De c¨®mo Rodriguez no es Camb¨®
Ahora que se cumplen los 50 a?os de la muerte de Camb¨®, conviene releer sus memorias no s¨®lo para reconstruir su trayectoria, sino tambi¨¦n para aprender de su experiencia. Ofrecen, en efecto, la infrecuente visi¨®n de un pol¨ªtico espa?ol para quien la vida p¨²blica es un ejercicio permanente de inteligencia y un juego de posibilidades que se abren y se cierran de acuerdo con las capacidades de quienes est¨¢n en el escenario. Transmiten, por tanto, sabidur¨ªa y no s¨®lo reflejan el pasado.Pues bien, hay un momento en ellas en que el l¨ªder catalanista hace dos afirmaciones que conviene traer a colaci¨®n. "En las luchas pol¨ªticas, la habilidad, la amabilidad y la seducci¨®n pueden ser armas de mucha m¨¢s eficacia que la audacia y la elocuencia". Y a?ade: "La amenaza salida de un d¨¦bil hace re¨ªr; la amenaza empleada por un fuerte, pero empleada discretamente y elegantemente, sin ofender, puede ser eficac¨ªsima".
Estas palabras vienen muy al caso de lo sucedido en el ¨²ltimo par de semanas. Asombra, sobre todo, la rudeza exhibida por quien en el fondo tiene la debilidad que le da el escaso margen respecto del adversario. Deja perplejo tambi¨¦n la desproporci¨®n entre fines y medios y el olvido de las. previsibles consecuencias de la acci¨®n propia. Para un elector de centro, como quien escribe, el espect¨¢culo no resulta en absoluto reconfortante porque, adem¨¢s, tiene la sensaci¨®n de que las piezas del conjunto del rompecabezas dibujan no ya un comportamiento circunstancial, sino un estilo de gobierno.
Claro est¨¢ que la combinaci¨®n entre la sensatez nacional y la eficaz capacidad de presencia de los catalanistas han reconducido la situaci¨®n. Habr¨¢ que recordar que las posibilidades de que algo as¨ª suceda no son infinitas, y que ya en esta ocasi¨®n la aparici¨®n, del bombero del Noroeste ha sido recibida por la alegre hinchada con la poca simpat¨ªa que se suele otorgar a quien manifiesta nuestros defectos. Parece inevitable, que tras toda esta excitaci¨®n gratuita se obsequie a quien la apacigua con un rosario de presunciones de culpabilidad, como si sus deseos no fueran otra cosa que expresi¨®n de intereses. Pero la imagen del catal¨¢n fenicio que no reparte tila sino que exige tela est¨¢ tan arraigada en la interpretaci¨®n de los apologetas de la crispaci¨®n que no parecen darse cuenta de hasta qu¨¦ punto resulta hiriente y contraproducente para sus propios intereses. De momento, baste con recordar que no es una novedad. Tambi¨¦n en este caso se puede traer a colaci¨®n la figura del l¨ªder catalanista del pasado. Hace tres cuartos de siglo, un peri¨®dico publicaba las "aleluyas de Camb¨® / que a todo el mundo enga?¨®". Algo hemos avanzado desde entonces, pues, si entonces se le reprochaba una supuesta condici¨®n de jud¨ªo, ahora a su sucesor, con el paso del tiempo, se le achaca tan s¨®lo ejercer de fenicio.
Pero bueno ser¨ªa que se tornara buena nota de lo ocurrido, que, en la conciencia de muchos, marca un antes y un despu¨¦s. Har¨¢ bien el Gobierno en no ningunear el episodio, aprender de la lecci¨®n y rectificar a fondo. Importa se?alar que eso se puede hacer, pero que, tras los meses pasados desde el momento de la victoria, debe ya aprovechar la ocasi¨®n. Quienes est¨¢n en el poder se encuentran en una encrucijada de la que salen caminos divergentes. En el fondo, la elecci¨®n de un estilo de gobierno se convierte, a partir de un determinado momento, en una decisi¨®n irreversible, de modo que las consecuencias del acierto o del error acaban por pagarse a plazo tasado. Las pruebas emp¨ªricas las tenemos todos los espa?oles bien a la vista. Basta con recordar lo mucho que ha tenido que purgar el PSOE errores cometidos, hace mucho tiempo a pesar de haber tratado de rectificarlos en la ¨²ltima etapa de su gobierno.
Puestos a asumir las elecciones de la experiencia colectiva reciente se debe traer a colaci¨®n al propio Partido Popular. De las decepciones que una fuerza pol¨ªtica pueda causar s¨®lo es responsable ella misma, pero su capacidad para convertirse en alternativa deriva de la combinaci¨®n entre las circunstancias y un m¨ªnimo de unidad y solidez propias. Si los espa?oles votaron m¨¢s a Aznar que a Gonz¨¢lez no fue porque consideraran al primero un cruce entre el cardenal Cisneros, Agustina de Arag¨®n y Aza?a, sino porque resultaba razonable relevar al segundo. Ahora, a mi modo de ver, un nuevo turno est¨¢ a¨²n lejano. Pero bastar¨ªa un PSOE que hubiera superado las pruebas judiciales y tuviera un l¨ªder viable para que eso fuera posible.
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