Madera de caminantes
Numerosas sendas abiertas por los antiguos le?adores rodean las praderas al norte de Siete Picos
Nava es una palabra tan vieja, tan vieja, que ya no puede andar por el mundo sin la ayuda de otras, hasta tal punto que, s¨®lo en Madrid, ocho poblaciones la llevan aupada en el nombre para que no se pierda: Navacerrada, Navalafuente, Navalagamella, Navalcarnero, Navalespino, Navarredonda, Las Navas de Buitrago y Navas del Rey. Tan vieja que nadie sabe su origen: los acad¨¦micos dicen que es vascuence; el padre Guadix, que ¨¢rabe. Ni qu¨¦ demonios quiere decir. Real Academia: "Llanura generalmente cultivable, a veces pantanosa, situada entre monta?as". Julio Casares: "Valle o tierra baja y llana, a veces pantanosa". Generalmente, a veces... ?Qu¨¦ es esto? ?Un concurso de balbuceos? ?Y d¨®nde se ha visto tanto pantano?Si los vigilantes del castellano anduvieran m¨¢s el campo, en lugar de empantanarse en despachos y congresos, descubrir¨ªan que la sierra del Guadarrama est¨¢ llena de navas, no pocas a m¨¢s de 1.600 metros (?tierras bajas!) que no son valles ni zonas pantanosas, sino simplemente -y esto lo saben hasta las vacas sin necesidad de diccionario- praderas. Hermosas praderas como Navarrulaque, Navalusilla, Navas de Cabezas de Hierro, La Nava de Manzanares..., y quiz¨¢ las que m¨¢s, Navalazor y Navalviento.
Navalazor y Navalviento son un buen lugar para recuperar viejas palabras. En estas navas que caen al norte de Siete Picos, en estas praderas gemelas que alfombran un estribo de m¨¢s de 1.700 metros de altura que se desprende de Cerro Ventoso, resuenan a¨²n las voces de los antiguos gabarreros, aquellos duros y valerosos serranos que se afanaban en la corta y acarreo de madera en estos pinares de Valsa¨ªn. Suyas eran voces como cotilazo o sesgado, distintos golpes de hacha, y expresiones como hacer le?a a boca c¨¢ntaro, sacar cachas a solaire o resegar a cazuelo, que no figuran en los l¨¦xicos oficiales y es t¨¢n a punto de perderse -acalladas por las sierras me c¨¢nicas y los bulldozers-, como muchas de las sendas abiertas por ellos en el bosque: la del Cantizal, la cuesta de los Muleros, el camino de los Lumbralejos... Sendas que el excursionista deber¨¢ de nuevo hollar, aun que sea a trechos, para acercarse a Navalazor y Navalviento. Sabido esto, el caminante deber¨¢ principiar su jornada ascendiendo por la pista asfaltada que nace en la quinta de las Siete Revueltas -a contar desde el puerto de Navacerrada-, que remonta el arroyo del Tel¨¦grafo como anta?o hac¨ªan los hacheros por la senda del Cantizal. A un par de kil¨®metros, justo al cabo del asfalto, desagua en el Tel¨¦grafo el arroyo del Ventoso (o del Chorranco), debiendo optar aqu¨ª por el camino que orilla este ¨²ltimo para, en otro kil¨®metro m¨¢s, virar a la derecha y atrochar monte arriba hasta alcanzar la pradera de Navalviento.Restos de majadas murmuran de una edad pastoril que caduc¨®, la que Cela sinti¨® declinar cuando, asomado al balc¨®n del puerto de Navacerrada, hablaba de los corrales de Navalviento, "por donde se pelean el lobo y el viento". Pas¨® el lobo, pas¨® el "pastorcillo de cabras ataviado con las eternas y siempre j¨®venes y de viejo aspecto prendas de sus industrias y de sus oficios de lobezno". Y en Navalviento s¨®lo qued¨® en pie la "vieja decoraci¨®n del Guadarrama": a levante, los Cogorros y las Guarramillas; a mediod¨ªa, el murall¨®n de Siete Picos, a poniente, la ingente parva del Mont¨®n de Trigo; y al norte, el cerro y la pradera de Navalazor.
M¨¢s al norte a¨²n, bordeando Navalazor, el camino de los Lumbralejos, de gabarreros tambi¨¦n, cierra el c¨ªrculo de esta andadura que han de emprender todos aquellos que tengan madera de caminantes.
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