte del pa¨ªs que no habla suajili y odia al tutsi iba a ser la tumba de su revoluci¨®n, tambi¨¦n erraron con estr¨¦pito. Ninguno de esos an¨¢lisis tuvieron en cuenta un factor b¨¢sico: la hartura popular no entend¨ªa ni de lenguas ni de etnias. Era uniforme y nacional. Por eso ha ganado Kabila. Pero ¨¦ste debe saber que s¨®lo ha tomado el poder, no el derecho a ser un segundo Mobutu. Eso ser¨ªa insoportable para 45 millones de personas que sue?an con un cambio.
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