Eugenio de Mora, a por todas
Lleg¨® Eugenio de Mora y ven¨ªa a por todas. No se hizo esperar: tan pronto saltaban sus novillos a la arena ya estaba echando las dos rodillas a tierra, ya les tiraba la larga cambiada.No s¨®lo la larga cambiada, que tantos dan en prueba de valor y despu¨¦s no lo corroboran embraguet¨¢ndose en las ver¨®nicas. Eugenio de Mora se embraguet¨® y lo corrobor¨®; y, adem¨¢s, entr¨® a quites, y ejecut¨® suertes variadas de capa -gaoneras y chicuelinas entre ellas-, que si no le resultaron perfectas carece de relevancia.
Un novillero no es nunca perfecto. Se supone que est¨¢ en periodo de aprendizaje, y los conocimientos y la madurez le habr¨¢n de venir del d¨ªa a d¨ªa, fij¨¢ndose en lo bueno, desechando lo malo; asumiendo los consejos de las amistades sabias y sinceras, haciendo o¨ªdos sordos a la adulaci¨®n, a los topicazos, a la vulgaridad y al arte de contar mentiras que es el bagaje intelectual de gran parte de los taurinos.
Torre¨®n / Amador, Mora, Morante
Novillos de El Torre¨®n, bien presentados aunque varios sospechosos de pitones; flojos; de buen juego en general; 1? y 5? mansos, 4? bravo; todos pastue?os. Manuel Amador: cuatro pinchazos y estocada corta (silencio); media y rueda de peones (ovaci¨®n y saludos). Eugenio de Mora: estocada baja y rueda vertiginosa de peones (oreja); pinchazo y otro hondo encun¨¢ndose, rueda insistente de peones y tres descabellos (vuelta). Morante de la Puebla: pinchazo aguantando y perdiendo la muleta, y estocada (palmas); estocada y descabello (silencio). Plaza de Las Ventas, 20 de mayo. 14? corrida de abono. Cerca del lleno.
Est¨¢ el novillero en periodo de aprendizaje pero tambi¨¦n en edad de merecer y ¨¦ste es el motivo de que las aficiones de todas partes -Madrid especialmente- concedan una importancia primordial al pundonor y a la torer¨ªa, que no requieren tablas ni escuela pues se tienen o no se tienen.
Ambos valores los demostr¨® sobradamente Eugenio de Mora mientras sus compa?eros no daban la talla. Manuel Amador y Morante de la Puebla, compa?eros de Eugenio de Mora, se llegaron componiendo posturas y marginando el arte de torear. Puede que ni siquiera tuvieran la culpa; qui¨¦n sabe. Pulula tanto ignorante, tanto irresponsable y tanto tonto de la cabeza alrededor de los toreros, que acaso el problema fuera que est¨¢n mal aconsejados.
A alguien le dio por decir que para torear hay que darse importansia; a alguien que las suertes se ejecutan descolgando los hombros y metiendo los ri?ones; a alguien que la t¨¦cnica del toreo se sustancia en el toque, y todo por junto ha compuesto una regla surrealista de general aplicaci¨®n, que ha convertido el arte de torear en un adefesio.
Y as¨ª van tantos novilleros -y algunas figuras- aflamencando el tipo, componiendo posturas, recurriendo al pico y pegando medios pases, porque si hay que descolgar los hombros hacia popa y meter los ri?ones hacia la sentina, la anatom¨ªa humana no da para m¨¢s.
Nadie debe de haberles dicho que el toreo es naturalidad. ?Camina un hombre por la calle con los hombros atr¨¢s, los ri?ones remetidos y el culo remangado? Pues si se trata de torear, tampoco.
La cursiler¨ªa ha tomado cuerpo en la fiesta con caracteres epid¨¦micos y as¨ª proliferan los toreros pendientes de la postura, al estilo de Manuel Amador que, en cambio, toreaba a prudencial distancia y con abuso del dichoso pico; as¨ª al de Morante de la Puebla, que todo se le iba en representar una arrebatada posesi¨®n de musas y duendes, con olvido total del toreo aut¨¦ntico.
Y eso que dispusieron de unos novillos pastue?os; unos novillos que humillaban con total fijeza y repet¨ªan las embestidas sin molestar. Unos novillos id¨®neos para brindar el triunfo a un torero de vocaci¨®n que fuese a por todas. Afortunadamente, lo hubo en la plaza. All¨ª estaba Eugenio de Mora, que tore¨® de maravilla en diversos pasajes de sus faenas.
Inici¨® la de su primero por estatuarios; la de su segundo, sentado en el estribo, y luego lig¨® de rodillas una impecable serie de redondos. El toreo en redondo y los pases de pecho los bordaba Eugenio de Mora. Sin embargo bajaba mucho al interpretar los naturales, y ¨¦se era un serio borr¨®n, teniendo en cuenta que el natural es suerte b¨¢sica del arte de torear. Quiz¨¢ sea ¨¦sa su asignatura pendiente. Una asignatura que, aprobada, y unida a su demostrado pundonor y a su valent¨ªa, le puede convertir en un gran torero.
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